Alguien estimó que “la elegancia no es destacar; es ser recordado”. Carmen Miranda lo será. Y lo será por sí misma en un mundo este que poco evoluciona en materia de poner el foco en las mujeres y no seguir destacando -tampoco- por ser “mujer de”, “madre de”, “hija de”...Ella nació y falleció en el mismo pueblo, Galdakao, a pesar de destacar con elegancia en Durango, donde residió casi toda su vida. Sabedora de que “lo más importantes a vestir es una sonrisa” la tuvo en su manga, sin ser un recurso obligado, hasta el jueves, cuyo cuerpo se despidió a causa de un derrame cerebral. Le acompañaban 84 años de bagaje, plenos.

Querer -y saber- estar en la sombra no es ser secundaria. Toda labor es primaria, más cuando es desplegada como las alas de una ave, en su caso su corazón. Ponía corazón en lo que hacía y a sabiendas de que la mayoría de las veces quizás las palmadas en la espalda o el abrazo se lo llevaran terceras personas. Ella continuaba ahí, detrás, pero en la pole position.

De este modo, enfaticemos con mayúsculas que Carmen Miranda fue una de las impulsoras de Gerediaga Elkartea -asociación que labra mil proyectos más que la Durangoko Azoka-, la ikastola Kurutziaga o la fundación Labayru. Dirán que lo forjó al lado de su marido, el referente cultural, Leopoldo Zugaza. Dirán... A ella, de hecho, no le importaría, pero a Carmen lo que es de Carmen.

Ella estuvo ahí, asimismo, cuando la familia constituyó la empresa Ikeder, el PhotoMuseum de Zarautz, o impulsó el instituto Larramendi. Fue simiente fructífera. Ella, hija, madre, esposa, abuela, fue una de las galardonadas durante la 50 edición de la Durangoko Azoka. Fue una de las personas protagonistas de la última entrega los de los reconocimientos Argizaiola de Gerediaga Elkartea. A su lado, María Concepción Astola, María Rosario Astola, Arrate Salazar, Koldo Alzibar y Jesus Astigarraga. No pudo estar presente aquel día por motivos de salud, José Luis Lizundia. Todas, todos, fueron aplaudidos con júbilo.

El miembro de Gerediaga e investigador Jon Irazabal mira por el retrovisor a aquella velada. “Carmen era una hormiga, ese tipo de personas que no aparecen en los papeles, pero que han estado ahí implicadas y han hecho su trabajo. No han destacado por algo en concreto, pero han trabajado. Tuvo a su lado a Leopoldo y fue un puntal para él. Su trabajo será menos conocido, pero necesario para llevar a buen término las actividades”.

Miranda nació en Galdakao y estudió en las Misioneras Mercedarias de Berriz. La exsenadora Inmaculada Boneta lo recuerda bien. “Me acaba de enviar mi hijo Fernando Arriola (mi nuera Yolanda Zugaza es sobrina de Leopoldo) el precioso recuerdo dedicado en DEIA a Carmen Miranda. Yo le traté mucho y quería un montó. No coincidí con ella en el colegio de Berriz, pero es curioso, heredé su número de colegiala: el 29”, sonríe y va más allá en un paralelismo: “Como ella acabé la carrera de piano. Yo tampoco ejercí de profesora porque comencé Derecho. No obstante, he de decir que Carmentxu sí ejerció una pequeña temporada. Ella solía venir al colegio de Berriz a ayudar a la monja que daba piano, porque la religiosa había estado bastante enferma. En fin, gratos recuerdos”.

El también exsenador Iñaki Anasagasti, viaja a tan solo unas horas antes de la pérdida de la finada. “Hay noticias que te impactan de manera especial. El fallecimiento de Carmen Miranda, por la misma noche del jueves a través de Mugalari.info es una de ellas. La víspera había hablado con su marido, Leopoldo, que estaba feliz por la edición de un inminente libro con las ponencias sobre el periodismo vasco en América. Queda viudo Leopoldo sin la persona que más le ha querido y más le ha aguantado en la vida. Hay familias ejemplares porque tienen padres ejemplares. Este era el caso de Carmen y Leopoldo. Le conocí y supe de su sensibilidad. Sin duda, una grandísima pérdida”.

La juventud de la familia también echará de menos la ternura hecha mujer de Carmen. Un ejemplo es un sobrino-nieto. Ander Zubiria se abre en canal con ejemplar sensibilidad: “Carmen, una bellísima persona a quien recordaremos por vestir a diario una sonrisa. Nos deja un gran recuerdo como persona, por la luz que trasmitía, y un maravilloso legado por su entrega a la comunidad y su labor por la cultura. Una mujer precursora y que ha ido marcando el camino de las que están y vendrán”, pondera.

Carmen y su marido vivían los últimos tiempos su día a día sumergidos en la actualidad cultural. Lo hacían por ejemplo visitando el Museo de Arte e Historia de Durango que tanto querían y podía vérseles sentados ojeando las novedades de Hitz Liburudenda. “Cuán importante es la labor de las mujeres como Carmen Miranda. Quizás la vida cultural de Durango e incluso de Euskadi no hubiera sido lo que es sin el apoyo constante que siempre ha demostrado, sin ser el pilar de algo más grande que se ha construido sobre ella después”, remacha Garazi Arrizabalaga, directora del museo.

Desde la librería de Artekalea, en Durango, Gaizka Olabarri y Uxue Alonso también lamentan su inesperada despedida. “Carmen era una mujer muy amable y simpática que siempre tenía una sonrisa para todos. Echaremos de menos su elegante presencia”.

La elegancia que citan tampoco ha pasado desapercibida al conocer la triste noticia. Hubo quien dijo en su día que «todo lo que es moda pasa de moda, el estilo jamás». A ese respecto, la documentalista Marian Díaz Gorriti engalana su figura. “¡Qué pena! Carmen era una mujer muy simpática y muy amable. Además de tener mucho estilo, único e irrepetible. Creo recordar unas delicadas ilustraciones suyas para un cuento que eran una delicia”.

Consultada la familia al respecto, fue un libro titulado Vamos a la biblioteca. Ander Manterola, de Labayru, también evoca un cartel en el que “un retrato de ella en el último piso del Museo de Durango” era la imagen. “Creo que era obra de Renteria”, apostilla y ahonda en cómo recordará a Miranda. “Como una mujer de una gran sensibilidad artística, tanto en pintura como en música. De hecho, estudió piano. Era sensible y con un punto exquisito en su forma de vestir. Caía bien a todo el mundo”.

Manterola finaliza su reacción. “Sin ella y Leopoldo, Labayru no llegaría a donde ha llegado en bibliografía o carteles”. Desde el Photomuseum, su representante Martxel Altuna, tampoco olvidará a la fallecida porque “era una mujer entrañable y por el trabajo que hizo para este centro. Siempre con una sonrisa, imprescindible y cercana”.

El matrimonio que estuvo junto hasta el último momento tuvo cuatro hijos: Cristina, Juan -fallecido-, Miguel y Alejandro. Su descendencia solo tiene palabras de agradecimiento a su madre. “Ama era la que concentraba a toda la familia. Era alegre, de buenas palabras. Llegaba a decirnos: si hace falta lo vendo todo por vosotros. Fue una mujer que nunca tuvo enfrentamiento alguno. Fue ella quien, por ejemplo, donó toda la obra que el Museo de Durango tiene de Chillida o uno de los dibujos más caros de la pinacoteca, uno de Lekuona”, amplifican a este diario. Ha fallecido Carmen: mujer, apasionada, madre por encima de todo y todos, estilosa, preciada compañera, capitel y sencilla. No obstante, un sabio concluyó que “la sencillez y naturalidad son el supremo y último fin de la cultura”. Ella fue un ejemplo de ello, ella a quien se despedirá en funeral mañana lunes a las 19.00 horas en la basílica de Santa María de Uribarri de Durango.