Pese a la ruidera televisiva que rodeó el caso de La Manada en los Sanfermines de 2016 y el tsunami que provocó en las calles la sentencia de la Audiencia Provincial de Nafarroa que calificó los hechos como abuso sexual con prevalimiento y que generó los mimbres del primer MeToo en el Estado español, los directores Almudena Carracedo (Madrid, 1972) y Robert Bahar (Filadelfia, EE.UU., 1975) pudieron investigar, entrevistarse y grabar en silencio durante más de tres años una película que hasta ahora era un secreto. A la vista, queda por tanto, que ese cuidado por hacer bien las cosas, con rigor y ausente de decibelios, se extiende desde la documentación hasta el último detalle de las escenas de esta película documental No Estás Sola: La lucha contra La Manada, que el viernes se preestrenó en los cines Golem Baiona, de manera exclusiva en tres sesiones diarias hasta el jueves 29 de febrero. Los directores compartieron un coloquio en la sesión de la tarde a las 19.30 horas y Netflix hará el estreno mundial de la película a partir del 1 de marzo. La plataforma presenta la película como “una sobrecogedora deconstrucción del caso que generó el primer #MeToo español. Con el punto de partida de la agresión sexual que sufre una joven en los Sanfermines del 2016 por parte de cinco hombres que se autodenominan La Manada, el largometraje transcurre de la mano de las palabras de las víctimas supervivientes -con Natalia de Molina y Carolina Yuste como narradoras- y de personas cercanas a los hechos que comparten sus testimonios por primera vez”. 

El largometraje va entretejiendo tres hechos, el caso de Iruñea, la agresión sucedida en Pozoblanco -cometida por cuatro de los mismos acusados- y el asesinato de Nagore Laffage en 2008, hasta llegar al primer #MeToo español, cuando en 2018 un millón de mujeres y jóvenes apelan al poder de la sonoridad, toman las calles al grito de “Yo sí te creo” y extienden el hashtag #Cuéntalo en redes sociales. A través de esta historia, No Estás Sola: La lucha contra La Manada expone, gradualmente, las costuras del machismo en la justicia, los medios y la sociedad, arrojando luz sobre la violencia sexual que viven a diario muchas mujeres y la responsabilidad individual y colectiva hacia este problema universal.

Después de un trabajo con miles de horas de investigación previas, se les queda alguna pregunta por hacer o alguna por responder.

Creo que en el caso de toda aquella persona a la que entrevistamos, como es tu caso, pudisteis experimentar lo que suponía este trabajo, en el que nuestras preguntas eran increíblemente exhasustivas. En ellas se contenían muchos detalles de la instrucción, del juicio y de todo el caso. No se nos quedó nada por preguntar, pero lo importante era juntar todas esas horas de entrevistas para intentar destilar qué era la información necesaria para contar y cómo crear un hilo narrativo a partir de ahí. Es una película que une las herramientas propias del cine con un trabajo riguroso de investigación en el que nos encontramos con 60 horas de entrevistas, 50 horas de material audiovisual y casi mil horas de material de archivo. Poco a poco, en el proceso de elaboración descubrimos que ese mosaico era la forma en la que iba a funcionar esta película. Cada persona cuenta su capítulo de la historia. Empezamos por la Policía, pasamos a las trabajadoras sociales que atendieron a la víctima, a la investigación judicial. Con esa forma de mosaico empezamos a recoger muchas piezas que había que conectar y hacer otra vez el relato. Era importante retomar el relato, porque lo que había permanecido, al menos en el formato televisivo, era el relato excesivo de los abogados de la defensa. Por eso nuestro interés era contarlo desde el punto de vista de las personas supervivientes. De hecho, hay una escena que resulta clarificadora de esto que hablamos. Es una secuencia en la que un abogado de la defensa sale del juicio (cuyas sesiones se celebraron a puerta cerrada) y cuenta a los medios que tras los testimonios de los testigos que habían comparecido en esa sesión se había demostrado que todo había sido consentido. Y cuando realmente observas lo que ocurrió dentro del juicio, en la sala de vistas, te das cuenta de la distorsión que se generaba cuando ese defensor trataba de extender ese relato. De ahí la importancia de contar la historia desde dentro y hacerlo a través de aquellas personas que no lo habían contado hasta ahora. No son dos versiones. Es la versión de los hechos probados. Esa era nuestra guía.

Por tanto, supongo que su objetivo era batallar ese mantra que se extendió a lo largo del proceso, en torno a una visión extendida del caso a partir de los intereses de la defensa que no concordaba con lo que ocurría realmente.

Estamos de acuerdo en que todo el ruido, sobre todo televisivo, generado a partir de las declaraciones del abogado de la defensa (Agustín Martínez Becerra), era una versión que trataba de generar dudas. Y por ello los hechos probados de la sentencia, lo que realmente la Justicia ha reconocido, quedaron anegados por toda esa avalancha de detalles innecesarios que se proporcionaban por la defensa para ampliar esas dudas. De ahí que tratáramos de juntar todas las piezas de ese mosaico para contarlo desde dentro. Hemos contado la historia sin las imágenes de lo que ocurrió entonces, sin detalles que contribuyan al morbo o dañen a las personas supervivientes. No nos importaba el cómo había ocurrido, sino el por qué. 

Creen que el hecho de que el juicio se celebrara a puerta cerrada y de que, por tanto solo se conociera en algunos medios la versión que se encargaba de ofrecer la defensa, supuso un inconveniente para conocer la verdad.

Para nosotros es difícil opinar sobre cómo debe ser el tratamiento jurídico de un juicio así. Lo que consideramos importante es pensar cuál es la reacción de los medios en esa situación y si se debe prestar la misma atención a cualquier cosa que se diga sobre el caso y hay que priorizar que se debe tratar de forma respetuosa a todas las personas implicadas. Es importante no revictimizar a las víctimas. Hay que hacer una reflexión. También creemos que ha habido una evolución en el tratamiento de los casos desde lo que ocurrió.

Desde el inicio, en el punto de partida en el que empezaron a trabajar sobre este caso, ¿qué han aprendido acerca de la realidad vivida?

Cuando te enmarcas en una investigación tan larga como la de este caso desde luego que descubres cosas que te sorprenden. Teníamos una visión incompleta de la historia. Esto ha supuesto un viaje a nivel emocional. La historia teje a su vez tres historias, la de las supervivientes de Sanfermines, de Pozoblanco y el crimen de Nagore Laffage en 2008. Queríamos subir a vista de pájaro para observar la universalidad de la violencia sexual que sufren las mujeres. Entender la magnitud de ese fenómeno del que estamos hablando ha sido sobrecogedor y doloroso.

No pensamos en realizar una película sobre un caso. Al final hay tres historias y existe una secuencia en la que vemos los antecedentes y detonantes que ya existían en la sociedad española sobre la violencia sexual. Las manifestaciones que se produjeron en la calle a raíz de que se conociera que el tribunal había admitido el informe de los detectives de la defensa que espiaron a la víctima y la reacción a las distintas sentencias que hubo hasta el Supremo vimos que no eran en realidad una reacción sólo por lo que acababa de pasar, sino que eran la manifestación de un hartazgo, una reacción, una gota que colmaba el vaso. 

(Robert) Como hombre no había entendido todas esas cosas que mi madre, mi hermana o mi prima habían vivido por el hecho de ser mujer. Y esto te cambia la perspectiva. La experiencia de ver una película de 100 minutos que aborda esta realidad es algo que tiene un enfoque universal, porque esto ha pasado en todos lados.

¿Por qué creen que lo cambió todo?

Esa pregunta te la hicimos a ti, y a toda la gente que entrevistamos para el documental. Es difícil de entender por qué un caso concreto se convierte en el catalizador de todo lo que ha ocurrido antes. Ese hartazgo del que hablábamos, el hecho de que coincidiera prácticamente en el tiempo con el fenómeno del #MeToo, el hecho de que ocurriera en el caso de Pamplona en una ciudad con una gran concienciación en políticas públicas que habían trabajado este asunto desde hacía años... Hay muchos elementos que intentan explicar el por qué se convierte en ese catalizador, pero no se trataba solo de buscar el por qué sino de arrojar luz sobre el caso. Como dice un policía foral al que entrevistamos, en un hecho como este no gana nadie, todos salen perdiendo.

¿Qué perspectiva tienen de que el caso ocurriera en Pamplona en plenos Sanfermines?

Para nosotros era muy importante hablar de los protocolos y de la concienciación existente en Pamplona sobre la violencia sexual. Es un ejemplo para todo el mundo. El hecho de que los agresores fueran arrestados tan rápido, el acompañamiento que se ofreció luego a la víctima, la investigación de los hechos... Pamplona queda como un ejemplo a seguir de la respuesta que hay que dar cuando ocurre un hecho así, que ocurren en todas las fiestas del mundo. Al ver la película, también se hace un énfasis del tejido cultural, folklórico, social y familiar de los Sanfermines. Queda un gran retrato de Pamplona.