Él era Hollywood. En los años dorados de la industria del cine, David O. Selznick fue el productor más famoso de la meca del cine. Selznick puso en marcha una gigantesca maquinaria de producción y publicidad, para crear la película más famosa de todos los tiempos, Lo que el viento se llevó. Sólo su determinación casi titánica logró que el proyecto se completara.
El rodaje fue un auténtico desastre. Selznick decidió frenarlo en seco para poder reconducirlo y que la película no dejara de ser la que él siempre soñó. Pero el tiempo corrió en su contra y cada segundo de parón le costó una auténtica fortuna.
Acompañado de su infalible secretaria, la Srta. Poppenghul, decidió convocar en su oficina a dos grandes de la época para intentar resolver la situación: su gran amigo y excelente guionista, Ben Hetch y el talentoso, aunque de carácter imposible director, Víctor Fleming.
Ninguno de los dos apostaban por este folletín ambientado en la guerra civil norteamericana y protagonizado por una heroína como Escarlata O’Hara, engreída y de moral dudosa. Ambos intentaron persuadirlo de su error una y otra vez, pero les fue imposible. Durante cinco días, se encerraron y se mantuvieron a base de plátanos, cacahuetes y café mientras sacaban adelante el filme. Lo demás ya es historia del cine.
El actor Gonzalo de Castro interpreta al productor cinematográfico en Plátanos, cacahuetes y lo que el viento se llevó, que el teatro Arriaga representa desde hoy, jueves 14 de septiembre, hasta este domingo día 17. Una obra que homenajea al Hollywood dorado y narra unos hechos reales que ocurrieron durante el rodaje esta mítica película, y que supone una adaptación del texto de Moonlight and magnolias, de Ron Hutchinson. Versionar esta adaptación ha permitido a José Troncoso abrir las puertas de la trastienda del propio teatro y permitir que el público acceda a los intríngulis que conlleva un proceso de creación. Bajo su dirección, actúa un reparto integrado por cuatro intérpretes de primer nivel como son, además de Gonzalo de Castro, Pedro Mari Sánchez, José Bustos y Carmen Barrantes. Al recrear sobre el escenario un plató cinematográfico del Hollywood dorado de aquellos años, el público podrá ver que oculto tras ese barniz deslumbrante se escondía la tremenda fragilidad de estos cuatro personajes.
Alta comedia
La obra detalla ese encierro “y el trabajo titánico y agotamiento de los tres, que eran personajes de carácter difícil, pero con una energía extraordinaria. En el caso de Selznick, se trataba de un tipo insoportable, jugador y alcohólico, que se estaba dejando parte de su fortuna en el rodaje de la película y que tenía auténtica pasión por el cine”, explica Gonzalo de Castro, quien ha definido esta obra como “alta comedia. Es mucho más que carcajeo, es muy inteligente y divertida. Toca también el gran problema del antisemitismo que se vivió en Estados Unidos cuando los judíos tenían prohibido crear empresas. Era una manera de anularlos y hacerlos invisibles, así que lo que hicieron fue entrar en el mundo del entretenimiento y se dedicaron al cine. Empezaron a levantar edificios en Hollywood, a inventar una imagen y a vender a los americanos un sueño de lo que es el espectáculo, lo que todos conocen como el sueño americano”.
Más allá de la comedia, explica De Castro, “es un texto profundo y tierno con momentos muy particulares. Creo que es un espectáculo muy bueno. Espero que el público de Bilbao que es generoso y culto, disfrute con él”.
En el fondo, Plátanos, cacahuetes y lo que el viento se llevó es un homenaje a esa época dorada de Hollywood en la que estaba todo por hacer y tenían un ejército de guionistas. “Entre todos ponían ilusión, esfuerzo y trabajo”, asegura el actor. Una forma muy diferente de trabajar hoy en día con la irrupción de las plataformas. “Bienvenidas sean, porque son una cantera extraordinaria de trabajo, son las que mandan, tienen todo el dinero del mundo. Como actor de televisión o cine, el día que te llamen tienes que estar disponible, porque si no, estás fuera de la foto. Los que somos obreros de este trabajo tienes que aceptar lo que te manden, se acabó eso de negociar cachés. Pero así todo, bienvenidas sean, porque dan mucho trabajo a la profesión. Yo ahora vengo de rodar con Netflix, lo que es maravilloso ”.
Algo que no ocurre con el teatro: “No te lo puedes bajar de internet, tienes que venir, es como una liturgia: te preparas, entras en la sala, apagas el móvil, estás en comunión con un grupo de personas que no conoces, se cierran las luces, ves a los personajes, dejas que te cuenten una historia... es magia, una experiencia maravillosa”.
De cara al futuro, Gonzalo de Castro tiene previsto participar en una serie de una plataforma y en otra obra de teatro con Lluis Pasqual. “Tengo la fortuna de trabajar bien, no me puedo quejar. Este año se ha empezado a mover algo en el teatro, porque la pandemia fue demoledora para los actores, hay compañeros que no han trabajado ya más y compañías que ya no levantarán cabeza”.