Reconoce que las fiestas de Bilbao van de la mano del teatro, al tiempo que recalca que debemos perder el miedo a participar en espectáculos culturales: “A pesar de actuar en un lugar cerrado, hay otros muchos sitios donde existe mayor riesgo de contagio que en el teatro, donde se extreman las medidas de seguridad”, apostilla la popular humorista de Vaya semanita. En Cómo hemos llegado a esto, dirigida por él mismo junto con Gorka Mínguez, Maribel Salas comparte escenario con la actriz Gemma Martínez y los actores Gorka Mínguez y Miguel Santamaría

¿Cómo hemos llegado a esta situación de angustia sanitaria? ¿Es culpa de malos gobiernos, nefasta praxis social, privatizaciones? ¿O la culpa la tienen Vox, Podemos, Botín..?

—¡Madre mía! (sonrisas). La culpa está muy repartida y todos tenemos alguna participación, pero creo que nosotros somos de los que menos. Se nos está acusando de que somos los que estamos haciendo las cosas mal y no lo tengo muy claro, tengo mis dudas. Veo que andamos un poco perdidos todos y funcionando a salto de mata, con mucho miedo. Esto hace que la situación esté como está.

Hablemos de teatro. ¿Cuál es la idea motriz de la obra?

—Surgió de una conversación en un coche entre el guionista y quien ideó el espectáculo. Hablaron de infidelidades, de exparejas y al salir del vehículo se dieron cuenta de que ellos componían un triángulo amoroso con una situación un tanto rara. De ahí salió la idea de plasmar en el teatro unas relaciones que no tendrían que doler porque han finalizado, pero que al final sí hacen daño. No es una infidelidad en sí misma, aunque sí algo que todavía escuece.

¿Una historia de celos y desamores?

—Un triángulo en el que cada uno y una tiene su versión y pelea para que el público la escuche. Un trío en el que todos tienen razones para sentirse dolidos, pero ninguno tiene derecho a reprochar nada a nadie.

¿El amor lo puede todo, lo altera todo, lo trastoca todo? ¿Es cierto incluso en un triángulo?

—El amor es la situación más extraña que puede vivir una persona, te convierte en algo que no eres. Es lo que te hace cambiar, tanto que a veces ni te reconoces a ti mismo. El amor sí lo puede todo y nos volvemos un poco gilipollas cuando lo sentimos.

Con tanta angustia como vivimos, ¿la gente necesita reírse y divertirse más, o es indiferente?

—Se necesita más que nunca. De hecho, nosotros venimos observando que la gente viene con muchísimas más ganas al teatro. Acuden a la función con la necesidad de salir de la rutina dolorosa que estamos viviendo en este momento tan raro y con esa imperiosa necesidad de reírse. En la pandemia hemos visto que la cultura ha sido el mejor vehículo para salir del estado de angustia sanitaria.

Nos liberó un poco de situaciones muy angustiosas

—En los momentos duros de la pandemia consumimos mucha cultura on line. Y ahora toca, con las medidas de seguridad oportunas, acudir a los teatros y cines. Estamos en la obligación de corresponder, también por lo que supone para nosotros de contribuir a liberarse, divertirse, destensar y de normalizar la situación.

Por cierto, como es un triángulo. ¿Entiende usted a las personas que se casan consigo mismas?

—Estuve en el estreno de la última película de Itziar Bollaín, La boda de Rosa, y conmemorábamos que hace nueve años un grupo de mujeres en Bilbao se dio el “sí quiero” a ellas mismas y tuve el honor de oficiar ese acto; fue un momento especial lo que vivimos. Porque es una película basada en denuncias y en el empoderamiento de la mujer.

Ya subidos al escenario, ¿no da un poco ‘yuyu’ actuar ante un público con mascarilla y con el covid de acomodador?

—Es muy raro, yo lo voy integrando porque no queda otra. He intentado no hacer alusiones al covid en las funciones, aunque al principio era inevitable porque se venía de esa situación y en los textos, sobre todo en mi monólogo, tenías que integrar esa vivencia, pero ya he dicho basta. Cuando estoy en el escenario normalizo no ver la sonrisa del espectador, que sean risas ahogadas y no quiero hacer ningún comentario del tema. Está ahí, todos sabemos lo que hemos vivido. A partir de ahora, esta obra de teatro es un antes y un después del covid, un día en una terraza de Bilbao sobre algo que había pasado antes de la pandemia a la que no aludimos. Pero sí, es muy raro dirigirte al espectador y ver el patio de butacas medio vacío por la separación social y, al dirigirte al público no ver su sonrisa.

Bares, restaurantes… todo está tocado. ¿El mundo de la cultura más que otras actividades sociales?

—Tengo conocidos en hostelería y otros sitios que están sufriendo un montón, y más ahora con la nuevas medidas, pero hablo de lo que conozco y he vivido. Para la cultura, que nunca ha estado muy bien, esto ha sido la puntilla; estamos intentando sobrevivir y asomar la cabeza y nos está costando. Sin embargo, como nos movemos por la pasión hacemos auténticas machadas para sobrevivir y salir adelante. Poner en escena una obra supone un gran esfuerzo, pierdes muchísimo en estas condiciones laborales, pero hay que hacerlo.

¿Cómo se ven los protagonistas de la obra ante esta crisis , como intrépidos, insensatos, consecuentes?

—Más que eso, creo que somos valientes. Lo veo como una obligación que hay que hacer, porque la cultura hay que protegerla y seguir cultivándola, más en estos momentos, porque nos apasiona y, además, no puedo decir no ante un proyecto. Empiezo a valorarlo y me digo que voy a estar trabajando muchas horas entre montajes, ensayos, igual por la cuarta parte que antes o por nada. Sí. Soy valiente, osada. Es mi trabajo y es como un deber.

¿Cómo responde la sociedad ante estas actividades que se hacen con tanto cuidado?

—Estamos recibiendo mucho apoyo. Vienen mentalizados de que tienen que acatar las normas, acuden con muchas ganas de hacerte ver que están contigo, de disfrutar, pero también de tenderte la mano diciéndonos que apoyan la cultura. En el saludo, cuando termina la función, es especial porque también se ve la conexión de estar juntos por la cultura.

Supongamos que dentro de diez meses la epidemia pasa a otra vida. ¿Esperan que el teatro vuelva a la normalidad o piensan que las secuelas serán muy duras e irreparables?

—Hace tiempo que he decidido vivir al día y no me planteo esas cosas porque me angustio. Mi esperanza es que todo va a volver a ser como era o incluso mejor. Mi deseo es que la gente consuma cultura. Además, las Administraciones vascas y estatales deben proteger la cultura porque es el patrimonio del pueblo, lo que da criterio a la población. Por eso hay que tenerla muy presente.