La investigadora asturiana estudió Conservación y Restauración de Bienes Culturales y es doctora en Ciencia e Ingeniería de Materiales por la universidad Carlos III de Madrid y el Instituto de Geociencias (CSIC, UCM). Ha llevado a cabo su investigación en países como México, Hungría, Estados Unidos y Alemania. Desde noviembre trabaja en el CICnanoGUNE, dentro del grupo de Nanomateriales.

¿Qué supone recibir esta beca?

—Es una oportunidad única para establecer un equipo de investigación, que en mi caso está especializado en el desarrollo de estrategias innovadoras para la conservación del patrimonio cultural. Digamos que este apoyo nos ayudará a impulsar la creación y ejecución de un proyecto de investigación de vanguardia.

La beca es para desarrollar recubrimientos protectores con el objetivo de conservar el patrimonio cultural. ¿En qué consiste?

—Queremos trabajar en capas protectoras del patrimonio construido con dos efectos principales: que tengan capacidad de autorrepararse ante daños, manteniendo así su integridad y eficacia protectora; y la resistencia al ataque de microorganismos que suelen acelerar el deterioro de los materiales. Buscamos capas multifuncionales que sean durables, ofreciendo así una protección prolongada y eficiente de los tesoros culturales.

¿De qué material sería la capa?

—Trabajamos en monumentos y la capa tiene que ser compatible con el sustrato a tratar, que en este caso es la piedra. La idea es que la propia capa sea una composición lo más similar posible al material pétreo que se quiere tratar.

Su investigación, por tanto, está centrada en el patrimonio arquitectónico.

—Sí, se centra en los edificios ya existentes, aunque los hallazgos pueden extenderse al ámbito de la ingeniería civil moderna. Existe una distinción clara en la metodología aplicada: al tratar con monumentos antiguos, la prioridad es mantener su estética y esencia histórica. Los recubrimientos desarrollados deben ser extremadamente delicados y compatibles con los materiales originales, garantizando así la preservación sin alterar su apariencia. La durabilidad y efectividad de estos recubrimientos es fundamental. En proyectos de construcción actuales, los materiales innovadores que diseñamos deben ser igualmente compatibles, aunque la flexibilidad en términos de estética puede ser algo mayor. En ambos campos, la meta es proteger y prolongar la vida de las estructuras de manera eficiente y sostenible.

¿Qué le llamó la atención para abrir esta vía de investigación?

—Mi trayectoria académica y profesional siempre ha estado muy ligada al estudio y preservación del patrimonio cultural. Incorporarme al grupo de Nanomateriales de CIC nanoGUNE y recibir esta beca considero que es una preciosa oportunidad para aportar a este campo, porque me permite contribuir a la protección de nuestro legado cultural con nuevas herramientas y conocimientos.

¿Se marca plazos en esta investigación?

—Está en su fase inicial, pero esperamos que salgan ideas bastante prometedoras. Nuestro enfoque multidisciplinario, que incorpora la experiencia de conservadores, físicos y químicos, nos coloca en una posición fuerte para contribuir con soluciones significativas a los desafíos que enfrenta la sociedad en la conservación del patrimonio. Este es el corazón de nuestra labor investigativa. Estoy confiada en la viabilidad de nuestros objetivos y en la capacidad para alcanzar resultados.

¿Qué supondría conseguir algo como lo que persigue?

—Lograr avances en esta área de investigación tendría un impacto profundo. La aplicación exitosa de los materiales que desarrollamos, que demuestren proteger y prolongar la vida de los objetos históricos, sería extraordinariamente gratificante. Imaginar el potencial de estos materiales para preservar piezas fundamentales de nuestra historia es emocionante, y cuando esos resultados se materialicen, la satisfacción será indescriptible.

Una característica que llama la atención de la capa protectora es que tendría propiedades autocurativas.

—Sería comparable a cuando te haces un corte en la piel y la herida se termina cerrando. Buscamos ese tipo de acción, de modo que si el recubrimiento sufre algún daño, sea capaz de responder dinámicamente al ambiente para sellar y reparar esa grieta o fisura.

¿Cuáles son los enemigos del patrimonio construido?

—Hay varios agentes: la constante batalla contra la humedad, las sales, la agresión de la contaminación atmosférica... también los cambios de temperatura, cuando hay ciclos de hielo y deshielo. Imagina el agua entrando por los poros de la piedra y luego se expande al congelarse, fracturando la estructura interna. Y luego están los ataques biológicos por hongos y bacterias, por ejemplo, que pueden acelerar el deterioro. Por eso la capa tiene que ser antimicrobiana.

Esta vía de investigación también se podrá aplicar en la nueva construcción.

—Sí, integrar estos nuevos recubrimientos protectores en construcciones nuevas no solo puede preservar la integridad estética y estructural de los nuevos edificios, sino también mejorar su resistencia a largo plazo frente a factores ambientales y biológicos. Esto representaría un salto hacia adelante en la durabilidad y sostenibilidad en el campo de la construcción. l