BILBAO - El cantante portugués Salvador Sobral, que revolucionó Eurovisión con su música sentida y emocional hace dos años, presenta su nuevo disco, París, Lisboa (Warner), hoy en directo en el Teatro Arriaga. “Lo que me encanta de la música es buscar y no encontrar nada, pero seguir buscando”, explica Sobral en esta entrevista. El luso considera “la pasión y la emoción” como sus motores ante el trabajo y la vida.

¿Cómo está? En los tres últimos años ha cambiado tanto su vida (Eurovisión, operación de corazón, boda), que no sé si siente que es un ser humano diferente.

-No, no. Me siento el mismo ser humano que antes, pero con muchas más ganas de vivir, de sentir y de abrazar la vida.

En su momento de mayor exposición pública, siempre defendió que era músico, no una celebridad. ¿Se va acostumbrando ya o reniega de todo lo que rodea al marketing y la industrial musical?

-El hecho de ser una celebridad es una consecuencia de algo que yo hago. Yo soy primero, músico. Lo de ser famoso o conocido es únicamente una consecuencia que no es para mí muy agradable por mi manera de ser. Pero he de decir que ahora tengo la celebridad justa.

Lo innegable es que Eurovisión y una multinacional no han quebrado sus principios ni cambiado su música. ¿Se siente un resistente ante la música actual mayoritaria, el hip hop, lo afrolatino, el urban y el reggetón?

-Me siento como yo me siento y hago la música que quiero hacer. Solo que hay otra gente que quiere y hace otro tipo de música. Hay hip-hop buenísimo y creo que estamos viviendo una época buenísima de este estilo, pero a mí no es la música que me sale hacer. Pero no critico las demás.

Aunque se siente un músico de directo, ¿qué me cuenta de ‘París, Lisboa’, su último paso por el estudio de grabación? Sigue fiel al jazz, algo de bossa y fado... Con ellos creció, imagino.

-El disco es una tarjeta de visita para que la gente pueda conocer las canciones que luego va a ver en vivo sobre el escenario. Para mí, ese es el objetivo final.

¿Y su título? Recuerda a la película ‘París, Texas’, la obra maestra de Wenders. ¿Algo que ver o ha creado estas canciones en un viaje entre ambas ciudades?

-Pues las dos cosas. Lo he concebido entre estas dos ciudades y después quise hacer un juego de palabras con la que es mi película preferida de siempre.

Canta en portugués, castellano, inglés, francés... ¿Su multilingüismo es fruto de sus influencias musicales?

-Yo utilizo las lenguas y los idiomas como los guitarristas usan sus pedales. Para mí es un recurso más, con el que puedo explorar nuevos vocablos, sílabas que suenan distintas e incluso personalidades distintas que asumo cuando canto en otras lenguas. Es más un recurso, porque el verdadero idioma es la música.

Leí que le gustaba Bon Iver, que se relajaba con sus discos. ¿También con los últimos o son demasiado experimentales?

-Me encantan también los últimos. Lo que pasa es que lo escuché mucho cuando estaba recuperándome en el hospital y ahora oyéndolo pienso en aquel momento. Por eso últimamente no lo oigo demasiado.

Canta varias canciones en castellano en su último disco. Una es ‘Grandes ilusiones’. ¿Cuáles son las suyas en 2019?

-Seguir lo que estoy haciendo...y más. O tocar en el Carnegie Hall de Nueva York... y también me gustaría en Latinoamérica.

“Embriagado de pasión”, canta en esa canción. Es necesaria para vivir y crear, ¿no?

-Sí, eso sí. La pasión es mi estímulo.

Y se refiere también a la emoción. ¿Es lo que siente delante de un micrófono?

-Sí, delante de un micrófono, pero también ante la vida.

No sé qué recuerdo guarda de Eurovisión, pero sería difícil una gira como la actual sin esa promoción mundial que le dio el concurso ¿no cree?

-Sí, totalmente de acuerdo. Llego a Euskadi en una gira que pasa por Estonia, Letonia, Lituania, Alemania, Suiza, Polonia, Finlandia, Suecia o Noruega.

Gira con su banda habitual, un trío de batería, piano y contrabajo, un formato muy habitual en el mundo del jazz. ¿Qué me puede contar de sus músicos?

-Son músicos que admiro muchísimo, que siempre están listos para la comunicación, la improvisación y la espontaneidad. Músicos muy creativos que están buscando todo el tiempo. Al final eso es lo que me encanta de la música, buscar y no encontrar nada, pero seguir buscando. Todos nosotros es lo que, además de las ganas de libertad, tenemos en común.

¿Cómo será el concierto, qué veremos y escucharemos?

-Mucha libertad, mucha comunicación e intentar llegar al espectro máximo de emociones. Desde la tristeza y melancolía, hasta la felicidad casi histérica.

¿Se siente actor cuando canta? Lo digo por sus inflexiones vocales, sus movimientos...

-Muchísimo, cada vez más. Me gusta que el concierto sea una experiencia casi de performance.

¿Reivindica a los artistas que ‘viven’ sus canciones, que no solo las cantan?

-Sin lugar a dudas. Jacques Brel es el mayor ejemplo de eso.

Leí que consideraba Catalunya, Euskadi o Andalucía como pequeños países dentro de un Estado. ¿Hasta dónde le interesa la política?

-Me interesa en cuanto que trata de desarrollar los derechos de los ciudadanos, desde la libertad de la democracia. Me interesa como a cualquier ser humano debería interesarle.