UE algún despistado haya preguntado dentro del Museo Euskal Herria de Gernika en qué sala podía encontrar el Árbol de Gernika no resulta tan extraño teniendo en cuenta que el espacio nació como complemento a la Casa de Juntas. El centro cultural que mañana viernes cumple treinta años se ha instituido como fundamental para explicar el significado histórico-político del entorno en el que se halla y difundir la idiosincrasia de los vascos. A lo largo de estas tres décadas, el museo perteneciente a la red foral de BizkaiKOA ha organizado más de 110 exposiciones temporales, de las que casi la mitad han sido de creación propia, como añadido a su colección permanente. Ahora se prepara para abordar una nueva fase con el objetivo de seguir su misión. "Estamos en 2021 y las exposiciones se van quedando obsoletas. Hay idea de darle una vuelta a la museografía, pero el contenido se mantendrá", afirma Leire Irazabal, coordinadora del museo.

El centro cultural que tiene su sede en el palacio barroco de Montefuerte, reconstruido como tal en 1733 después de que la casa torre medieval del siglo XV se destruyera en las machinadas carlistas, fue adquirido por la Diputación Foral de Bizkaia en 1982. Sin embargo, no abrió sus puertas con una propuesta museográfica hasta 1991. "El museo ha ido variando en torno a cómo se ha desarrollado el turismo y el entorno", expone la coordinadora, que diferencia dos etapas. "Se inauguró con una exposición bastante clásica, diseñada y desarrollada por la empresa Ikeder, con Leopoldo Zugaza a la cabeza", indica. Años más tarde, en 1997, Felicitas Lorenzo -jubilada el pasado mayo- comenzó a dirigir el museo.

"Fue ella quien se percató de que la exposición se estaba quedando obsoleta y había que darle una vuelta", relata. De esa forma, se realizó un estudio y, como consecuencia, en 2006, se reinauguraron todas las plantas de la colección permanente adaptadas a medios interactivos y audiovisuales. Asimismo, explica que ese año la entrada había sido gratuita y, en el momento que se empezó a cobrar, hubo "un pequeño bache" que se ha ido superando en paralelo al desarrollo del turismo que cada año ha incrementado sus cifras en la Villa Foral.

"El por qué del museo es principalmente complementar a la Casa de Juntas y al Árbol de Gernika, la simbología de lo que suponen", asevera Irazabal. De hecho, la primera planta se dedica a explicar la importancia de la foralidad en el desarrollo histórico de los territorios de Euskal Herria hablando de los fueros y de lo que supusieron para la organización política. "No es solo un museo etnográfico, también es histórico", expone Leire Irazabal sobre el museo de cuatro plantas. La planta baja se dedica al conocimiento del medio físico que condiciona las formas de vida, mientras la segunda acoge manifestaciones definitorias, como el deporte, el folclore, la fiesta, la música, el baile, las creencias y los mitos.

Entre los aspectos que más llaman la atención de los visitantes, Leire Irazabal no duda en destacar el euskera. "Lo que más curioso les resulta es que tengamos un idioma tan diferente al castellano y lo mantengamos", afirma. También se sorprenden con la organización territorial. "Los extranjeros, pero también mucha gente de aquí, desconocen todo lo que tiene que ver con la foralidad, las juntas o el Árbol de Gernika", revela esta responsable del museo que comparte el flujo de visitantes con la Casa de Juntas y el Museo de la Paz de la Villa Foral. Esos visitantes son mayoritariamente catalanes y madrileños, así como franceses y estadounidenses. Además, en invierno, el museo recibe gran cantidad de visitantes locales y escolares.

Las exposiciones

El número de piezas que conforman la colección permanente no están cuantificadas, pero Leire Irazabal afirma que están expuestas cerca del 95%. "Tenemos un almacén bastante reducido. Y se van adquiriendo nuevas piezas, pero las compras van despacio", revela la coordinadora. Por contra, asevera que suele haber muchas donaciones. "Tenemos un espacio en la planta baja, que llamamos Recién llegados, donde se exponen las obras que los particulares donan o dejan en depósito", apunta. Entre las últimas llegadas, menciona unas litografías de Agustín Ibarrola "que tienen mucho que ver con la pieza Guernica También cita unas cerámicas de Busturia cuyo valor fue considerado como "importante" por técnicos de Euskal Museoa de Bilbao. Las donaciones pueden ser diversas: desde un mapa de Gipuzkoa para la colección de cartografía hasta un traje del siglo XIX pasando por muebles de madera tallada.

Asimismo, el ático -o ganbara, como se la conoce- es el espacio destinado a las exposiciones temporales. "En estos treinta años se han realizado más de 110 y de ellas, unas cincuenta han sido de creación propia", detalla Irazabal sobre estas muestras, algunas de las que posteriormente han sido itinerantes, como una dedicada a Eulalia Abaitua. La coordinadora del museo indica que en este espacio se ha hecho hincapié en dar a conocer el arte realizado por artistas vascas mediante un programa específico en el que participaron Mabi Revuelta, Merche Périz, Sonia Rueda o Gema Intxausti, entre otras. "Otro de los programas importantes fue Los Guernica de Xabier Sáenz de Gorbea", expone sobre este proyecto que pretendía visibilizar los trabajos de artistas como Nestor Basterretxea, Jorge Oteiza o Remigio Mendiburu inspirados en el Guernica. También menciona otras muestras como Biribilak mendietan, ideada por Dani Rementeria, que pretendía dar a conocer los seles empleados para acotar los montes y la explotación ganadera en los montes vascos.

La variedad de temáticas que se emplean en las exposiciones temporales es amplia y abarca cualquier aspecto que pueda complementar la colección permanente. Actualmente hay una muestra llamada Hemingway & Euskal Herria que pretende ahondar en la estrecha relación del escritor estadounidense con los vascos. "La idea nació en un encuentro que tuvieron el comisario de la exposición, Edorta Jiménez, y Felicitas Lorenzo en un congreso de estudios vascos en La Habana. Los dos tenían interés por la figura de Hemingway", explica sobre el autor cuya relación con el pueblo vasco va "más allá de los sanfermines y de Pamplona", ya que durante su estancia en Cuba hizo mucha amistad con varios pelotaris. También hubo un cura vasco, Andrés Unzain, que fue su guía espiritual. "En la exposición hay mucha documentación gráfica en la que se ve cómo hacían comidas en su finca. Le gustaba mucho el ambiente de cuadrilla", relata Irazabal. De su paso por Bermeo hay una fotografía junto al carrito de Helados Pereira, objeto que también ha sido cedido para la exposición.

Celebración del aniversario

Con una programación adaptada a la situación sanitaria, el espacio no renuncia a celebrar su aniversario. "La segunda planta que se dedica a la cultura y al folclore se traslada al jardín", explica la coordinadora del museo. De esa forma, la zona ajardinada en la que hay ejemplares excepcionales de arbolado acoge desde hace varias semanas actividades diferentes como una visita guiada, talleres para familias o un bertso saio organizado por la agrupación Lilibertso. El colofón final tendrá lugar mañana sábado con el espectáculo Gu Agustina "En 2013 el Museo Euskal Herria investigó y diseñó la exposición La mujer y la pelota vascaEn esta pieza de danza se refleja la vida de Agustina Otaola, que fue una de esas raquetistas", relata Irazabal sobre este espectáculo vinculado a una exposición temporal que finalmente ha hallado un espacio permanente en el museo.

El 95% de las obras de la colección permanente están expuestas en el museo en el que es habitual recibir donaciones de particulares

A lo largo de su historia el centro cultural ha ofrecido más de 110 exposiciones temporales de las que casi cincuenta han sido propias