SONRIÉ cuando lo recuerda: “Tuve un profesor en la universidad que me dijo que ser ilustrador era muy jo...robado, pero la advertencia no me sirvió de nada”. De hecho, esa sensación de cierta inconsciencia, por así decirlo, de los inicios que rememora la creadora palentina Noemí Villamuza es compartida al instante por la alavesa Yolanda Mosquera, la donostiarra Elena Odriozola y la amezketarra Maite Gurrutxaga. Las cuatro han aceptado el reto del festival Mazoka -que vivirá su quinta edición este diciembre- y de Naipes Fournier para crear una baraja especial -cada una se ha encargado de un palo- con la que celebrar el 150 aniversario de la firma creada en Vitoria, un aniversario que se producirá en 2020.

“Si alguien me pidiera un consejo para dedicarse de manera profesional a la ilustración, le repetiría lo que en su momento me dijo mi hermano: trabaja. Si quieres que se convierta en tu oficio, tienes que meter muchas horas, ser concienzuda, trabajadora”, añade Gurrutxaga (Premio Euskadi de Ilustración 2014). “Lo que necesitas es tiempo, constancia, saber que hay un periodo necesario de proceso, evolución y desarrollo que dura unos diez años”, completa Mosquera (Premio Euskadi de Ilustración 2018).

Con todo, “cada persona es un mundo y cada cual funciona de manera diferente”, apunta Odriozola (Premio Nacional de Ilustración 2015 y Premio Euskadi en 2009 y 2013), quien recuerda que ella, mientras trabajaba a principios de los 90 en una agencia de publicidad, tenía muy claro qué camino debía seguir: “tenía la seguridad de que las cosas iban a pasar, que es algo que no me sucede en otros aspectos de la vida. Y pasaron. Eso no se lo puedes decir a nadie como consejo. Sí, tal vez, que lo que no puedes hacer es ir en contra de lo que sientes o piensas que tienes que hacer”. Así que, como dice Villamuza (Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 1999 y Premio Nacional de Edición 2005) es necesario “disciplina, currar a saco y no tener prisa. Hasta que reposas y generas tu voz personal, tu registro y tu imaginario, pasa un tiempo. Yo también empecé con una absoluta inconsciencia y he pasado por un montón de montañas rusas en este trabajo”.

Las cuatro, tras estar hace unos días en el museo Bibat presentando la mencionada baraja, volverán a la capital alavesa en breve para tomar parte en una mesa redonda en la que hablarán de distintos aspectos de un oficio que en los últimos años está consiguiendo salir de la sombra en la que ha permanecido durante tiempo. “Que estén cambiando las cosas obedece a que se está entendiendo la ilustración no como algo decorativo sino como algo narrativo que aporta lectura, aunque esta es una idea en la que todavía hay que seguir insistiendo”, dice Gurrutxaga, a lo que Mosquera suma que una de las claves se encuentra, en este sentido, en el hecho de que el sector editorial haya visto en los ilustradores “otra forma de vender más. Por eso hemos pasado al primer plano, estamos en las presentaciones... se han dado cuenta de que en la ilustración también hay un filón”.

Como reivindica Villamuza, “es que estamos hablando de material visual en la época de la comunicación audiovisual; es la mitad del mensaje. Ahora es cuando se están dando cuenta de lo valioso que es ese mensaje. Yo lo noto mucho en colegios. Hago muchos talleres con niños y hace poco estuve en el bajo Aragón, en Maella, un pueblo pequeño, en su colegio público y allí no trabajan con libros de texto sino con álbumes ilustrados. Ya he visto este proyecto en dos regiones más. Es guapísimo porque, además, llegas y niños de nueve años te preguntan: ¿qué editorial te cuida más? La realidad es que tienen un reposo emocional brutal porque utilizan la ilustración para expresarse, aunque no todos dibujen”.

A ese reconocimiento también ayudan, en teoría, los premios, algo en lo que las cuatro son también expertas. Aún así, Odriozola describe que el hecho de ganar el Nacional de Ilustración no solo no ha supuesto un incremento en sus ganancias económicas sino que, además, “de repente me empezó a llamar menos gente porque pensaban que yo estaba por encima. He llegado a escuchar cosas de gente que ni conozco, que no entiendo. Te crean una imagen que no es”. Diferente es la experiencia de Mosquera con el Euskadi de Ilustración ya que tras conseguirlo notó “más movimiento, como que me ha afianzado, aunque nunca sabes qué deparará el futuro”. Las cuatro tienen claro, eso sí, que con o sin galardones, es fundamental luchar por defender unas condiciones mínimas, sobre todo porque “en el mundo editorial se regatea mucho”.

Mucho más que ilustrar Pero más allá del momento de creación hay que atender a no pocas cuestiones, pasando por todo aquello que tiene que ver con contratos, trámites, IVA, Seguridad Social... “uff, la burocracia”, dice Villamuza. “Pero también lo tienes que hacer. De hecho, no te puedes dormir con eso”, aporta Gurrutxaga, aunque reconoce que hay otro aspecto actual de la labor del sector que lleva peor: la presencia en redes sociales.

Odriozola, sin embargo, defiende que en este tema “tampoco nos tenemos que volver locas”. Prefiere poner el foco en la necesidad de poner en valor el oficio de cada una de ellas y la búsqueda del disfrute. “Me da igual lo que me pidan. ¿Un cartel? Vale. Imagina que te traen para ilustrar un sello. ¡Qué bien! ¡Yo quiero! Hay cosas como lo de la baraja que hemos hecho para Fournier que siempre te encantaría hacer aunque piensas que nunca va a pasar”.

Pues ha sucedido y la cuestión del formato y de cómo afrontar encargos de este tipo lleva a las cuatro a dejar claro que, más allá de la ilusión por el trabajo, ha habido algún que otro dolor de cabeza. “El formato es la gran locura. De hecho, en este caso a mí me ha amargado bastante”, apunta con una sonrisa Mosquera. Siguiendo este hilo, Villamuza recuerda que “yo, que soy más austera que ellas y uso mucho blanco, hubo un momento que sufrí con todo esto porque las veía a las tres muy atmosféricas y lo mío me parecía muy simplote. Luego me di cuenta de que cada una tiene su estilo, de que yo soy así y ya está”. Al fin y al cabo, como señala Gurrutxaga, “siempre, cuando trabajas para otros, hay que tener en cuenta el formato que te dan y el tipo de encargo. A partir de ahí, es como un problema matemático a resolver. Por una parte están las características del encargo y, por otra, lo que tú quieres hacer como autora. El secreto está en ver cómo casa todo eso”.

Punto de encuentro, gasteiz Las cuatro volverán este mes a la capital gasteiztarra para participar en el programa de actividades paralelo del festival Mazoka, una cita en la que, en diferentes ediciones, han tomado parte poniendo también su puesto en la feria que se lleva a cabo en el antiguo Depósito de Aguas. “Estamos tan acostumbradas a estar en casa trabajando en solitario que vas allí y son muchas emociones que gestionar”, remarca Gurrutxaga, que reconoce que tras asistir en 2014 “tuve un poco de resaca emocional; conoces a tanta gente y, de repente, llega el lunes y estás sola en casa frente a la mesa de trabajo. Yo agradezco mucho estar con otros ilustradores porque aprendes un montón”.

Odriozola admite que “nunca había vivido algo así; de hecho, cuando fui, pensé que no íbamos a vender nada. Pero fue como jugar a las tiendas. Al principio me daba vergüenza, pero luego para nada. De hecho, fue una experiencia muy divertida”, sonríe, igual que hace Villamuza al recordar su paso por Mazoka: “conocí y reconocí a mucha gente. Incluso me encontré con algún ex alumno y me vinieron, por ejemplo, familias con chicos adolescentes que habían tenido álbumes míos cuando eran pequeños y que ahora venían con novela gráfica. Eso sí, fue un ejercicio de humildad ver como otros, que eran más novatos, tenían mejor sus puestos, con flores secas, puntos de luz estratégicos? Era como ver pequeñas escenografías”.

Por su parte, Mosquera, admitiendo que es muy tímida y que lo pasa “fatal” delante del público”, rememora que “luego me fui soltando porque vi que la gente era muy cálida y cercana”.