El anhelo de ir un paso más allá es el motor en todo proceso de investigación. Lo sabe el dramaturgo Jokin Oregi, que ha consagrado los últimos años a explorar el terreno de la inexpresividad para ahondar en el constante deambular entre sujeto y objeto. El resultado ha sido la máscara cero, un término acuñado por él mismo y aplicado en su última obra de teatro. En Ama, la terrible belleza, última propuesta para adultos de la compañía Marie de JonghAma, la terrible belleza, todos los actores cubren su cara con una máscara. "Carece de cualquier vestigio que humanice, como pueden ser los ojos, la nariz o la boca", explica el director sobre esta obra que pretende ser un homenaje a las madres y al papel que ejercen en los cuidados. Tras su estreno en el Teatro Barakaldo la semana pasada, la transgresora obra podrá verse este fin de semana en el Teatro Arriaga.

"Cada vez tengo más claro que necesito tiempo para trabajar a fuego lento. Nosotros no hacemos adaptaciones de textos, partimos de cero con una idea que va cogiendo fuerza y cuerpo", expone el dramaturgo, quien revela que el planteamiento es anterior a la pandemia que ha obligado a cubrir media cara a toda la población. "Con la máscara cero, que va más allá de la neutra, empezamos a probar poco a poco", indica Oregi, antes de matizar que pudieron testarla con público, ya que el espectáculo se hizo durante una residencia en el Teatro Barakaldo. "Cuando la máscara nos abrió este mundo para contar las cosas nos dio una clave importante: nos hizo objetos a los personajes. Parecemos marionetas", revela sobre la máscara que se compone de gasas superpuestas.

La compañía Marie de Jongh se caracteriza por renunciar al uso de la palabra. Este espectáculo no es una excepción, aunque emplean ciertos vocablos poéticos proyectados. "Siempre es muy importante lo que se dice, pero es más importante lo que se hace. Nos valemos de la acción, del gesto, de la imagen", afirma el dramaturgo, que también actúa en la obra junto a Ana Martínez, Javier Renobales, Anduriña Zurutuza, Maitane Sarralde, Joseba Uribarri y Amets Ibarra. "Buscamos la escena que sintetice eso que queremos contar", indica Oregi sobre este espectáculo "de gran formato", con escenografía de Elisa Sanz e Ikerne Giménez, que ha supuesto un reto en todos los niveles.

LOS CUIDADOS

El protagonista de la obra vive en un loft reconvertido en vivienda y estudio artístico. Sus padres de avanzada edad requieren de sus cuidados, así como su joven hija. Sin embargo, nunca se ha responsabilizado de nadie y ahí reside el quid de este viaje iniciático hacia el seno del hogar. "Esa persona no está preparada para cuidar de nadie y se ve cómo se enfrenta a esa labor", indica Oregi, quien añade que de ahí parte "esa idea de las madres, las abuelas, de la intendencia de ese trabajo tan denostado o tan poco apreciado".

A juicio del director, para quien el hogar es el campamento base en el que se cimienta el equilibrio emocional con el que posteriormente poder enfrentarse a todos los lances de la vida, la obra pretende homenajear el valor del cuidado y evidenciar en manos de quién ha estado. Y, teniendo en cuenta que ahora nos enfrentamos a un nuevo escenario con el ansiado reparto de tareas y la conciliación, apunta que el desafío es grande. "Siendo una realidad que tenemos que afrontar como sociedad e individualmente, dejamos ver un halo de esperanza. Me encantaría que la gente se sintiera, al salir de la función, comprendida y cuidada", concluye Jokin Oregi.