Andrés Lima confiesa que su propia existencia es fruto de la equivocación. “Me reconozco como un error porque no estoy bien hecho”, dice. Y, sin embargo, también celebra que no le ha ido nada mal en la vida. Quizá es este el hecho que le impulsó a enrolarse junto al actor (y en este caso productor) Pepón Nieto en el barco de La Comedia de los errores. Fletado por el eterno Shakespeare hace más de 400 años, recala hoy en el Teatro Arriaga de Bilbao para celebrar el desacierto. “Vamos a armar un fiestón que celebra la vida a través del error”, asevera el director. La juerga concluirá el próximo domingo, 7 de abril. 

Hasta entonces, el elenco dirigido por Andrés Lima y formado por Pepón Nieto, Antonio Pagudo, Fernando Soto, Rulo Pardo, Avelino Piedad y Esteban Garrido se subirá el escenario del Arriaga para interpretar seis funciones de la comedia de enredo escrita por el dramaturgo inglés y que está, a su vez, basada en Los dos menecmos del romano Plauto. La obra se sitúa en Éfeso, ciudad helena en la que recalan Antífolo y Dromio de Siracusa, amo y criado, para buscar a sus respectivos hermanos gemelos. El padre de ambas parejas de palíndromos también llega a la Polis, siendo detenido nada más pisar tierra por ser un simpapeles. Es, por ello, condenado a muerte. Sólo podrá salvarse si logra dar con los gemelos efesianos de Antífolo y Dromio, que residen en la urbe y son constantemente confundidos con sus hermanos de Siracusa. 

Un caos ordenado

A partir de este momento, se suceden una serie de acontecimientos, cada uno más disparatado que el anterior, con el que Pepón Nieto y su troupe pretenden robar más de una sonrisa al patio de butacas y provocar carcajadas. “Yo he buscado una función que nos permitiera hacer una fiesta, ese es el punto de arranque”, apunta Pepón Nieto, productor de la obra. El actor también se admira del trabajo que ha realizado Lima, el director, que define como “un juego metateatral muy, muy divertido donde todo funciona como un reloj”. La precisión quirúrgica con la que se ha planteado el libreto choca con el desorden que percibe el público. “Al principio no se enteran de nada”, precisa Lima. Pero este es un caos ordenado, según Antonio Pagudo (Javi en La Que Se Avecina). 

“No sólo hacemos varios personajes, sino que, a veces, nos ponemos en la piel de nuestro antagonista”, destaca Pagudo, que alterna los papeles de los dos Dromios, el de Siracusa y el de Éfeso. Reconoce que se sintió absolutamente perdido cuando afrontó este proyecto. No sabía cómo iba a levantar la obra. “Fue mágico cuando Andrés [Lima, el director] generó un camino base en el que ahora nos sentimos super fuertes. Organizó un caos organizado, un reloj que a veces da las horas de manera diferente”, describe. En el mismo orden de cosas, Lima subraya que los actores tienen que hacer doblete porque Shakespeare planteó la pieza para un elenco de 12 intérpretes. “Ha sido un reto. Cuando empezamos a hacer el reparto nos dimos cuenta que el idóneo es este. Pero sólo éramos seis. Y, pese a esto, apostamos por contar así esta historia”, explica el director. De esta manera, el público asiste a cómo “una compañía de actores malabaristas” se las apaña para llevar a cabo una misión imposible, al menos, a juicio de Lima. 

“Ese mirarnos al espejo, que nos deforma, y que nos podamos reír de la imagen que nos devuelve es parte de la filosofía de esta función”

Andrés Lima - Director teatral

Los seis intérpretes reivindican, en clave humorística, la importancia de equivocarse. Según la obra, “la verdad y lo correcto le debe su existencia a lo falso y al error”. Al hilo de esta idea, Antonio Pagudo apunta que el error es lo que permite la evolución personal. “Nos hace salir de nuestra zona de confort y ver otras realidades”, precisa. A su manera de entender, la obra en sí misma es una reflexión sobre “ponerse en el lugar del otro”. “Es el leitmotiv de la función, algo que se menciona varias veces a lo largo del espectáculo”, cuenta. A lo largo de este, los actores también rompen la cuarta pared e interpelan a los espectadores. En ese momento, según Pagudo, dejan de ser intérpretes, meros transmisores del alma de los personajes, para ser ellos mismos. “De ahí se desarrolla toda la historia, la de dos hermanos que no se conocen y uno de ellos entra en la vida del otro para colocarse en su posición”, indica. Ahora, este no es el único mensaje que pretende transmitir la comedia. De manera paralela, el enredo hace una apología de la diferencia, de lo distinto en mayúsculas, ya sea en términos sexuales o ideológicos. “Hay una absoluta libertad para dejar que el ser humano se desarrolle como él siente que es”, reivindica Andrés Lima, quien también invita al público a tomarse la vida con humor. “Ese mirarnos al espejo, que nos deforma, y que nos podamos reír de la imagen que nos devuelve es parte de la filosofía de esta función”, admite.

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El aderezo: la música

La reivindicación del error y la exaltación de lo diferente forman un pastel que tiene la fiesta como base. “Es el elemento que nos unifica y nos convierte en una sola luz”, detalla Pagudo. Y el aderezo de la tarta es algo que no puede faltar en ninguna celebración: la música. “En las obras del Siglo de Oro eran habituales las orquestillas. Y, en nuestro caso, esa orquestilla es Esteban [Garrido]”. El músico pincha en directo una amalgama de músicas electrónicas, que van desde el deep house hasta el hard techno, y las combina con melodías tradicionales de los balcanes. “Hemos montado un chiringuito en mitad del escenario, con un DJ que pincha y cervezas para beber”, indica, jocoso, Nieto. Asimismo, el actor recuerda que el horario de la obra da pie a “tomar unos pintxos” al salir del teatro. “Y así, comentar la jugada”, zanja el productor.