Acaba de publicarse Gipsy Power, un disco recopilatorio que sirve perfectamente como banda sonora del último y exitoso cine quinqui que se está haciendo en el Estado. El espíritu de El Vaquilla, El Torete o El Cacheiro santurtziarra está vivo en las nuevas generaciones y las canciones, ahora recuperadas, de Los Chichos, Las Grecas o Los Chunguitos, entre otros, siguen fascinando a los millenials, incluidos a estrellas de éxito actuales como Rosalía y C. Tangana.

El dúo Las Grecas se hizo un mito con ‘Te estoy amando locamente’.

El dúo Las Grecas se hizo un mito con ‘Te estoy amando locamente’.

La antología Gipsy Power se presenta como “mucho más que un disco”, como “la banda sonora del cine quinqui”, al reagrupar algunas de las canciones más conocidas que han coloreado desde hace décadas las imágenes de esas películas de extrarradio, heroína, asaltos, sexo urgente, cárcel y robos de coches. Esta música y esas películas ilustraron una época, la del final de la dictadura, la transición y el principio de la democracia. ¿Quién no recuerda a El Vaquilla, El Jaro, El Torete o El Pirri? Y, en nuestro ámbito geográfico, a los macarras que asolaron Ezkerraldea y Otxarkoaga en la misma época.

Portada de los discos. SONY DSC

José Antonio de la Loma y Eloy de la Iglesia, este último también personaje protagonista de las historias que contaba detrás de la cámara, fueron los principales directores del llamado Cine Quinqui, que cuenta con decenas de títulos. El Oso de Oro conseguido en Berlín por Carlos Saura en su indagación en el género con su filme Deprisa, deprisa (1981) encumbró a esta particular manera de contar y narrar la historia de miles de supervivientes anónimos de la periferia de las grandes urbes.

La antología puede verse como una celebración musical del Cine Quinqui. Impulsado por David el Indio, batería y percusionista del exitoso grupo indie Vetusta Morla, y con textos de José Manuel Gómez Gufi, esta banda sonora incluye canciones fundacionales, números uno, algunos fracasos y hits ocultos. Música hecha por artistas con un inmenso talento que fueron llevados al estudio por productores que vieron en ellos el poderío de sus cualidades.

Son 24 canciones, auténticas superproducciones que oscilan entre el rock, el funk, la música disco y la rumba. Suenan Los Chichos con Quiero ser libre, Las Grecas con Achilipú, Los Chunguitos con Soy un perro callejero o Los Chorbos, con Vuelvo a casa. Y también Manzanita, Los Amaya, Los Rumberos Catalanes, Toni El Gitano, Morena y Clara, Amina, Remedios Amaya, Lole y Manuel, El Luis, Los Golfos, Mundo Gitano, Los Marismeños...

“Este proyecto pretende poner al frente la actualidad, la modernidad y la riqueza de esta música, tanto por su calidad como por la potencia y la autenticidad con la que retrata un momento social e histórico único de nuestro país. Acercarse a un público amplio que va desde los nostálgicos a las nuevas generaciones que redescubren en el cine y la música quinqui el acervo transgresor que conecta con sus inquietudes”, explican desde el sello Universal, que ha organizado un maratón de películas, conciertos y charlas centradas en el tirón actual de este tipo de cine.

La fascinación que lo quinqui sigue como una tendencia popular aupada por algunos de los artistas más exitosos y recientes del panorama estatal como C. Tangana, Rosalía, Derby Motoreta’s Burrito Kachimba o Sweet Barrio. En el ámbito audiovisual han aparecido propuestas como la película Las leyes de la frontera, de Daniel Monzón, basada en la novela homónima de Javier Cercas, el documental Quinqui Stars, de Juan Vicente Córdoba, protagonizado por el también músico El Coleta, o la película Criando ratas, de Carlos Salado.

Macarras vizcainos e ibéricos

Una historia de España a través de sus leyendas callejeras es el último libro de Iñaki Domínguez, en el que ofrece una mirada canalla al macarrismo estatal desde los años 60, profundizando en sus modalidades peninsulares, desde los quinquis de Barcelona inmortalizados en el cine hasta los macarras bilbainos, pasando por la Ruta del Bakalao del Levante, las Tres Mil Viviendas de Sevilla, su incidencia en la Movida Madrileña o los raperos del sur de Madrid. Y lo hace con las voces y relatos de los propios protagonistas.

El libro dedica un capítulo específico a Bizkaia, titulado Mucha policía, poca diversión, parafraseando a Eskorbuto. “Bilbao fue una ciudad macarra, aunque ya no lo sea desde hace años”, escribe, debido al impacto de la droga –que “hizo esfumarse el activismo obrero”– y del punk, que “no deja de ser una forma de rock macarra”.

El libro contrapone Ezkerraldea, “la zona más depauperada”, y Eskuinaldea; la devastación que causó la heroína; los recelos causados por el Poblado Dirigido de Otxarkoaga, repleto pobres y emigrantes que dejó macarras como El Reyes, El Fofi o El Pirolo, luego sustituidos en Santurtzi por el famoso El Cacheiro, o el establecimiento de los camellos africanos en sustitución de los gitanos, en los 80, principalmente en el barrio de San Francisco.