Primero fue un guion radiofónico, luego una novela, más tarde una película y ahora una obra de teatro. El viaje a ninguna parte es una de las más hermosas declaraciones de amor al viejo oficio del actor jamás escrita. Ramón Barea ha cogido la exitosa novela y posterior película de Fernando Fernán Gómez, que ha sido adaptada al teatro por Ignacio del Moral, y ha construido una obra muy cuidada, que mantiene la esencia del original y el espíritu de su autor. Como recuerda el actor y director bilbaino, “la novela en la que se basa la obra está hecha por un cómico, hijo de cómicos, criado entre cómicos y sabe de qué habla, cómo habla, por qué habla. Tiene memoria. Tiene vida. Estas cosas solo se entienden si se viven, por eso invitamos al espectador a este viaje. Es solo teatro, aunque tiene veneno, el teatro tiene veneno”.

La obra, que es una coproducción del Arriaga y del teatro Fernán Gómez, de Madrid, se podrá ver a partir de este viernes en el Pabellón 6, donde estará en cartel hasta el próximo 17 de septiembre. 

El viaje a ninguna parte constituye un doble homenaje: al propio Fernán Gómez y al teatro y a una forma de vida asociada a él que ha desaparecido. Es un drama agridulce sobre la memoria, la resistencia y, sobre todo, sobre el arte del teatro en su forma más pura, la de las compañías itinerantes. 

La novela de Fernando Fernán Gómez, publicada en 1985, cuenta cómo era la vida de una compañía de teatro ambulante que viaja por los pueblos de Castilla-La Mancha en los años 50 y cómo deben adaptarse a las circunstancias de la época, hasta que los cines le van restando protagonismo. Una crónica del cambio de los tiempos, de la desaparición de una forma de ejercer la profesión, arrinconada por el auge del cine, la radio y otros entretenimientos, y también un retrato de la vida rural en plena dictadura franquista, en unos tiempos de hambre, miseria y pobreza espiritual y cultural, poblado por unos personajes, medio artistas, medio pícaros, que aman y odian su oficio a partes iguales. “El texto está lleno de humor, melancolía y humanidad; es un homenaje al teatro y a los cómicos, que fue llevado al cine, pero que, por la naturaleza de su argumento, encuentra en él su destino natural”, explica el autor teatral donostiarra Ignacio del Moral.

Ramón Barea dirige y actúa en la obra. BORJA GUERRERO

Elenco

Ramón Barea, que también dirige la función, encarna a don Arturo, el patriarca de los Galvanes y primer actor de la compañía, un hombre entrañable y con el veneno del teatro en las venas. Precisamente, el primer grupo de teatro independiente del actor bilbaino se llamó en los 70 Cómicos de la Legua y reivindicaba la itinerancia y los nuevos circuitos alternativos. Sus inicios fueron en una furgoneta ambulante, junto los demás miembros de esta compañía: Itziar Lazkano, Álex Angulo, Felipe Loza, Loli Astoreka, Ramón Velasco... “Éramos unos críos, inscribimos en el registro civil de Bizkaia una asociación de teatro que se llamaba Cómicos de la legua, nombre con el que se denominaba en siglos anteriores a los miembros de compañías ambulantes, ya que debido a la mala reputación de la profesión teatral, se les obligaba a acampar a una legua de las murallas de la ciudad. Tuvimos que hacerlo para poder hacer teatro porque, por aquel entonces, empezaban a prohibir y a exigir una cierta legalidad para actuar en los barrios”, explicaba Ramón Barea.

Su hijo en la obra, Carlos Galván, está interpretado por Patxo Telleria y Mikel Losada interpreta al nieto, Carlitos Galván; Diego Pérez, a Sergio Maldonado; Itziar Lazkano, a doña Julia, la primera actriz; Olatz Ganboa, como una pizpireta Rosa del Valle; e Irene Bau, el papel de la majestuosa Juanita Plaza. Completan el reparto Diego Pérez y Adrián García de los Ojos. La coreografía está diseñada por José Ibarrola, el vestuario es de Betitxe Saitua y la música de Adrián García de los Ojos. 

Ramón Barea llegó a trabajar con el propio Fernando Fernán Gómez en la obra Vivir loco, morir cuerdo, en la que hacía de Quijote. Fue en 2003 en la casa del polifacético creador en Algete (Madrid), después de “una larga tertulia muy agradable” cuando Fernán Gómez le ofreció el papel protagonista.