En 2021, Carmen Mola le arrebató el galardón literario y Paloma Sánchez-Garnica quedó finalista con su novela Últimos días en Berlín, una historia que nos trasladaba a la Alemania de 1933 en pleno auge del nazismo. Pero no se resignó con el segundo premio y volvió a intentarlo el año pasado, hasta conseguirlo con Victoria, una novela ambientada en el Berlín de posguerra, los EE.UU. de la segregación racial, el macartismo, y los gulag soviéticos. Un thriller cuyo mayor misterio es, en realidad, desentrañar el comportamiento humano cuando la Historia te pasa por encima y arrasa la realidad que hasta entonces habías conocido.
Paloma Sánchez-Garnica nació en Madrid en 1962 y trabajó como abogada hasta que decidió dedicarse a una de sus grandes pasiones, la literatura. Con diez novelas ya escritas, cuenta con una legión de millones de lectores y lectoras.
Desde el pasado octubre cuando consiguió el Premio Planeta, ¿le ha cambiado mucho la vida?
Tengo una cierta edad y ya me tomo las cosas con más serenidad. Es verdad que cuando quedé finalista hace tres años, el espectro de lectores se amplió muchísimo y la promoción y la campaña de marketing fueron tremendas. Llegué a muchos más lectores, y con el Planeta se han agrandado aún más. Por las noches me repito: Paloma has ganado el premio Planeta, tú y solo otras 72 personas más. Es una sensación de haber llegado a la meta después de un largo camino, de casi cuatro décadas, las dos últimas dedicándome solamente a escribir, en el que he tratado de construir lo que quiero ser, lo que quiero hacer y lo que quiero transmitir en la vida. Ahora estoy como que he llegado a la cima y si miro hacia atrás, veo todos los pasos que he dado, el camino recorrido, y si miro hacia adelante, veo un horizonte muy ilusionante.
Supondrá una gran responsabilidad de cara a su nueva novela.
“Cuando escribo, la novela me tiene que gustar, me tiene que apasionar, engancharme... Si no, ¿cómo le va a gustar al lector?”
Responsabilidad la he sentido siempre, menos en la primera novela, El Gran Arcano, que la escribí solamente porque tenía ganas de hacerlo. La segunda novela te da un poco de vértigo porque estás ahí un poco como en un limbo. Pero con todas mis novelas he tratado de escribir siempre la mejor, aprendiendo del oficio. Mientras estoy en el proceso de escritura, me tienen que fascinar y engancharme primero a mí para que luego fascine a los lectores. Me tiene que gustar para que quiera seguir escribiendo a pesar de todos los pesares, porque hay momentos muy inseguros, momentos en los que dices no sé si voy bien. Yo solo me dedico a escribir y a leer, son muchos meses con esos personajes y si esos personajes me aburren, ¡cómo no van a aburrir a los lectores! Al principio, me angustiaba mucho más, era más joven. Entonces todo se me caía encima, pero tengo un compañero de vida, que es mi marido que siempre me ha aportado equilibrio en estas situaciones.
Hace unos años abandonó la abogacía y se dedicó a escribir...
Nunca había pensado en hacerlo, tenía una inquietud pero no sabía explicarla. El mundo de los libros me ha apasionado desde que tengo uso de razón, las librerías, las bibliotecas, acumular libros físicos... eran para mí una obsesión, pero nunca me había planteado escribir. Dejé la carrera de Historia para casarme, me convertí en una ama de casa, aunque siempre tenía un espacio para mí dentro de la casa, en un tiempo en el que las mujeres amas de casa no tenían más espacio que la cocina. Empecé la carrera de Derecho, la terminé, estudié para una oposición de Registros de la Propiedad durante seis años, me aprendí de memoria los artículos de la Ley Hipotecaria y del Código Civil, y me presenté dos veces a oposiciones. Tuve la valentía de retirarme, pero eso me enseñó disciplina, constancia y confianza en mí misma. Necesitaba salir al mundo y que el mundo me viera, necesitaba ganar dinero y abrí un despacho como abogada, pero a mí no me gusta la confrontación con los compañeros en los juzgados. En un momento determinado, cerré el despacho, volví otra vez a casa y terminé mi carrera de Geografía e Historia. En el verano en 2003, por una serie de circunstancias, empecé a escribir una novela simplemente porque me apetecía, mi marido me animó a continuar y lo hice. Me la publicaron, luego vino un segundo libro y fue entonces cuando sentí que había encontrado mi lugar en el mundo.
Ha comentado que sus novelas llevan mucho trabajo de investigación y documentación...
“Victoria’ es una novela sobre lo que estamos dispuestos a hacer por los que amamos, incluso cuando la ingratitud puede destrozarlo todo”
Lo que a mí me interesa es entender cómo las personas corrientes gestionan sus sentimientos, sus vidas, su capacidad de decidir en un momento determinado porque creo que es una forma muy válida y muy accesible para entender de dónde venimos y, sobre todo, la capacidad del ser humano de adaptarse a momentos complicados, a tiempos convulsos que pueden arrollarnos. La lectura te da esa posibilidad de entender a la gente que ha vivido en otros momentos, salir de tu zona de confort y pensar que harías en ese momento. Cuando ya elijo el marco en el que voy a poner mis personajes, entonces lo que necesito es entender esa época, esa vida cotidiana. Trato de meterme en la mentalidad de esa gente, con esas costumbres y sus principios y las leyes que condicionan sus vidas.
En ‘Victoria’ nos traslada a Berlín justo después del final de la Segunda Guerra Mundial. Pero también a EE.UU., a la época del macartismo, el racismo, el Ku Klux Klan...
Cuando terminé Últimos días en Berlín estaba muy concentrada en lo que eran las consecuencias del nazismo, no solamente el horror de lo que pasó, sino también en la violación de los derechos fundamentales de los judíos y de otros que cayeron en manos de los nazis. Y me di cuenta de que al otro lado del Atlántico, en un país democrático como es EE.UU., había grandes grietas y, por supuesto, atentados fragantes contra una parte de la población por el hecho de ser negra o por el hecho de tener una ideología distinta.
Se encontró también con una historia terrible que ocurrió en Tuskegee, una pequeña ciudad del estado de Alabama.
Encontré documentos y artículos sobre un estudio clínico que se estaba realizando en 1932 utilizando a hombres como cobayas humanas, observando cómo la sífilis iba desarrollándose en sus organismos. Paradójicamente, eran hombres negros y pobres. Esa injusticia, que fue en algún caso denunciada por algunos funcionarios, a quienes no se les hizo caso, se mantuvo hasta que en 1969 una periodista la publicó en el New York Times y se abrió una comisión de investigación. Y la otra cara fue el atentado contra las libertades por el hecho, no de ser comunista, porque no era un delito, sino por haber tenido contacto con comunistas, con un sindicato… Es decir, la segregación, la exclusión, ese enemigo incierto que provoca pavor en la sociedad. Me llamó mucho la atención porque estábamos en un país democrático con una constitución muy potente.
Y, por otra parte, ‘Victoria’ es la historia de dos mujeres valientes.
Son dos hermanas, Victoria y Rebeca, con una relación un poco conflictiva porque Rebeca, todo el resentimiento y la frustración que tiene de pequeña por el desprecio que recibe de sus padres, lo gestiona mal y lo vierte contra la persona que la proteja y que la cuida, que es su hermana Victoria. Y, sin embargo, vuelca todo su amor hacia su sobrina. Es una novela sobre lo que estamos dispuestos a hacer por las personas a las que amamos, incluso cuando la ingratitud y la traición pueden destrozarlo todo.
Esta es su tercera novela sobre Berlín. ¿Habrá una cuarta?
Se me están planteando otros escenarios, pero los años 20 de Berlín son absolutamente fascinantes, una contradicción entre un Berlín de libertad y de diversión con una crisis brutal social y económica. Pero sí, es un escenario que me apasiona, además tuve la suerte de estar allí 40 días antes de que cayera el muro y pude ver ese contraste tan brutal que había. Si hay un momento de la historia que me gustaría vivir, es esa noche del 9 al 10 de noviembre para ver la expresión de felicidad, de confraternizar entre todos cuando habían estado separados prácticamente un par de generaciones.