Aunque estuvieron ocho años separados, los catalanes Elefantes están inmersos en la gira de celebración de su trigésimo aniversario. El grupo liderado por Shuarma ha dejado para la historia éxitos como Que yo no lo sabía o Duele, y recala este jueves en Bilbao, en el Kafe Antzokia, a las 21.30 horas y con entradas a 31 euros. El grupo ha editado este año un álbum en directo grabado en el festival Sonorama junto a múltiples colaboradores, como Rozalán, el poeta Benjamín Prado y los cantantes de Lori Meyers, Miss Caffeina, Viva Suecia y los vizcainos Shinova.
30 años de trayectoria. Ufff… ¿Le parece mentira?
Me sorprende llevar tanto tiempo en el mismo lugar y, sobre todo, sentir que todavía estamos aprendiendo. Deberíamos tener más seguridad y saber más sobre hacia adónde nos movemos, pero la sensación no es esa. Sentimos que la música es un lugar en el que no sabes qué puede pasar, que ningún movimiento es predecible y que es un oficio interminable. Cuanto más metes la cabeza, más amplio es ese lugar.
Bien es cierto que estuvieron ocho años separados por su carrera en solitario. ¿Qué pasó?
Mi problema es que compongo y escribo de forma compulsiva (risas). Decidimos parar como Elefantes y necesité un cauce por el que llevar mi río, así que me lancé en solitario de manera natural para no quedarme con mis canciones en la boca. Luego volvimos, pero sigo con mis discos en solitario y, de hecho, no sé cuál será mi próximo movimiento, si será en solitario o no. Además, tengo un proyecto con Benjamín Prado… Tengo tal caña encima que no puedo plantearme nada ahora.
¿Tanto trabajo y proyectos no repercuten en su vida personal?
Quien está a mi alrededor ya me ha conocido así, sabe que me expreso a través de la creación; de hecho, hay cosas que las digo mejor cantando que hablando. Cantar es el camino que he elegido, aunque también son importantes la pintura y la poesía. De momento, mi gente me permite hacerlo porque es una necesidad.
“Un cacho de grupo de toda la vida de España”, les presenta Noni (Lori Meyers) en el disco del Sonorama. ¿Se fue arriba?
De toda la vida depende para quién, sí para los jóvenes (risas). Creo que hablaba de la trascendencia o importancia, y si de algo me siento orgulloso es que tenemos una voz propia, una forma reconocible de decir las cosas, muy nuestra. Eso es lo más importante en una trayectoria artística, ya que el éxito viene y se va. Hay generaciones que confluyen y otras que discrepan con tu música, y hay momentos en la que está más de moda o menos. Pero lo importante es la voz propia, que se puede ir transformando. Esa identidad sí la hemos conseguido, además del aval del éxito de 30 años.
¿Cómo va esta gira de celebración, va más allá de la nostalgia?
Va muy bien, no paramos de tocar. Venimos de México, donde hemos estado un mes, y tenemos por delante lleno hasta el verano de 2025. La gira se ha alargado más de lo esperado y estamos disfrutamos mucho del poder recibir el cariño del público. Con el título, 30º Aniversario, la gente es consciente de lo hecho y del tiempo que llevamos. Nos dejamos querer, cantar y abrazar.
Parece que hay vida más allá del reggaetón.
Bueno, a mí me encanta. Es una expresión muy válida aunque nosotros estamos en otro lugar. Yo no soy latino y me puede gustar en un momento concreto, pero me identifico con otro tipo de canción.
‘Que yo no lo sabía’ es uno de sus éxitos. Ese mensaje de amor de la canción se puede trasladar a su carrera. ¿Qué no sabía, qué es lo más bonito y lo peor de subirse a un escenario? No todo es magia ¿verdad?
A veces, lo mismo que te da lo mejor lo hace también con lo peor. Llevar tantos año y tener gente a tu lado, convivir y encontrar los límites de cada uno a favor del grupo es algo que supone un gran aprendizaje. Y requiere de un gran sacrificio, incluidos momentos de dolor y pérdidas.
Otro de sus éxitos es ‘Duele’.
Claro, son las dos caras de la misma moneda. Es como la vida misma, como tener hijos; es lo mejor y cuando vienen los malos momentos, lo peor. Nosotros hemos elegido el grupo como forma de vida y nos da ambas cosas.
¿Cómo son sus conciertos en 2024, qué tienen de particular?
Lo que se celebra, 30 años, otorga al concierto un estado de ánimo especial y de celebración. No es lo mismo que presentar un disco de canciones nuevas. Sí hay algo de nostalgia y melancolía, de homenaje… Y nos permite elegir canciones que definen el paso del tiempo y el lugar alcanzado que, de otra forma, igual no tocaríamos. Y el público entiende canciones que igual no lo harían en otra situación. Son conciertos muy emocionales porque nos quieren mucho.
La de Bilbao es la única fecha vasca de la gira y Gabi de la Rosa es el cantante de los vizcainos Shinova. ¿Nos espera alguna sorpresa en el concierto?
Gabi acaba de ser papá y hemos colaborado muchas veces, pero me da palo sacarlo de casa en este momento tan especial. Me fliparía que viniera a cantar, la verdad. Y sí, lo de Bilbao es raro, porque funciona siempre, pero no demasiado bien. Ojalá se nos abran más puertas tras este concierto porque adoramos el País Vasco, nos hace sentir en casa.
Veo el timbre vocal de Gabi, más potente quizás, pero teatral, como el suyo. ¿Cree que el estilo de Elefantes y el suyo mismo se advierte en grupos actuales? Quizás la prueba esté en ese último disco grabado en Sonorama.
Gabi siempre me ha dicho que sus grupos favoritos han sido El Último de la Fila y Elefantes. Entiendo que algo habremos dejado ahí, como a nosotros y a Manolo García le afectaron otros músicos. Este disco, Elefantes y amigos, nos ha sorprendido al ver que nuestra música ha afectado a esos músicos que estuvieron esa noche en el concierto. Nos contaban del impacto de escucharnos y de qué les llamaba la atención, así que sentirse reconocido por tus compañeros es motivo de orgullo. Que Rozalén te diga que nuestras canciones le ayudaron a escribir es lo que yo decía feliz de Antonio Vega. Es otro de esos regalos del aniversario.
¿Falló alguien en ese concierto o soñó con alguien que no se concretó? Bunbury, por ejemplo, que les ayudó mucho en sus inicios.
A Enrique le echamos de menos, pero está en otra movida y viviendo en Los Ángeles. Estuvo a punto de ir a cantar con nosotros a México, pero no puedo ser tampoco porque tiene una agenda complicada. Encontraremos el momento para sacarnos esa espina aunque al final hay que poner el freno a las colaboraciones. Hemos hecho muchas y nos encantan, pero hay que descansar de ellas.
Sería especial que se sumara al disco Benjamín Prado, escritor muy ligado a la música, vía Dylan, Sabina y Leiva.
Claro, pero no puedo contar mucho sobre nuestro proyecto. Queríamos hacer un disco juntos, pero está costando encontrar el momento aunque lo tenemos casi todo hecho. No solo depende de que uno quiera, sino también de que pueda. Si no es ahora, será más adelante porque tenemos una amistad fuerte y una relación artística fluida. Serán textos compartidos, poemas recitados, canciones escrita a medias… Nada es de nadie y todo es de los dos.
A veces, le escucho y me imagino al hijo putativo de Raphael y David Bowie.
(Risas). Me lo han dicho ya alguna vez. Bowie fue un referente, y Raphael también. Quizás sí tenga mucho de ambos y lo dirás porque sus referencias son más evidentes que las de Jacques Brel, que es mi dios sagrado y venerado. Al francés no lo conoce tanta gente.
Quizás por esas referencias dispares es difícil catalogar a Elefantes.
Es un marrón para los periodistas definirnos en un estilo (risas). Ahora no choca tanto, pero antes unir a Raphael y a Bowie… había gente que se te tiraba al cuello, había más prejuicios. Los prejuicios son normales, en algunos casos porque los artistas pertenecen a un momento de la historia que no nos gusta. Pero al final hay cosas que deben estar por encima, como la sensibilidad artística. Esa guía es muy importante para mí, que escucho a alguien que no me pega mucho, pero me llega. Y ya está, y me siento afortunado por ello. A los gustos y emociones no se los puede frenar, así que me dejo llevar y quien quiera criticar que lo haga.
En la sombría ‘Mañana’, canta “quizás no haya nada por lo que luchar”.
Pero lo digo desde la duda, no desde el pesimismo. No siempre tenemos que estar bien y subir montañas. Tengo la sensación de que si estás mal, tienes que estarlo. No hay que saberlo todo, ni descubrirlo todo. Ese verso lo escribí desde un punto de vista optimista, el de no exigirnos tanto siempre y aceptar lo que somos desde el cariño. A veces, hacer es aceptar.
Luego canta “veremos qué pasa mañana”. ¿Queda todavía mucho por cantar?
Sí, seguiré siempre que siga latiendo el pulso artístico. Cuando pare lo respetaré aunque con sea con dolor. El gran movimiento es aprender a estar quieto, aprender a aceptar es la gran revolución. De momento, lo disfruto, es el camino elegido y no sabría hacerlo de otra manera. No sé si el creador se jubila (risas). De momento, estoy con ganas e ideas.
Siempre me ha dado pudor preguntar el por qué del nombre de ‘Elefantes’. Hoy lo aparto.
(Risas). Salió del azar aunque al empezar con las entrevistas nos avergonzaba decir que fue porque sonaba bien, sin más. Y nos inventamos que en la India el elefante es un animal sagrado, como para nosotros lo es la música... No es verdad, todo lo relacionado con el arte es un sinsentido. El arte es la belleza del sinsentido, el seguir la intuición, el que no todo tiene que tener un porqué. Y ahora nos sentimos identificados y orgullosos del nombre, por eso lo elegimos, y es bueno respetar ese tipo de misterios.