El músico estadonidense Nathaniel Rateliff, miembro del grupo The Night Sweats, ha estado siete años callado, un largo tiempo en el que su vida personal ha ido tumbos emocionales, marcados por el dolor y las pérdidas, tanto emocionales como físicas. A pesar de ello, Rateliff, más cerca ahora de los cantautores acústicos de los 70 que de los sonidos negroides, ha publicado un excelso disco, And it’s still alright, tan conmovedor en su traje musical como en su faceta lírica, plena de esperanza y superación. “Sigo viviendo y todavía encuentro alegría”, explica.

Compositor y cantante, Rateliff vuelve con su tercer disco en solitario, sin el apoyo de su grupo y alejado del soul aunque con la cobertura del mítico Sello Stax y la distribución de Caroline. Curtido en una familia de músicos profundamente religiosa, el chaval aprendió a tocar y cantar en la iglesia e, incluso, llegó a ejercer como misionero de la fe hasta que se volvió agnóstico a los 18 años. Su vida de película tuvo un capítulo oscuro cuando cayó en el alcoholismo y repuntó artísticamente junto a The Night Sweats con discos -a recuperar- basados en los ritmos negros, especialmente el soul.

Cuando Rateliff comenzó a escribir su nuevo álbum en solitario, las canciones inicialmente se centraron en el dolor sufrido tras la separación de su pareja sentimental, pero el tema central tomó una dirección diferente cuando Richard Swift, amigo y productor de sus discos con The Night Sweats, falleció en julio de 2018. Finalmente, la decena de canciones de And it’s still alright están lejos de regodearse en el dolor, “un lastre”, como canta en el tema inicial.

“Siempre me gusta buscar la esperanza en la oscuridad, y me gusta tratar de compartir eso”, explica Nathaniel. “Trato de escribir desde una perspectiva honesta, aunque ello me muestre vulnerable. Pero en general, es como si fuera un personaje diferente cuando escribo para mí mismo”, asegura el músico, que comparte estas canciones al ser consciente de que todas las personas “pasamos por dificultades”. En su opinión, “independientemente de ellas, todo termina donde se supone que tiene que terminar; y yo todavía continúo viviendo y encuentro alegría. Ese es el tema del disco”, confiesa.

El álbum, grabado en el estudio de su amigo desaparecido y con la ayuda de colegas pertenecientes a grupos como Beach House, DeVotchka, The Night Sweats, Everest o The Texas Gentleman, muestra a Rateliff sin sus habituales ropajes soul y con un traje de cantautor folk de inicios de los años 70 de siglo pasado que le sienta muy bien, modelo James Taylor y Harry Nilson. Ofrece 10 baladas y tiempos medios de raíz acústica, reflexivos, plenos de armonías gráciles, guitarras acústicas y melodías resplandecientes y melancólicas, pero plenas de luz.

Cuesta desprenderse de la melodía de What a drag. Se adhiere a la piel y al oído desde que oyes esa percusión hecha con los dedos. Y le sigue, nada menos, que el tema que titula el álbum, una de las canciones más hermosas editadas en lo que llevamos de 2020, con esa slide de sonoridad country y su mensaje esperanzado. Ratelill canta que vivimos “tiempos difíciles” en los que “comienzo a contar las pérdidas” y a “enterrar a mis amigos”, pero el mensaje final es claro: “Y todavía está bien”. El mundo; a él se refiere.

La canción, el título y hasta la portada del disco, en la que los rayos de sol se abren paso entre las ramas de los árboles de un bosque, evidencian la honestidad de un disco compuesto, grabado y cantado a corazón abierto. Y que derrocha esperanza partiendo del dolor y la pérdida. “Esperaba que sanaras o despertaras”, lamenta en Rush on, tema que cierra el disco.

Y en el camino, dejando muestra de su voz catedralicia en temas como Time stands, nos mece con las cuerdas en All or nothing, canción con un contrabajo de aires jazz que suena a madera; juguetea con el blues en Expecting to lose; cita al maestro Leonard Cohen en el arranque y los coros celestiales de Tonight #2; al Richard Hawley más crooner en Kissing our friends; al gospel en Mavis; a Simon & Garfunkel en You need me... Y todo entre melodías y estribillos gloriosos. Da gusto tener oídos para escuchar discos como este, una auténtica celebración del amor y de la vida.