Las restricciones de horarios, movilidad y aforos se han alineado durante la última temporada de la ABAO para que, a pesar del trabajo para tratar de adaptarse, haya sido imposible celebrar cuatro de los cinco títulos previstos. A pesar de ello, la asociación bilbaina ha mantenido su compromiso con la cultura a través del programa ABAO On Stage mientras continúa trabajando para recuperar los socios que se han dado de baja este último año. “El esfuerzo es la llave del éxito”, afirma Juan Carlos Matellanes, nada dado a confiar en la suerte, al tiempo que reconoce que siguen luchando por un mayor apoyo institucional.Si tuviera que elegir una palabra para hacer balance de esta última temporada, ¿cuál sería?

—Ha sido una de las temporadas más difíciles y complicadas en la historia de la ABAO, al menos la más complicada bajo mi presidencia.

¿Es así como la imaginaron?

—Vislumbramos que podía ser una temporada complicada pero ni en el peor de los escenarios pensamos que iba a serlo tanto. Alguna vez he mencionado que el signo japonés que representa la crisis son dos palabras: peligro y oportunidad. Hay que saber aprovechar también las oportunidades. Lo encaramos así.

¿Cómo proyectaron la temporada que finaliza hoy?

—Teníamos mucha ilusión. Era una temporada redonda en cuanto a títulos y cantantes de calidad. Además cumplíamos un anhelo muy bilbaino en el que, salvo nosotros, muy pocos creían: el proyecto Tutto Verdi. Pensábamos culminarlo y celebrarlo.

¿Cuando comenzaron las primeras dificultades?

—A principios de julio ya establecimos un plan de contingencia. Se preveía un aforo del 60%, que son unas 1.200 butacas del Palacio Euskalduna. Tendríamos que hacer más funciones, pero podríamos celebrar las óperas con nuestros socios y una pequeña representación del público. No estaba del todo mal. Pero antes de empezar las vacaciones, el 29 de julio, nos encontramos con un decreto en el que el aforo se reducía a 600, lo cual complicaba mucho las cosas. En septiembre tomamos todas las medidas sanitarias necesarias para garantizar la seguridad de los asistentes a la ópera. Confiábamos que las autoridades restablecieran el aforo de mil personas. Al final fue imposible.

Y con esa situación encararon el primer título de la temporada: ‘Il turco in Italia’.

—Tomamos conciencia de que solo habría 600 localidades. Por lo que hubo que hacer más funciones, cambiar los horarios y reubicar a muchos de nuestros socios. Pero no acabaron ahí todos nuestros males. En vísperas del estreno salió un nuevo decreto donde el aforo no eran 600 sino 400. En vez de seis funciones hicimos nueve y programamos algunas funciones dobles. Y tuvimos que adaptar la duración de la obra al toque de queda.

Ese esfuerzo fue notable con la versión reducida de ‘Il turco in Italia’, un sacrificio que permitió que entraran todos los socios.

—Quedó muy bien, no fue ninguna chapuza. Fue un tema muy meditado, de acuerdo con los cantantes, el director musical etc. Conseguimos una ópera muy digna en la que se cortaba pero no se perdía el hilo de su esencia. Para esa ópera ya teníamos hechos todos los gastos: estaban aquí todos los cantantes. Nos pareció lo más lógico, sensato y responsable porque lo fácil habría sido no hacerla.

Hace un año contaban con fechas alternativas para las dos primeras óperas y han sido las cuatro últimas las que no se han celebrado.

—Pero no hemos suspendido ninguna. Teníamos muy claro que nuestra misión era seguir con la cultura. Teníamos unas responsabilidades no solo con los socios, instituciones, patrocinadores... También con todo el mundo que se mueve alrededor de la ópera. Hemos garantizado aplazamientos en lugar de cancelaciones. En las dos primeras óperas incluso fijamos la fecha, pero la pandemia nos pilló con varias temporadas cerradas porque trabajamos con varios años de antelación. No podemos mantener las que están programadas y todas las que vamos aplazando. Lo haremos compatible con el diseño que teníamos de nuestras temporadas.

Uno de los títulos pospuestos de la temporada 2019-2020 es ‘Stabat mater’. ¿Se podrá ver en 2022?

Stabat mater está previsto para mayo de 2022.

‘Alzira’, de Verdi, iba a ser el broche de oro para cerrar el ciclo Tutto Verdi. Es una de las ya anunciadas para la temporada que viene.

—Es uno de los títulos que hemos anticipado. Será un título adicional a los títulos de la temporada. Queremos celebrar por todo lo alto la finalización del proyecto Tutto Verdi. Tenemos distintas alternativas. Esperemos que con las vacunaciones lleguemos a una normalidad en cuanto a horarios, movilidad y aforos: los tres puntos que nos influyen.

¿Cree que las restricciones del Gobierno vasco, que ordenaron no superar el 18% del Palacio Euskalduna, fueron demasiado severas en comparación con otras ciudades?

—Las restricciones obedecen a motivos sanitarios. Nosotros defendemos que la actividad de la ópera no es una de las actividades con más riesgo, sino todo lo contrario. Se ha demostrado que los teatros son espacios seguros y, muy especialmente, el Euskalduna. Pensamos que el aforo no tiene que ser el mismo para un lugar que tiene mil localidades que para un local que tiene 2.000. Se llama la regla de proporcionalidad. Un aforo tiene que ser el 30% o el 50%. El problema es que además de establecer ese límite se pedía un aforo máximo de 600 personas, lo que nos destrozaba.

Mientras tanto, en ciudades como Madrid o Barcelona estaban al 50%.

—Han tenido suerte, que es un factor externo. No es cierto que el Teatro Real de Madrid o el Gran Teatro del Liceo de Barcelona hayan manejado mejor la crisis. Si se hubieran aplicado las mismas limitaciones que en Madrid, habríamos podido celebrar todas las óperas. Hemos intentado convencer pero no ha sido posible. Hubiera sido más deseable que, respetando las normas, no fuese café con leche para todos y se hubiesen discriminado más algunas actividades de más riesgo. Es una opinión, pero no queremos entrar en esa polémica.

Al margen del aforo, los confinamientos perimetrales y el toque de queda tampoco han ayudado.

—Hasta hace poco no podían venir los socios de Vitoria, ni siquiera de Getxo. Aún así hemos hecho funciones porque sentimos que, aunque algunos socios no hayan podido venir, no haciendo nada, solo habríamos conseguido que no viniera ninguno. Además, nos hemos reinventado con ABAO en Casa. Y hemos desarrollado otros programas como ABAO Opera Live, que reflejaba nuestro compromiso con seguir haciendo cultura a través de streaming. Aún así veíamos la necesidad de hacer cultura en vivo.

De hecho, los recitales de ABAO On Stage también han sido un éxito.

—Hemos cuidado mucho la selección de cantantes y hemos apostado, porque es el ADN de la ABAO. Han venido las mejores voces del momento y ha sido difícil traerlas. Muchas de esas voces nunca habían venido a Bilbao y se han ido encantadas. Nuestro objetivo es que vuelvan a hacer ópera. El concierto de mañana (por hoy) seguro que acaba con el público de pie. En pocas óperas lo hemos visto. Hubiéramos preferido hacer ópera, pero ha sido un producto que ha calado.

¿Qué consecuencias económicas ha tenido la crisis sanitaria?

—La pandemia ha tenido efectos importantes. Se nos ha caído toda la taquilla. Por nuestro modelo, perder 100 euros en taquilla es perder 100 euros en resultado. Los costes son los mismos. Además, ha tenido efecto en las empresas y tenemos un programa de patrocinio privado. No les podíamos dar las prestaciones acordadas en los contratos. Nuestros empleados también han estado en ERTE.

¿Han experimentado una caída de socios debido a la situación?

—Tenemos socios de todo tipo, con distintas necesidades y situaciones. Hay un porcentaje de socios que son mayores y a esos les ha afectado más la pandemia por el miedo. Se han dado de baja porque no veían que se fuera a hacer algo esta temporada. Eso ha sido progresivo; al principio aguantaban, pero cuando no se hizo la primera, no había movilidad... Eso crea mucha incertidumbre en las personas. Ha habido bajas, pero ha habido socios que han seguido siendo fieles.

Y habrán contando con las donaciones de esos socios más fieles.

—Dentro de nuestro plan para conseguir más ayudas, dijimos que los primeros que teníamos que aportar éramos los socios. Pusimos en marcha un plan de donaciones que ha tenido un éxito increíble y nos va a permitir compensar parte del destrozo económico de la pandemia, aunque no estuviera destinado a ello porque pensábamos que nos iba a ayudar a buscar una solución definitiva.

Recuperar a los socios que se han dado de baja se suma a los objetivos.

—No vamos a recuperar al 100% de los socios, pero esperamos que unos vuelvan y que otros vuelvan como asistentes ocasionales.

Lograron salvar la temporada 2019-2020 con las cuentas saneadas. ¿Pueden decir lo mismo ahora?

—Estamos con el cierre y creo que será bastante razonable. El problema de futuro de la ABAO sigue presente. Valoramos muchísimo la aportación de las instituciones. Pero llevamos muchos años negociando, haciendo nuestros planes de viabilidad y tratando de demostrar que por mucho que reduzcamos gastos, incrementemos ingresos y haya donaciones, falta una pata: un mayor apoyo económico. Confiamos en que se pueda producir, aunque ahora sea más difícil. Si miramos hacia atrás, ha habido unos años en los que la ABAO estaba en la cabeza del pelotón, muy pegado al Real y al Liceo. Pero por falta de ayudas los otros han seguido avanzando y nosotros hemos retrocedido. Con lo cual, ahora la distancia es mayor.

¿Cómo siguen las negociaciones para equipararse a esas ciudades?

—Estamos tratando el tema con prudencia, no es momento de hacer reproches, sino de trabajar para acercar posturas. Espero que cuando esto se normalice podamos dar ese paso.

La pandemia surgió cuando pretendían buscar una proyección internacional mayor. ¿Continúan con las miras puestas en ello?

—Nosotros, como mínimo, somos la ópera de Euskadi. ABAO nació en Bilbao, pero su efecto trasciende y nuestro ámbito abarca mucho más. Tenemos un prestigio internacional, cada vez vienen más personas del turismo cultural, es gente que no mira gastos y quiere lo mejor. Es algo que tenemos que recuperar. Ya tenemos todos los contactos con las agencias de viajes. El problema es que tal y como está el sector no sabemos si se podrá viajar.

¿Qué puede adelantar de la próxima temporada?

—Será la 70ª temporada. Va a haber sesiones dobles de dos óperas. En total habrá ocho óperas más un concierto. Es un programa muy fuerte. Vamos a poder acabar por fin el proyecto Tutto Verdi. Hemos programado una temporada pensando en nuestros criterios de calidad y diversidad con las óperas que hemos considerado que son las más adecuadas. No hemos regateado en voces. Hemos traído unas producciones que son buenas y procuramos que sean inéditas.

“Si se hubieran aplicado las mismas limitaciones que en Madrid, habríamos podido celebrar todas las óperas”

“A los recitales han venido las mejores voces, nuestro objetivo es que vengan de nuevo a hacer ópera”

“En la próxima temporada, en total habrá ocho óperas más un concierto; no hemos regateado en voces”