Andrés Morales y Lucas González, nacidos en Cádiz en 1982 y conocidos artísticamente como Andy & Lucas, cierran sus más de dos décadas de trabajo compartido con la gira de despedida Nuestros últimos acordes. Sonarán en Bilbao, por última vez en vivo, clásicos del pop aflamencado como Son de Amores, Tanto la quería o Quiero ser tu sueño. Desde las 21.00 horas y con entradas a la venta desde los 40 euros.

¿No volverán como los toreros?

—Pues mira, a nivel médico me recomiendan que tengo que parar porque sufro desde hace tiempo una tensión muy alta que ha derivado en un problema de cardiopatía. Tengo una válvula que no va como debe de ir, pero lo que me llevó a una situación estresante fue estar todo el día al teléfono y trabajando con la carrera del dúo.

Compone, canta, era mánager...

—Solo me faltaba poner los carteles (risas). La organización, los contratos… lo de subir al escenario es divertido y no pasa factura, es la guinda del pastel. Lo otro sí, pasó factura a mi cabeza.

Ni problema alguno con Andy, ni hartazgo de cantar, entonces.

—Nada. Andy y yo somos familia, nos queremos mucho. Nada de egos, solo es una causa mayor de salud. Quien sabe… si pasa el tiempo y los análisis mejoran, ahora que me he rodeado de gente que hace esa otra labor incómoda, veremos. Hay que delegar.

¿Y no sería suficiente con bajar un poco el ritmo?

—El tema es que yo soy una empresa… y me conozco. Por mí pasa todo, de los contratos a la organización de giras, el disco, la contratación de los músicos, la realización de los videoclips, organizar el estudio de grabación, los pagos… Lo mejor es hacer un gran parón y descansar con los míos. Hay vida más allá de la música.

No soy Broncano, pero de pasta no irán mal, imagino.

—Hemos sido hormiguitas y tenemos dinero para poder vivir; si no, este parón no se podría hacer. Son muchos años en la carretera, de actuaciones y éxitos, y hemos invertido en negocios, asesorados por nuestros padres.

¿Le afecta ese problema de salud en estos conciertos finales?

—No, los disfruto a tope tras haber perdido peso. Además, llevo una vida más sana, me limito los horarios de trabajo y de teléfono… Ahora, también me dedico a mi familia y a ver algo la tele o a leer un libro. Los conciertos son perfectos, con la gente demostrando empatía. Da gusto cantar así.

Los estará viviendo como especiales.

—Súper especiales. La gira está siendo apoteósica, el público viene con fervor para recordar tiempos pasados y vivirlos en el presente. Y estamos yendo a ciudades a las que no íbamos hace mucho, como Bilbao, y tengo una espinita pendiente con San Sebastián. Estamos disfrutando de este regalo que nos da la vida.

¿Es duro saber que llega el adiós?

—Bueno… algunos recitales están siendo especiales, como el de Cádiz, en nuestra tierra y con nuestros amigos y familia, o las dos noches de Madrid. Es algo que te llena de emoción. Veremos cómo será el último, pero ahora nos centramos en el presente.

Cumplido el sueño, decirle adiós será difícil. Al menos les pilla ya mayores.

—Tienes razón. Yo lucho siempre por los jóvenes, a quienes se les llena la cabeza de pajaritos y, en el caso de la música, tienen un pelotazo y un éxito brutal con el primer disco y dejan todo de lado, incluidos los estudios. Y todo se acaba. Deberían hacer como en el fútbol, el músico joven no debería seguir si no aprueba los estudios.

¿Cuántos conciertos harán?

—No lo sé concretamente porque quedan unas cuantas capitales hasta septiembre de 2025, pero queremos cerrar en Madrid, volver otra vez aquí aunque no hay fecha para el Wizink Center. Habrá que buscar otro sitio de gran capacidad. Ahora disfrutamos los directos, dos al mes, no más.

¿No han pensado grabar algún concierto de la gira para la posteridad?

—El otro día nos presentaron la docuserie que nos están haciendo. Y se han grabado tanto el concierto de Cádiz como los de Madrid. Ya está en marcha y ha quedado muy chula.

¿Cómo suena el dúo en el agur?

—El concierto tiene que ver con nuestra música de estudio, pero sonamos más fuerte gracias a la gran formación de músicos que llevamos y a los nuevos arreglos, que tienden a sonar más rock andaluz. Son muy dinámicos y aunque no te gustemos, si vas no te aburrirás. Tenemos un técnico de luces que parece va que va a salir AC/DC (risas). Y todo está muy trabajado. Con nosotros vienen 10 músicos, incluimos sección de metales y coros.

Suena caro, menos ganancias.

—El público se deja una pasta en la entrada y si quieres que te contraten en más ciudades por el boca a boca, hay que ofrecer un buen espectáculo.

¿Hay interacción con el fan?

—Constantemente, eso lo tenemos muy trabajado y entre canción y canción ellos participan. Es algo muy familiar.

A ustedes les influyó gente como Manolo García, pero ¿ven ya discípulos, gente joven a la que han influido?

—No sé si sería bonito decir yo nombres… nuestro estilo es muy personal, pero quizá sí en el Sur ha habido gente que se asemeje, cada uno con su estilo. A mí me influyó Manolo, Camarón, Niña Pastori, El Barrio, Alejandro Sanz y, fíjate, diría que hasta Extremoduro y Whitesnake.

Se van a estrenar en el Bilbao Arena.

—No hemos estado nunca allí y estoy muy ilusionado con el concierto. Además, parte de mi familia es vasca, por parte de mi cuñada. Si haces un amigo vasco, es ya para toda la vida. Sois gente muy leal, que ofrece su casa para que no vayas al hotel. Así es el público, van todos a una.

No viene a Euskadi hace tiempo, confesaba. A veces hacen comentarios en los que se meten en charcos diversos.

—Depende de cómo transmita el periodista las declaraciones. A veces, no está bien transmitido lo que dije, pero si ha molestado algo… me arrepiento, siempre se puede aprender. Nunca lo he hecho con malicia.

¿Seguirán ligados a la música?

—Componer seguiré haciéndolo, habrá más canciones, eso seguro. Además, tengo una editorial que puede ofrecerlas a otros artistas. Lo seguro ahora es tomarse ese tiempo de relax y despejarme.