Si se combina en un estudio el vacío de Oteiza, el minimalismo de la música clásica, el folk de cámara y un aderezo final con especias de aire irlandés, el resultado de la atractiva pócima, casi íntegramente instrumental, es Pause (Forbidden Colours), el debut en solitario de Xabier Zeberio, exOskorri y líder de Alos Quartet, en el que nos solicita “una pausa” en Durangoko Azoka. “Me gusta nadar en aguas diferentes”, asegura el gipuzcoano sobre el eclecticismo de un álbum sosegado y reparador que está disponible en formato vinilo y compacto.

La música vasca de los últimos 25 años no sería la misma sin la aportación, entre las sombras pero tan vital como necesaria, de Xabier Zeberio. Insufló virtuosismo y un aire regenerador a la última etapa de Oskorri y sus composiciones y dominio del nickelharpa, desde la agrupación Alos Quartet, han otorgado un manto sugerente a la obra de Dulce Pontes, Esne Beltza, Piratas, Oskorri, Olatz Zugasti, Ken Zazpi, Benito Lertxundi, Kepa Junkera, Carlos Núñez, Markeliñe, Aukeran Dantza Konpainia, Antton Valverde…

Mientras esperamos ansiosos en 2024 el nuevo paso del cuarteto, que Zeberio ya nos anunció tras la antología en directo 20 urte zuzenean, el tolosarra acaba de debutar en solitario con Pause, un disco indisolublemente ligado a las atmósferas creadas por el músico y productor vizcaino Aitor Etxebarria en recientes bandas sonoras como El cuerpo en llamas o Intimidad, y que en Pulse oficia como productor.

Trabajo con nueve composiciones grabadas en los estudios Mala de Bilbao, los Elkar gipuzcoanos y los Solana de Tolosa con el técnico Jean Phocas encargándose de las mezclas, Pulse “refleja lo que soy como músico”, según Zeberio, cuya propuesta siempre se ha movido ajena a las etiquetas. “No creo en ellas”, asegura un músico que bebe de las fuentes del folk , la música clásica, el pop, el jazz, la world music… “Me gusta nadar en aguas diferentes”, aclara.

Zeberio hace apología de “la quietud” y la pausa frente al vértigo con el que nos movemos actualmente. La escucha de Pulse ofrece un remanso de paz que nos anima a detenernos, reflexionar, mirar nuestro interior y apostar por la esencia, lo básico y realmente importante. En palabras de Harkaitz Cano, un disco “intimista y sosegado, profundo, y a su vez levitativo”, que el escritor liga al vacío de Oteiza y al minimalismo nórdico, el que prescinde del atrezzo y se acerca a las bandas sonoras.

Minimal e instrumental

Disco casi íntegramente instrumental a excepción de Ò chuas anoir, concesión al folk irlandés a través de la voz de Liam O´Maonalí, Pulse es un disco de compás quedo, casi conceptual en su ritmo contenido. Un disco que acaricia, alejado de la cadencia marcada y vertiginosa, enfrentado en lírica metáfora al compás social del siglo XXI. Sin dejar nunca de lado el señuelo de la melodía embriagadora, Zeberio se rodea de colaboradores en un disco en el que “he trabajado muy intensamente el último año”, nos explica, junto a Etxebarria, con su piano y creador de sonidos de tibia electrónica como el del tema Pause.

Casi siempre minimalista y con las notas justas, alterna la desnudez de Lautadako valsa e Irail dantza pianorako, donde las teclas de Iñar Sastre recuerda a los pasajes más líricos de Nightnoise, con el guiño paterno a su hijo Markel, que toca el violonchello, y la presencia de Alos Quartet en un repertorio que bebe del folk –del vasco en Non zira y del exterior y exótico en Salento, con su arpa celta–, y de la música de cámara en Urak dakarrena. El viaje nos traslada a una galaxia lejana con la excelsa melodía de Grabitate zero. Y nos deja allí, suspendidos y emocionados. Como diría Cano, “puro estremecimiento sin truco”.