donostia - ¿Se encuentra cansado?

-Los primeros días estás con mucha ilusión y muchas ganas, pero a partir del sexto, el cansancio te va pudiendo. Todo el equipo necesita parar, llegamos muy cansados, muy al limite.

¿Cómo afronta esta semana?

-Después de la última despedida ayer, hoy estaremos en Bilbao, luego vendrá Pamplona... Durante la semana cerraremos la edición.

Parece que hay una división en la crítica con respecto a la Concha de Oro de ‘Pacificado’.

-Pacificado ha pasado mucho mejor en la crítica norteamericana; la internacional, en general, está dividida. Es cierto que es una película que sigue el esquema del cine que se hace en EE.UU. A mí me gusta, es una cinta del subgénero de favelas, pero consigue hacer una cosa muy interesante con esa historia de corte familiar. En estos nueve años es rara la vez en la que me he encontrado una película que suscite la unanimidad en la crítica.

Comenta que es raro que haya unanimidad, pero sí se dio con ‘La trinchera infinita’.

-Solo he encontrado una crítica en contra y es de un medio nacional. Es increíble, desde Variety, que la considera una de las grandes, hasta Screen International, pasando por críticos alemanes, argentinos, ingleses... todos hablan maravillas de ella. Les decía a los directores, que más allá de los premios, lo importante es haber conseguido tanta unanimidad.

Parece que Garaño, Arregi y Goenaga solo rozan el oro.

-Se le da demasiada importancia a muchas cosas que creo que tienen menos. La gran ganadora de este Festival, sin haber logrado la Concha de Oro, es La trinchera infinita. Ha conseguido seis premios, todo el mundo habla de ella y sale lanzadísima de aquí. Cuando hay tal unanimidad y el público habla bien de ella, entiendo que piensen que el jurado también tenía que haber opinado así. Le ha dado premios muy importantes: dirección y guion.

¿Tendrá éxito de cara a los Goya?

-Sale de aquí aún más lanzada que Handia, que se llevó diez Goyas. En Euskadi vamos a tener otra bonita noche de Goyas, aunque nunca se sabe. Tiene competencia con Almodóvar con su Dolor y gloria. Hay que ver cómo se posiciona la película de Amenábar, Mientras dure la guerra, que a mí personalmente me gusta bastante. Aunque es más pequeña, también hay que ver lo que pasa con la película de Belén Funes, La hija de un ladrón.

Adelantó que, tras ‘La hija de un Ladrón’, había nacido una estrella con Greta Fernández.

-Creo que había cuatro interpretaciones que pugnaban muy fuerte por la Concha de Plata: Belén Cuesta en La trinchera infinita; Eva Green en Proxima y luego las de Greta Fernández y Nina Hoss. En el caso de Greta, efectivamente, ya era una gran actriz, pero ha nacido una estrella. Después de esta interpretación es normal que le lluevan ofertas: que una chica tan joven aguante como aguanta este papel tan complicado de tantos matices, es espectacular.

¿Y en el caso de Nina Hoss con ‘The audition’?

-Es muy bonito que la Concha de Plata sea ex aequo porque, es la combinación de una nueva promesa con la gran dama del cine alemán. Puede haber quien no sepa quién es Nina Hoss pero es una estrella en Alemania y aquí la conocemos por Barbara, pero es una mujer con una filmografía espectacular.

Programaron ‘La hija del ladrón’ el día antes de proyectar ‘Rocks’. Sorprende porque son dos cintas con muchas similitudes.

-No fue buscado. Rocks entró tarde y al hueco que quedaba. Era una película compleja porque iba al London Film Festival y este quería la premiere europea. Finalmente, aceptaron que pasara por ambos festivales. Insisto, a mí Rocks me gusta mucho.

¿Alguna otra que le guste especialmente de la Sección Oficial?

-Soy un fan loco de una película que ha pasado por aquí de forma regular: Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, de Torres Leiva. La he visto tres veces; es cine-poesía, que diría Pasolini. Entiendo que es una película complicada para el público que no está acostumbrado a ver mucho cine. También es cierto que es complicada si la ves cansado en el fragor del festival.

¿Qué ocurrió exactamente con ‘Zeroville’, de James Franco?

-Zeroville nos llega a través de un productor amigo nuestro, que nos dijo que el director quería hacer el circuito Toronto-Donostia, como pasó con The disaster artist. Nos gustó: es una película desequilibrada, loca, especial y la seleccionamos. Muy pronto se confirmó que podían venir James Franco y Megan Fox.

¿Por qué se la sacó del concurso?

-Es una película que tiene ciertos problemas. Se acabó de rodar hace tres o cuatro años y ha costado mucho terminarla. Entraron muchos productores y eso ha provocado que hubiese cierto descontrol. Estaba vendida a varios países, pero hace mucho. De pronto, descubrimos a través de nuestro Departamento de Documentación, que se iba a estrenar en Lituania y en Rusia. Nos dijeron que no podía ser, que no tenían materiales. Fíjate cómo era el tema: sí, los tenían y habían fijado hasta el estreno. Pararon lo de Lituania, pero en Rusia se iba a proyectar en 200 salas. Nos propusieron hacer allí un preestreno y paralizarla hasta el festival.

No aceptaron.

-Aplicando el reglamento de una manera laxa, siendo un preestreno, no importaba. Pero no nos parecía justo de cara al resto, sobre todo, si hubiese ganado un premio.

¿Los productores se lo tomaron mal?

-Lo entendieron. Se disgustaron por no poder competir, pero hay muy buena relación. Han estado algunos de ellos, pero no hicimos rueda de prensa porque no tenía sentido.

Pese a la presencia de los productores, no vino ni Franco ni Fox.

-No sabemos la razón definitiva de porqué no vinieron, pero lo intuimos. Franco tiene algún juicio pendiente como testigo y no sabemos si algún otro lío como acusado. De hecho, no ha hecho publicidad de la película en el estreno en EE.UU. Si Megan Fox hubiese venido, todos los periodistas le hubieseis preguntado sobre el mismo tema.

Lo que más ha destacado en esta edición ha sido lo político y lo social.

-Los festivales siempre responden a lo que está pasando. Vivimos en un momento muy politizado. El fascismo comienza a llegar a los Gobiernos con el voto de la gente, de la misma manera que llegó Hitler al poder; el planeta se nos está yendo al carajo... Siempre tenemos películas espectáculo, más o menos de cinematografías extrañas, pero siempre también cine político.

Este año se ha visto más claro.

-Nunca nos vamos a posicionar de forma partidista, somos un festival que queremos que todos los partidos políticos se sientan cómodos en él. Pero sí vamos a apostar por los derechos humanos. Cuando nos posicionamos a favor del aborto legal en Argentina creo que, desde la derecha o desde la izquierda, tenemos que ir juntos por el derecho de la mujer a que haga lo que quiera con su cuerpo e ir a que el aborto sea una cuestión de salud pública, gratuita y de calidad, y no un tema de ética. Nosotros siempre hablamos con películas: hemos proyectado Que sea ley, pero nosotros también nos hemos posicionado con los pañuelos verdes.

También han exhibido ‘Santuario’, sobre el cambio climático.

-Nos hemos manifestado poniendo la película, no hemos hecho nada más. Hemos tenido a Álvaro Longoria y a Javier y a Carlos Bardem presentándola. Por otro lado, hemos tenido una película de la cual se ha hablado menos, Zubiak, de Jon Sistiaga, sobre Maixabel Lasa y uno de los asesinos de su marido. Me parece una cinta muy interesante.

¿Por qué?

-Habla del pasado pero también del futuro. Sé que en algún medio no me han llamado precisamente “bonito” por decir esto, pero el exetarra me merece mucha admiración y respeto. Todo el mundo tiene derecho a una segunda oportunidad, a una tercera, una cuarta y una quinta, si hace falta. Tendremos que contar a las generaciones venideras qué fue ETA, para mí una banda fascista y asesina, pero también habrá que hablar de las torturas sistemáticas que hubo en el País Vasco, del Terrorismo de Estado... Con tranquilidad y con perspectiva, pero hay que hablar de todo ello, porque todo ocurrió.

¿Afecta al Zinemaldia que el Festival de Venecia se celebre poco antes?

-Somos muy diferentes. La Mostra es muy potente y que esté tan cerca hace que haya películas que nos gustaría tener a competición y no tenemos. También es cierto que hay filmes con nombre que no hemos tenido porque no nos gustaron.

Influye, por lo tanto.

-Sí, pero nosotros apostamos por un tipo de cine, con nombre si se puede. Nos hubiese encantado poder tener como el año pasado a una Claire Denis con su High Life, pero tampoco estamos dispuestos a poner los nombres por los nombres. Nos gusta apostar por gente menos conocida pero potente. Este año, quizá, ha habido una programación con menos nombres conocidos, pero hemos tenido a gente que ha competido en Cannes dos veces, en Locarno...

El festival de cine de Venecia se lleva las grandes películas estadounidenses.

-Obviamente, Venecia es una maquinaria muy potente para el cine norteamericano, pero nosotros tenemos muy claro qué festival queremos ser: trabajamos con la industria, con los nuevos talentos... Venecia quiere ser el festival preóscars, nosotros lo que intentamos es tener sus películas en Perlak. Se ha podido ver The Laundromat y Joker, como película sorpresa. Lo que nos gusta, lo intentamos tener. ¿En segundas nupcias? Bueno, la gente lo puede ver.

¿Ha sido una coincidencia que se proyecte ‘Joker’ 30 años después de que ‘Batman’ se estrenase en la Sección Oficial del Zinemaldia?

-Te voy a ser sincero, no lo sabía cuando la elegimos. Tampoco sabíamos que iba a ganar el León de Oro. Lo de Joker es muy fácil: nos gusta mucho, nos parecía interesante y la queríamos tener en Perlas. Por una serie de circunstancias de negociación, no llegamos. A Warner, que es una casa amiga de este festival que nos trata muy bien, le propusimos tenerla de película sorpresa, lo que nos daba un tiempo más para cerrar el tema. Además, planteamos la oportunidad de que el Zinemaldia se expandiera a seis ciudades. Es una película que queremos ver todos y más de una vez.

¿Le falta algo al festival? ¿Salas? Parece que lo de la oferta hotelera se ha solucionado.

-Seguro que hay muchas cosas por mejorar. Dos salas más en el centro nos vendrían genial. Hoteles ya no nos faltan. Luego hay que tener en cuenta que somos en Donostia 186.000 habitantes y las infraestructuras son las que son.

¿Cómo condicionan las infraestructuras?

-No podemos tener un aeropuerto como el de Munich. Cuando quieres traer una estrella le tienes que decir que vendrá en primera pero que tiene que ir a Munich o Londres y que allí tiene que esperar para hacer escala y llegar a Bilbao; de allí venir en coche... Alguno te dice que o le pones un avión privado o no viene. Claro que tenemos inconvenientes, pero de eso no me quejo. Tenemos que ser ambiciosos, pero muy conscientes de hasta dónde podemos llegar. No podemos hacer un festival como Venecia, pero tampoco debemos.

¿No estaría dispuesto a poner ese avión privado?

-Hace poco hablábamos de un nombre que sería un auténtico bombazo que lo tuviéramos. Ahora, por una serie de circunstancias, podríamos optar a tenerlo, pero el avión privado que tendríamos que poner cuesta 280.000 euros. Aunque los tuviera, no voy a pagar 280.000 euros para traer a una estrella, creo que no debo. Nuestro festival no debe. Otras veces, cuando están de promoción y hay una gran compañía detrás, son ellas los que te lo traen, y quizá pongan el avión, porque les compensa. Hay que dejar claro que, siempre se puede mejorar, pero creo que es un festival muy sólido.

¿En qué sentido?

-El Zinemaldia empieza a tener una personalidad muy definida. Somos muy fuertes para el mercado latinoamericano, tenemos un foro de coproducción que va como un tiro, estamos haciendo un trabajo con nuevos directores muy importante y además se nos empieza a reconocer, somos un festival de todo el año... En nuestra Sección Oficial y en Nuevos Directores peleamos hasta donde podemos, unos años llegamos más lejos y otros años, menos, pero no debemos olvidar que somos todo lo demás. Perlas y Horizontes nos permite recoger lo mejor del año.

Cada vez hay menos ‘premieres’ mundiales.

-Cada vez va a ver menos festivales que las hagan, probablemente, solo tres. Es muy fácil hacer un festival de premieres mundiales, yo te lo hago mañana, pero la calidad bajará fuertemente. Las películas necesitan un circuito. Es fantástico hacer un recorrido Toronto, Donostia y Deauville. Hay que buscar nuevas fórmulas y nuevas formas de relacionarse.

¿Considera, como afirmó Edurne Ormazabal en la gala del Premio Donostia a Penélope Cruz, que la sorpresa de Bono pasará a la historia del Zinemaldia?

-Supongo que sí, porque la foto ha dado la vuelta al mundo. Todas las grandes agencias internacionales la estaban volcando. Ha puesto el nombre del Zinemaldia en todo el mundo.

¿Cómo surgió la sorpresa?

-De una conversación con Javier Bardem. Le preguntamos a ver quién le haría especial ilusión y nos dijo que Bono. Son muy amigos. Le envió un whatsapp y de ahí surgió.

¿Qué tal la relación con él?

-Ha sido exquisito. Ya me gustaría a mí que, estrellas de cine, una décima parte de lo famoso que es Bono, fueran tan fáciles como él. Un tipo encantador que se ha prestado a todo.

¿Lo tuvieron escondido?

-Llegó alrededor de las 20.15 horas a Biarritz, un poco más tarde de lo que nos hubiese gustado. Estuvo esperando un poco en el avión y luego vino a Donostia y tuvo que dar unas vueltas. El coche paró cerca del María Cristina para comprar unas cervezas. La gracia es que tenía que llegar exactamente en ese momento. Todo el mundo tenía que estar ya dentro para que nadie alertase de su llegada, pero, a la vez, tenía que estar en el momento exacto en el que yo anunciase su presencia. Salió todo muy bien. Bono hizo una entrada de rock-star total, pero luego se mantuvo en un segundo plano porque sabía que el protagonismo era de Penélope.