“¿Hay alguien al otro lado?”, se pregunta en su nuevo disco, Esku hutsik (Lizarbakar), Imanol Ubeda, exlíder de Bide Ertzean, que ahora se esconde tras el pseudónimo Don Inorrez. Su segundo álbum, producido por el reputado productor Paco Loco, es un lúcido tratado de power pop y rock alternativo y saturado de los 90, con rock clásico adaptado al presente y emocionantes medios tiempos que rastrean la estela de su grupo anterior. “La sombra de Bide Ertzean es muy alargada”, reconoce Imanol.

¿Cómo le ha ido en estos tres años, no merece mejor suerte?

—Me considero un tipo afortunado. Sé lo que es empezar desde abajo, edificar un proyecto sólido, parar y empezar de cero. He pasado antes por aquí. Mientras tanto, sigo haciendo canciones, publicando para quien las quiera escuchar y aspirando a dar unos conciertos.

El pseudónimo es ‘Don Nadie’ y con el disco se titula ‘Esku hutsik’. ¿Cruda confesión o ironía?

—Tiene bastante de confesión. Don Inorrez me sirve para diferenciar mi labor de periodista con mi labor musical, y el título (con las manos vacías), puede servir para reflejar cómo está el sector musical. Y no me refiero solo a los que nos ponemos delante de un micrófono. Hay mucha gente anónima detrás de cada grupo y concierto que lo pasa realmente mal.

Ha vuelto a Cádiz, con Paco Loco, como en el debut. ¿Reincide porque el encuentro fue satisfactorio?

—La intuición del batería Karlos Arancegui hizo que nos decantáramos por Paco. Dotó al proyecto de la sonoridad y el carácter que precisaba. Era vital para diferenciarnos de la larga sombra de Bide Ertzean. Este disco viene a asentar el proyecto y para eso era indispensable volver a Cádiz. Ampliamos repertorio y mandamos una señal: Don Inorrez no es un pasatiempo, ha llegado a la escena vasca con intención de perdurar.

¿Qué aporta Loco, además de tocar y producir?

—Muchas ideas, trabajo, sabiduría y experiencia. Y se convierte en otro músico más de la banda. Ha grabado y producido a grandes artistas, y tenemos buena sintonía personal, algo importante.

¿Buscaba un sonido determinado con guitarras ruidosas y melodías claras, entre el power pop clásico y el rock alternativo de los 90? Loco sabe mucho de ello, pasó por Australian Blonde.

—Uno de nuestros nexos es que compartimos gustos y referencias. Y no se ha quedado anclado, es inquieto y sigue de cerca la actualidad, lo que hace que su paleta artística sea cada vez más amplia y rica en matices.

Las guitarras arañan más. Me recuerdan al folk rock de The Byrds y al henchido de melodías de Big Star.

—Ya nos gustaría hacer algún día un tema como los de Byrds o Big Star, con esos coros y esas armonías vocales… (risas). En la apertura, en Barre ala negar, las guitarras están al límite de saturación. La canción, en cambio, es bastante melódica. En todas se da la suma de ambos rasgos. Aun siendo melódicas, con guitarras y teclados saturados, intentamos sacar a relucir su energía interna.

Hay guiños al rock tradicional, como ‘Izan liteke’ o ‘Chuck eta Little’, pero con más arreglos.

—Son dos estándar del rock pero facturados a nuestra manera. Es la mayor novedad, que partimos de géneros clásicos pero con la intención de hacer algo nuevo. Sería ridículo sentir la tentación de emular a los clásicos.

‘Otis eta Maeve’ suena experimental. Se refiere a los personajes de la serie ‘Sex education’ ¿no?

—Me alegra que hayas descubierto su germen. En ocasiones, una imagen sirve para componer, y me pasó con el último capítulo. El tema es básico, pero musicalmente queríamos dotarla de dramatismo. Es tal el vendaval sonoro que me pregunto si se ha llevado a la canción por delante.

En los medios tiempos se acerca a Bide Ertzean.

—A estas alturas de partido, es inevitable. Con Don Inorrez intentamos explorar otros senderos y distanciarnos de su legado, pero de alguna manera, y aunque sea de forma puntual, volvemos a esos medios tiempos.

Le acompaña Arancegui. ¿Mano derecha y puede que el mejor batería vasco?

—Más que eso, es imprescindible en este proyecto, como en Bide Er-tzean. Su aportación va más allá de la batería. Podría ser un gran productor si no fuera tan tímido y humilde. Tiene un sentido musical que va más allá de lo rítmico.

“Kantuok egin ditut, baina ez dakit norentzat”, canta. ¿Lucidez o sarcasmo?

—Es auto-parodia, que es el escudo al que recurrimos los que no somos ni lúcidos ni sarcásticos. Es una duda recurrente cada vez que facturas un disco, si aciertas, si tendrá repercusión, si lo valorará alguien…

Estamos más cerca de llorar que de reír. Y no solo la musical.

—Desgraciadamente sí. Ese estribillo vale para muchas situaciones. En lo musical, ya era bastante precaria y la pandemia no ha hecho más que empeorar las cosas aunque las ganas de guerra siguen intactas. La trinchera es más estrecha que nunca, pero estamos dispuestos a pelear.

Algunos creen que el rock ha muerto (“zentzua galdu du”, canta) y que el pop ahora lo domina el reggetón.

—La escena evoluciona constantemente; es fascinante. Lo que no comprendo es que para dar cancha a tu historia ningunees las anteriores. Más de humildad no vendría mal.

A pesar de ello, canta “el rock me ha vuelto a contagiar”.

—Algún día dejarán de venir a vernos o de contratarnos. Es ley de vida. El problema es que llevo el veneno dentro. Todavía me emociono con una idea, por pequeña que sea. Tengo la sensación de que siempre haré canciones, aunque solo sea para dar la murga a mis colegas.

¿El músico euskaldun podrá vivir de su trabajo?

—La venta de discos ha desaparecido y los únicos ingresos provienen de los conciertos porque lo que llega de Spotify y la distribución digital es ridículo. Si a eso le aplicas una pandemia, el resultado es desolador. Y lo de cantar en euskara no tendría que ser un lastre; al contrario, es lo más genuino y personal que puedes aportar en una escena tan globalizada y homogénea.

Hay temas de amor y otros críticos como ‘Apokalipsiaren profetak’.

—Estamos en una situación jodida y desquiciados. Entiendo que haya gente desesperada, pero no que se trague los argumentos que le da cualquier iluminado anónimo en una red social. Que algo que te cuenten parezca lógico no quiere decir que sea cierto. Ni todo lo que tiene sentido tiene que ser cierto. Ahí está la batalla.

Al final del disco se oye “dena posible da”.

—Mi hija cumplió un año la víspera del confinamiento y el tema Hegalik gabe hegal se convirtió en un bálsamo. Dudamos si incluirla, me ruborizaba compartir algo tan doméstico y personal. Ahora estoy encantado, es de mis favoritas.