L ser humano le es inherente expresarse en todo término, circunstancias y vitalidades; y en este campo el teatro es una buena herramienta para sacar a relucir nuestras virtudes y miserias. Camuflados bajo una experiencia lúdica podemos estar exfoliando nuestros dolores y lastres. Además, en tiempos difíciles como los que vivimos, es una buena forma de sanarnos como sociedad", explica a DEIA Iván Iparraguirre, director de Itxartu Antzerki Taldea, grupo de teatro no profesional creado en 1996 por el actor Mikel Albisu, vecino de Algorta, que lo dirigió hasta 2015.

Iparraguirre, actor y director peruano de origen vasco, le sucedió al frente del grupo de Getxo, intentando durante estos últimos cinco años, dotarle de su propio estilo y de un formato comunitario. "Hago teatro participativo; donde todos los integrantes intervienen en la toma de decisiones; aunque yo dirijo y corto los hilos, lo hago con las ideas de todos y todas los actores del Itxartu que en la actualidad lo integramos 18 personas, muchas de ellas mujeres", subraya, uno de los pocos directores de teatro comunitario de Euskadi.

Iparraguirre realizó sus estudios de Arte Dramático en el Club de Teatro de Lima. En los montajes todos los actores de Itxartu salen a escena, aunque sea en pequeños papeles. "Nos cuesta encontrar obras donde estén en escena 16 o 18 personajes. Además, busco piezas donde tengan protagonismo las mujeres con temáticas interesantes; no suele ser tan fácil, pero lo solemos conseguir".

El confinamiento forzoso por el covid-19 ha echado al traste sus proyectos más inmediatos, pero ello no ha impedido que continúen trabajando en proyectos de forma telemática, muchos de ellos relacionados con el tema del acoso. "Para algunos es complicado, pero ahí estamos", explica sonriente y con resignación.

En el grupo de teatro de Getxo, cuyos componentes son ingenieros, periodistas, amas de casa, estudiantes y jubilados, crean el aprendizaje, tal vez porque Iparraguirre procede de la Escuela y del Teatro social, donde todos dan su opinión creativa".

Afincado en Euskadi desde hace doce años, nunca se imaginó que terminaría viviendo en la tierra del bardo Iparraguirre. "Vine a Euskadi porque estaba preparando una obra con el autor vasco Alfonso Sastre, me invitó a una celebración de un grupo en Berriz y después realizamos una gira por Europa. Luego conocí a mi esposa aquí y ya formo parte de esta tierra", añade.

A pesar de la dificultad de los artistas para vivir de su profesión, en tiempos de crisis como los pasados y momentos duros como los actuales, Iparraguirre se siente satisfecho por haber logrado ganarse la vida con su pasión: el teatro. "Le estoy muy agradecido, nunca me ha defraudado. Para mí es una veta laboral, porque el teatro comunitario aún está por desarrollar", sostiene el director de Itxartu, que lidera también otras compañías de teatro.

Hace teatro con colectivos vulnerables, entre ellos personas con problemas de drogadicción, esquizofrénicos... Con gente con la que nadie quiere trabajar. "Estoy en la Asociación Bizitegi que asiste a gente de la calle, con alto nivel de consumo de sustancias, patologías duales, personas en libertad provisional. De hecho, con Itxartu preparamos una obra para representarla en la cárcel del Dueso, en Santoña; ahora tendremos que esperar no solo permisos para ir al penal, sino también una situación propicia".

Considera que las personas que se acercan al teatro comunitario, al igual que al comercial, es como la miel a la abeja, "que quien la prueba no la deja". De hecho, en Itxartu se ensaya por lo menos dos días a la semana. "Le robamos un tiempo a la vida para hacer teatro; con esta crisis también".

Su satisfacción última fue la obra que representaron en el conservatorio Andrés Isasi de Las Arenas pocos días antes del claustro provocado por el virus felón. "Antes del parón teníamos iniciativas por Euskadi y por el Estado; nos íbamos moviendo poco a poco, pero con mucha ilusión; solíamos hacer dos obras al año que para un grupo amateur está muy bien; las últimas han sido Muerto de la Risa y Prohibido suicidarse", apostilla Iparraguirre. "Con la pandemia todo se ha trastocado", explica Iparraguirre, quien ha participado en proyectos internacionales con la Comunidad Europea y en países como Suiza. "He dirigido grupos en el ámbito comunitario trabajando en cárceles de Chile. Siempre hemos recogido en nuestro teatro inmigrantes y trabajado con perspectiva de género, interculturalidad, e intergeneracionalidad temáticas que interesan a la gente", explica satisfecho por tener la posibilidad de hacer trabajo con adultos, con pacientes con Alzheimer, con los mayores que se juntan a bailar. La gama de gente que puede actuar es muy amplia; es una locura maravillosa", reconoce.

Este director treinteañero es consciente de que el teatro actúa como terapia para muchas personas privadas de libertad o víctimas de violencia de género, que "encuentran en el teatro un ámbito donde empoderarse, porque el teatro es una vitrina ideal para mostrar lo que quieras", indica satisfecho de su trabajo responsable, no amarillista, ni ofensivo. "En el escenario tienes todo el derecho a decir lo que quieras y como quieras. los inmigrantes, los padres, los médicos, las amas de casa", sostiene el director.

Por ello, le gustaría que esta disciplina artística tuviera un lugar destacado en los centros escolares. "Hay que incentivar tanto el divertimento como el pensamiento, porque los que vamos al cine versus teatro somos siempre los mismos; en Euskadi se calcula que entre 500 y 1000 nos repartimos en las diferentes salas. Como hay gente que quiere escuchar, se debe crear la necesidad de ir al teatro, de relacionarnos en este área", recalca.

Iparraguirre está aprovechando el confinamiento para repasar y preparar nuevos proyectos, entre ellos un nuevo montaje que les gustaría estrenar en noviembre, si el covid-19 lo permite. Como siempre le falta tiempo para corregir los textos, ahora está aprovechando al máximo este parón obligatorio. "Además, no hemos tenido más remedio que adaptarnos a trabajar en grupo a través de las nuevas tecnologías: está siendo una salida para seguir con los proyectos".

Con Bizitegi la intención era presentar en octubre-noviembre una obra en el Homeless Film Festival, de Bilbao. "No sabemos todavía si el evento se mantendrá o se pospondrá como está ocurriendo con otros eventos culturales. A pesar de la incertidumbre nuestra obra sobre el acoso estará lista", indica, al tiempo que reivindica una mayor presencia del teatro en nuestras vidas "porque hace que nuestra existencia sea mucho más feliz", apostilla con su buen conocimiento de esa locura maravillosa llamda teatro.

Ensayan telemáticamente el montaje de una pieza para noviembre, si el covid-19 lo permite, y siguen trabajando temas sobre el acoso