020 se está convirtiendo en el año de los regresos musicales inesperados. Tras la publicación del esperado nuevo disco de Pearl Jam, Gigaton, llega este fin de semana el del grupo The Strokes, tras siete años de silencio. Lleva por título The new abnormal The new abnormal(RCA. Sony Music) y, aunque esté lejos de su insuperable primer disco, añade colorismo y una acertada mezcla de estribillos molones, guitarras y sintetizadores que miran a los años 80. El quinteto lo presentará en vivo en el festival Primavera Sound de Barcelona, que se ha retrasado a agosto.

¿Hacía falta otro disco de The Strokes en 2020? El grupo neoyorquino, buen aglutinador de influencias rockistas, la mayoría herederas del rock underground de los 70, ha llenado vastas explanadas en conciertos multitudinarios sin nuevas canciones, como probó el año pasado en Bilbao BBK Live y, en ocasiones, con recitales anodinos o simplemente correctos. Liderado por los ya cuarentones Julian Casablancas (cantante) y Albert Hammond Jr., el quinteto de niños ricos, que completan Nick Valensi, Nikolai Fraiture y Fabrizio Moretti; parece reivindicar que sí, que su música tiene vigencia per se en 2020. Esa es la intención -avalada en parte tras su escucha- de un regreso que, nuevamente, busca evidenciar que The Strokes siguen teniendo vida después de Is this it, editado hace ya casi dos décadas y que se ha mostrado insuperable hasta el momento, además de uno de los discos referenciales del siglo XXI. Preguntadle a James Murphy, de LCD Soundsystem, a los Arctic Monkeys, a la Rolling Stone o a Kings of Leon.

Sus dos últimos trabajos, Angles (2011) y Comedown machine (2013) pasaron sin pena ni gloria. Ahora, tras varias aventuras en solitario de sus miembros, ya está aquí The new abnormal, un disco que suena mucho más divertido y creativo que ambos en sus únicamente 9 canciones -la mayoría largas, eso sí, superando los cinco minutos-, grabadas en los estudios Shangri-La en Malibú y producido por el maestro Rick Rubin (Beastie Boys, Johnny Cash, Kanye West...).

Guitarras y sintetizadores

Este sexto álbum, desde ya uno de los más importantes del año y cuyo título se ajusta como un guante a la nueva anormalidad que nos azota ahora aunque fuera elegido previamente, nos entra por los ojos con la pintura de Jean-Michel Basquiat Bird on money desde su portada. Musicalmente ofrece la mezcla de guitarras y sintetizadores revisionistas de los años 80 habitual en sus trabajos previos y en los de The Voidz, el grupo paralelo de Julian Casablancas.

El disco ofrece más de lo que esperábamos desde la apertura con The adults are talking, enérgico afterpunk electrónico con bajo marcado y guitarras nerviosas y oscuras, a lo Interpol, y voz final en falsete. No es el único pelotazo vibrante. También te mueven los pies Brooklyn bridge to chorus, single impactante que aúna guitarras con guiños sintetizados ochenteros y una rítmica bailable con ecos de Pet Shop Boys; o Bad decisions, que explota su sonido tradicional con un guiño explícito a la melodía principal de Dancing with myself, de Billy Idol, y un desarrollo melódico y rítmico que emula a New Order. Tampoco le va a la zaga en interés Eternal summer, canción veraniega en la que parece como si Mika -con su falsete- se hubiera apoderado del micrófono en una canción compuesta por David Byrne, o dos cortes que parecen tributos a The Smiths, Why are Sundays so depressing con su riff y su ambiente melancólico, y Not the same anymore, en el que Casablancas se acerca al Morrissey más crooner desvalido y sesentero. Menos atractivos suenan en los tempos baladísticos, caso de Ode to the Mets, con una intro vocal propia del reggetón, o el audaz single At the door, más de 5 minutos sin batería envuelto en un mantra sintetizado.

En sus letras, el álbum combina notalgia, sentido del humor, ironía y contestación. Los versos rebeldes de The adults are talking -las mentiras del mundo de los negocios- se conjugan con los meandros emocionales de Selfless -“la vida es muy corta, pero viviré por ti”-, el revisionismo de sus mejores años, diatribas sobre la amistad -“quiero nuevos amigos, pero ellos no me quieren”-, los guiños a Nueva York a través de barrio y el equipo favorito de baseball de Julian... Avanzan, pero siguen muy lejos de su debut.