Casi década y media después de su última gira estatal, el grupo mexicano Los Tigres del Norte regresa para ofrecer los corridos y rancheras que les han convertido en embajadores de su país en los últimos 55 años. Este viernes recalan en el Bilbao Arena de Miribilla, desde las 20.30 horas, con entradas a la venta a partir de 40 euros y la colaboración de DEIA. “Nos dicen reyes del narcocorrido, pero solo somos narradores y cantores de lo que sucede, de los problemas de esta sociedad”, explica su líder, cantante y acordeonista, Jorge Hernández.

55 años, como The Rolling Stones.

—(Risas). Es toda una vida, sí. Y se debe a las ganas, la pasión y la dedicación con las que nos levantamos cada mañana. Tenemos la misma esperanza, entusiasmo, fe e ilusión de siempre, la que conlleva querer hacer algo en la vida. Hemos tenido éxitos y fracasos, de todo, pero esas son las herramientas para estar vigente y con ellas seguimos toda una vida este grupo de hermanos.

Se ha olvidado de la disciplina, este es un trabajo duro también.

—Es otra regla importante, tienes razón. Tampoco hay que dejarse llevar por las cosas negativas y por la gente que no te arropa sino que llega de repente y te habla al oído. Hay que hacerse a la idea de que no te van a engañar con esas cosas que te ofrecen, esos vicios como las drogas o tomar licor en exceso. Siempre hemos tratado de tener disciplina con nosotros mismos y con el público de todas las edades. Les respetamos y queremos a todos, es lo que mi padre y madre nos enseñaron.

El nombre del grupo nació de una forma muy curiosa. A ver...

—Es una bonita anécdota de cuando veníamos del rancho trabajando en ciudades de México y nos fuimos a Baja California, donde surgió la oportunidad de cantar con Estados Unidos en la prisión de Soledad. Ahí empecé a mandar dinero a mi familia cada lunes desde Telégrafos y nos preguntaron por qué. Aquel señor programaba artistas y ferias, y se ofreció a trabajar con nosotros. Y fuimos a cantar a la prisión.

Y surgieron Los Tigres del Norte.

—Fue en la frontera. Nos preguntaron que cómo nos llamábamos y como no teníamos nombre, nos lo puso él mismo. Como estábamos muy niñitos, nos puso Los Tigritos al principio, pero dijo que como íbamos a crecer, mejor Los Tigres del Norte. Y así se quedó, hasta la fecha. Lo registramos después.

El sueño de tener “una banda y un corrido” se cumplió.

—(Risas). Exactamente. Y esa historia sigue, seguimos cantando lo que nos sucede y otras historias que vemos. Cantamos historias de rancheras, cumbias, boleros, baladas, algún rock, declamaciones previas al rap y, sobre todo, corridos de diferente temáticas: políticas, de inmigración… Antes de grabar el clásico Contrabando y traición, en 1972, una historia de amor que el público convirtió en una de contrabando, ya cantábamos Vivan los mojados, en referencia a los mexicanos que cruzan al Norte. Desde esa época le cantamos a historias de todo tipo que suceden a personas de nuestro país y zonas adyacentes. De ahí esa conexión con el público, a través de sonidos que gustan a todo tipo de gente.

Les llaman los reyes del narcocorrido, pero se alejan de convertir en mitos a los cárteles y a su gente.

—Somos narradores de esas historias, solo cantores que cuentan lo que sucede. No nos involucramos en esos temas, como hacen otros, solo exponemos las problemáticas que tiene nuestra sociedad. Somos meros exportadores de las historias que vive nuestro pueblo; y la droga es una de ellas, de esas que esconden tras las cortinas pero que nosotros hacemos públicas con el canto.

Habló antes de política respecto a la comunidad latina. Llegaron a apoyar al Partido Demócrata ante la llegada de Trump.

—Claro, en las elecciones de Hillary Clinton. Trump atacaba mucho a los mexicanos y tuvimos que unirnos para hacer campaña. Hicimos un trabajo muy bonito en universidades de California, Arizona, Pensilvania, Florida, Chicago o Colorado, para invitar a la gente a votar, sobre todo a los ciudadanos jóvenes nacidos ya allí.

¿Lo volverán a hacer? Trump amenaza otra vez con llegar a la Casa Blanca.

—Hemos tratado de no involucrarnos demasiado en cuestiones políticas desde entonces, pero imaginamos que nos llamarán. Platicaremos y veremos qué se planea hacer y si entramos otra vez en ello o no. Pero queremos seguir nuestra carrera de músicos, eso es lo que somos.

En Euskadi tiene mucha importancia el acordeón, la trikitixa en nuestro caso, y también en sus corridos. Por cierto, usted toca el instrumento.

—Somos de acordeón, sí, los usamos siempre, desde el inicio. Es el corazón de nuestra música, sin él no suena a música norteña o tradicional mexicana. Es el instrumento líder desde la primera nota.

¿Cómo ven esa corriente actual de música tradicional mexicana mezclada con el género urbano que tanto éxito tiene entre los jóvenes?

—Esa moda es una ramificación de unos servidores. Hay un árbol ahí plantado y surgen brotes nuevos de la misma música que deben tener un lugar importante también. Les deseamos éxito a todos, porque repercutirá en nosotros. Eso sí, no siguen nuestra línea más tradicional. Oímos temas con historias muy ficticias e imaginarias frente a las reales que cantamos, pero les respetamos.

Peso Pluma, Junior H o Natanaal Cano son parte de su cultura.

—Sí, claro, aunque es facilito para nosotros hacer lo que ellos hacen en el sentido musical. Nuestro contenido es diferente, no nos desviaremos.

Llevaban tiempo sin tocar aquí.

—Retomamos el tiempo perdido y vemos cómo el público está contento en los conciertos que ya hemos hecho en Madrid, A Coruña o Barcelona, algunos con entradas agotadas. Espero que en Bilbao nos vaya bien, ya que tengo recuerdos muy bonitos de su ciudad. Me llena el corazón.