Bilbao, Cabpreton, Ainhoa, París, Nueva York, Caracas, Manila, Donibane Lohizune... Son lugares del mundo en los que siempre quedará el legado humano aportado por Begoña Estévez Aretxabaleta, fallecida el pasado 18 de enero a los 97 años, en Barrika con su querida familia rodeándola.

Begoña Estévez Aretxabaleta nació el 15 de noviembre de 1923. Vivió una apasionada historia de amor con Anton de Irala “en una época de grandes obstáculos vitales”. Corrían los años de la posguerra, tras una sangrienta Segunda Guerra Mundial que había ocasionado el fin de la hegemonía europea en el mundo. Ella, bilbaina nacida en el número 3 de la calle Marqués del Puerto, “frente a la Filarmónica”. Él falleció años atrás en Donibane Lohizune. Anton llegó al mundo el 8 de mayo de 1909, en el número 18 de la calle San Francisco y cursó bachillerato en Lekaroz y Derecho en la Universidad de Deusto. Sus inquietudes juveniles hicieron que se incorporara pronto a movimientos políticos y culturales euskaldunes.

Gran aficionado al senderismo, Irala afirmó en una excursión a la Virgen de Oro que algún día se casaría con Begoña quien durante esa jornada tenía tan solo 3 años. Él era catorce años y medio mayor que quien a la postre fue su esposa.

Begoña Estévez embarcó el 6 de mayo de 1937 en el Goizeko Izarra que esperaba amarrado en el puerto de Santurtzi. Acababan de bombardear Bilbao y ponían rumbo a Francia, a Pauillac. “Lo hizo junto a todas las mujeres y niños de la familia, excepto su madre, que fue la última en abandonar el municipio”, aportan sus allegados.

Ya en enclave francés, tomaron un tren con destino a Baiona, provincia de Lapurdi, donde estuvieron alojados en el Hotel Basque. En aquella capital les esperaba un primo materno, Eduardo Aretxabaleta. Él se encargó de localizar la casa Ginbera donde residirían en el término de Ainhoa.

Al llegar a Iparralde, los hombres de la familia se mudaron a Capbreton, donde el Gobierno vasco había organizado las casas y alimentación de los refugiados. Al entrar los alemanes en este bello municipio francés, huyeron de los nazis en dirección a Pau.

En abril de 1942, Irala partió de Marsella a México, junto a Telesforo Monzón Los dos primeros acabarían entrando a Estados Unidos por Brownsville. Mientras Anton estaba en Nueva York, los franquistas prohibieron salir del Estado a su prometida Begoña. Entonces decidieron casarse por poderes el 2 de febrero de 1945: “Mientras ama, de 22 años, estaba en una capilla de la basílica de Begoña, aita se encontraba en Nueva York. A él, le representó en Bilbao su cuñado, Iñaki Estévez. Y a ella, Luisa Cantollá en Nueva York”, pormenoriza Txabi, el mayor de los siete hijos que tuvo el matrimonio.

Acabada la Segunda Guerra Mundial, Anton llegó a París con el lehendakari Aguirre en un avión militar. A finales de mayo, Begoña, junto a su amiga, Maritxu Barriola, referente recordada de Emakume Abertzale Batza, consiguieron llegar a Urdazubi (Lapurdi). Cruzaron la aduana campo a través guiadas por un ilustre mugalari. Anton y Begoña se reencontraron en Ainhoa. Meses después, él retornó a Nueva York y ella, que había vuelto a Bilbao, hizo otro tanto en el barco Marqués de Comillas con rumbo a Filaldelfia. “Se casaron por segunda vez. Ya en el juzgado neoyorquino, ella estaba embarazada de mi hermana Iziar, mientras yo corría bajo sus pies, algo inhabitual en aquellos años 40”, evoca Txabi. Tras él e Iziar, nacieron en Lapurdi Mikel, Andoni, Jon, Jokin y Ander. Durante un tiempo la familia residió en Filipinas, con grato recuerdo de la experiencia.

Una mujer de convicciones

Y el primogénito se emociona cuando vuelve su pensamiento hacia la pérdida de Begoña días atrás. “Ama era una mujer con carácter y de convicciones muy firmes, de mucha fe y muy enamorada de su marido, Anton, al que apoyó siempre en su lucha por defender las libertades”, compendia Txabi.

El exparlamentario del PNV Iñaki Anasagasti conoció a Begoña y a su familia, de quienes habla con visible cariño. “A mi juicio, Begoña Estévez Aretxabaleta fue una mujer de gran valía, una de la muchísimas mujeres vascas que vivieron las vicisitudes de la guerra, posguerra y exilio”, valoriza y va más allá en su impresión: “La familia Estévez, oriunda de Orduña, fue una referencia del PNV en la única ciudad de Bizkaia y los Aretxabaleta, con Lucio en Juventud Vasca y en Hacienda del Gobierno vasco y delegado en Venezuela, hacen de esta familia una de las grandes referencias abertzales de la época”.

Dos parientes de Begoña aportan su recuerdo a esta “gran mujer”. El nieto Ales Mimentza valora que era muy familiar y que siempre soñó con la familia unida. “Era bastante religiosa y devota de la Amatxu de Begoña. De hecho, me regaló una estampa de esta virgen para que la llevara en mi examen de conducir”. A juicio de Mimentza, Begoña era muy euskaltzale. “No sabía mucho euskera, sin embargo, era curioso que siempre acababa hablándolo. Le encantaba a ella, una mujer discreta, nada cotilla y muy respetuosa”. El nieto recuerda una frase que heredó de ella y que también podía ser de Anton de Irala: “No basta con tener la razón, sino que hay que ser razonable”.

Jon Aretxabaleta, por su parte, es primo de la finada. Desde Caracas relata que Begoña “era como nuestro ángel de la guarda”. Convivieron juntos cuando él tenía 3 años en Capbreton. “Vivíamos en casas separadas, pero la relación afectiva, a pesar de la sanguínea, era muy hermosa y fuerte. Fue una prima espectacular, terriblemente querida por mí. Era una mujer maravillosa”.