Elaborado con material compuesto con anterioridad, Bach consiguió reunir en Oratorio de Navidadque tres siglos después se interpretan como una pieza desacralizada y popular. En el Teatro Arriaga podrá verse una versión escenificada a cargo de Calixto Bieito, en la que entrarán en acción cuatro prestigiosos solistas, el Coro Euskeria de la Sociedad Coral de Bilbao, bajo la dirección de Urko Sangroniz, y la Bilbao Orkestra Sinfonikoa.

‘Oratorio de Navidad’ se caracteriza por su optimismo y alegría.

—Es una obra peculiar, porque es eclesiástica. Se hizo para ser representada en una iglesia pero gran parte de las piezas son obras populares de Bach que después se reconvirtieron en este Oratorio de Navidad sacro. Salvo los números que son corales, se percibe un carácter más profano de lo que uno esperaría.

¿Cómo están yendo los ensayos?

—Es una obra sinfónico coral que se hace en formato concierto. Estamos haciendo una versión escenificada, es una idea genial. De hecho es una obra muy teatral, es la recreación del nacimiento de Jesucristo. Es curioso que nadie haya tenido la idea antes. Eso implica que hayamos tenido que empezar a trabajar antes; primero con los solistas, después con el coro y, finalmente, con la orquesta.

El espectáculo cuenta con la visión escénica de Calixto Bieito, ¿en qué consiste?

—La idea es que los cuatro solistas son una familia de inmigrantes pobres que por fin consiguen comprarse una cocina. Hasta ahí puedo leer.

¿Cómo habéis conseguido traerlo a la actualidad?

—Es una obra que forma parte del repertorio estándar de la música clásica desde que Mendelssohn, allá por 1820, recuperó la obra de Bach. Junto a La pasión según San Juan y La Pasión según San Mateo son tres cantantas de Bach que se hacen continuamente; aquí con cierta frecuenta, pero en Alemania, que es donde vivo, es algo totalmente popular. Es música ligera con un montón de números distintos. Hay tanta variedad que a pesar de que se escribiera hace tanto es muy fácil de escuchar hoy en día.

Participan cuatro cantantes de primera fila.

—Sí, de carrera internacional. Las dos mujeres son de aquí, Vanessa Goikoetxea y Nerea Berraondo, y los dos solistas masculinos son ingleses, el baritono Jonathan McGovern, que ha cantado varias veces en el Arriaga, siempre repertorio barroco, y Toby Spence, el tenor que debuta en el Arriaga. La relación es muy personal, trabajar así es un placer.

La parte vocal se completa con la participación del Coro Euskeria de la Sociedad Coral de Bilbao.

—Sí, son lo que más gente aportan, pero también están Gaudeamus Korala y Nurat Gazte Abesbatza. Por las dimensiones del espectáculo querían un coro más grande porque el Oratorio de Bach te permite variaciones. La idea era tener 60 cantantes.

Bach escribió la obra para la iglesia de Santo Tomás de Leipzig en 1734-1735. ¿Qué debe tener una composición para no perder la vigencia?

—Todo el corpus compositivo de Bach hay que agradecérselo a Mendelssohn. Lo que Bach escribió era para las iglesias en las que trabajaba. Una vez que se terminaba su estancia, llegaba otro compositor residente y se interpretaban las obras de esa persona. En aquella época solo se hacía lo que se había escrito entonces y después de la muerte de Bach la música desapareció porque no recuperaban obras antiguas.

¿Cómo ha llegado a nuestros días?

—Si hay un repertorio que funciona muchísimo perdurará pero si el público no lo acepta, terminará desapareciendo. En la época de periodo barroco y clásico que hoy conocemos, había cientos de compositores pero los que nos han llegado, Bach, Haydn, Mozart o Beethoven, tuvieron mejor marketing o gustaron más al público. Teniendo en cuenta las herramientas que tenía en aquella época, lo que hizo Bach fue espectacular. Tiene algo que llega público.

Es un ejemplo de “parodia musical” porque se escribió en base a la reelaboración de material anterior.

—Exactamente. Hoy en día nos cuesta imaginarnos la forma de trabajar de Bach, cada semana había una misa y había que escribir música nueva para el fin de semana. La cantidad de tiempo era limitado, uno acaba reciclando material, y no hay nada de malo en ello. Todos los compositores que tienen un corpus inmenso como Mozart o Haydn, Verdi o Rossini han reciclado material y eso no significa que sean peores. En este caso, el material reutilizado se ha convertido en algo mucho más grande que las pequeñas piezas por separado.

Bach no concibió este oratorio para ser interpretado de un tirón, sino que consiste en seis cantatas.

—Va explicando toda la historia, desde la Anunciación, el Nacimiento... Hoy en día es muy habitual que solo se hagan las tres primeras cantatas. Y además se agrupan siempre como uno, dos, tres. Y en el caso de que no sea así son cuatro, cinco o seis. Nosotros las interpretamos hasta llegar al día de Navidad.

¿Cómo ha cambiado su vida desde que ganó el Concurso Internacional de Dirección de Orquesta de Tokio?

—Fue una vida nueva. Esto es un negocio y tenemos que hacernos atractivos y eso solo pasa a través de noticias impactantes que te ponen en el mercado. Mi primer concierto con la Orquesta Sinfónica de Bilbao fue hace 11 años. Cuando en 2015 gané el concurso, yo ya estaba dirigiendo, pero me abrió muchas puertas. El gran premio fue ganar la oposición del Teatro de Mönchengladbach, fue la primera vez que tuve un contrato en un teatro de ópera, lo que me permitió descubrir un montón de repertorio. A través de ahí te vas haciendo más conocido en Alemania, me llegó la invitación del Teatro de Chemnitz, que es un teatro de categoría A con una orquesta de más de cien músicos y podemos hacer Wagner y Verdi.

“Hoy nos cuesta imaginarnos la forma de trabajar de Bach, cada semana había una misa y había que escribir música nueva para el fin de semana”