Iruñea - Varados, la película con la que la cineasta navarra Helena Taberna se adentra en la vida cotidiana de los refugiados de larga duración de Atenas y Lesbos, será la encargada de inaugurar la sección Zinemira del Festival de Cine de Donostia. Se trata de un filme centrado en quienes luchan por mantener viva la esperanza a pesar de las precarias condiciones bajo las que subsisten día a día y que Taberna realizó tras conocer el proyecto Zaporeak, que lleva desde 2016 repartiendo comida a los refugiados. La película, que llegará a los cines el próximo 4 de octubre, fue presentada ayer, por primera vez, en Madrid.

‘Varados’ muestra la vida cotidiana de personas refugiadas de larga duración. De todos los aspectos que podía reflejar, ¿por qué decidió centrarse en este?

-Porque me pareció que era la parte menos conocida. Los medios de comunicación se encargan de contarnos la llegada de las pateras, el dolor o las partes más dramáticas, pero olvidamos que después estas personas tienen un día a día, que pueden pasar dos años sin saber cuál será su situación, varados, como nuestros personajes. Y me preguntaba cómo vivirán, cómo matan el tiempo... Fue curioso porque la primera vez que fui a conocer a Muhammad -uno de los protagonistas-, que estaba en el campo de refugiados, tenía sobre la mesa el libro de Zorba el griego y estaba aprendiendo griego con él. Empezamos a hablar del Mediterráneo, de ese mar de la cultura que unía Palmira (Siria) con el Partenón de Grecia, lo similares que eran las dos culturas en muchos aspectos... Y yo sí que había reflexionado sobre lo extraño que me resultaba que en Grecia, en este momento, no estuviesen la mayor parte de los artistas europeos, porque es un banco de pruebas, como lo que fue Sarajevo hace unos años o la Guerra Civil española. Y este hecho, el de los refugiados y las migraciones, sigue ocupando muy poco en el mundo de los intelectuales. Entonces sentí la necesidad de reflejarlo. No quería que el protagonismo del discurso de la película se lo llevasen las ONG, sino que fueran los propios refugiados quienes hablasen. Y fue una gozada porque Zaporeak nos abrió la puerta para conocer a todas estas personas, su situación, y el trabajo de este proyecto, que da comida a estas personas desde hace ya unos años. Fue una aventura estupenda y creo que ha tenido un ejercicio transformador, al menos para mí, y espero que la película consiga lo mismo con los espectadores.

Los protagonistas son, precisamente, personas ya muy asentadas en estos campos de refugiados, y esto se refleja muy bien en la cinta.

-Se ve en su cansancio. No es lo mismo llegar de nuevas después de todo lo que pasan y estar por fin en tierra, cuando las primeras sensaciones son de alegría, que ver cómo pasan los días alejados de sus familiares y sin ver un futuro nada claro. Quería plasmar esto no de forma dramática, sino natural. Tuvimos la suerte de que nos abrieran las puertas de sus casas, de sus corazones, y nos contaran su vida.

Desde luego, no es una cinta dramática, aunque algunos de los momentos que muestra sí son duros. Como cuando Muhammad intenta hablar con sus hijas o una mujer y un hombre lloran recordando que hace dos años que no ven a su hija... Pero es que la realidad es así, dura.

-Claro, claro que sí. Lo que no hace la película es subrayar ni hacer trampas, no juega con el sentimentalismo, sino que realmente muestra una situación tal y como es. No se regodea para nada en esto porque a mí me parece que eso es obsceno. Y si tú lo que quieres es devolver la dignidad a una persona, como es el caso, lo que tienes que hacer es que la gente se presente como quiere presentarse y quiere contar su vida desde su experiencia. Me encanta cuando hablan del viaje y de sus compañeros con cierta melancolía, es como pillar ciertos retazos de vida. Para mí ha sido un regalo como ser humano y poder mostrar esta vida es muy importante, sobre todo para que cada uno pueda reflexionar respecto a estos asuntos. El tempo de la película creo que permite esta reflexión.

La película es bastante plana en cuanto a que no suceden grandes cosas, aunque no se hace lenta. Se ve que ha sabido jugar con los tiempos.

-Eso es muy importante. Las emociones humanas son mucho más impactantes que muchos efectos especiales, y por eso no falla de ritmo. La película es simple, solo habla de seres humanos y los muestra, sin ningún efecto, pero consigue precisamente por eso que nos identifiquemos más con los personajes, con su realidad, sus sueños y el tiempo que tienen. Se devuelve la dignidad a estas personas porque se demuestra que son iguales que todos nosotros. Conocernos siempre supone abrir caminos para el encuentro y cuanto más conoces es más difícil que uno se inhiba de cierta responsabilidad o de cierta obligación. Porque, ¿qué estamos haciendo? Si ellos nos abrieron la puerta en su momento, ¿por qué no hacemos nosotros lo mismo?

¿Fue a Grecia con una idea ya preconcebida o fue al conocer a estas personas cuando se dio cuenta de que ahí había una historia para contar?

-Yo sabía que quería hacer una historia de personajes, porque la colectividad se queda en un abstracto y no provoca emociones. Es lo que a mí siempre me ha hecho crecer como ser humano. Y desde ahí empecé pensando en elegir unos personajes que fueran el hilo conductor. Desde Zaporeak ya hice unos contactos con personas que me pudieran resultar interesantes y cuando llegué a Grecia se me cayeron todos. Entonces empezamos a movernos y encontramos a las personas que por fin protagonizan Varados. En el momento en que encontré el libro de Zorba el griego en casa de Muhammad se creó una complicidad y una cierta línea que luego estaría presente en el resto de la película, que es esa creencia de que la cultura y el cine pueden ser sanadores, y la esperanza de poder simplemente existir de una forma digna.

Es el propio Muhammad, de hecho, quien dice que en Europa la gente sabe y quiere vivir, y que él quiere eso para sí mismo. Una frase muy representativa de esa esperanza de la que habla.

-Exactamente. Pero ahí tendremos que ponernos nosotros las pilas para abrirles las puertas. Es verdad que la desesperanza también es grande y el camino es muy difícil. Espero que esta película y otras que se hagan contribuyan a conocerles más y a que nos impliquemos más en ayudarles en este recorrido de una vez.

Evidentemente, esta película esconde una fuerte denuncia, aunque no se muestre como tal.

-Por supuesto que sí. Precisamente si contengo la denuncia es porque es más eficaz. Porque lo terrible no hace falta subrayarlo para que se vea. Simplemente con un paseo en coche por ese campo de refugiados ya se ve todo el horror. Me gustan las películas con una narrativa cinematográfica y un discurso sensible, considerando que el espectador es inteligente y no necesita que se le subraye nada. Para eso está el lenguaje de la imagen.

“No quería que el protagonismo del discurso de la película se lo llevasen las ONG, sino que fueran los propios refugiados”

“La película no hace trampas, no juega con el sentimentalismo, sino que realmente muestra una situación tal y como es”

En Zinemaldia. La película Varados será la encargada de inaugurar la sección Zinemira -dedicada al cine vasco- del Zinemaldia. En esta misma sección, también participará el cineasta navarro Raúl de la Fuente con El infierno.

Estreno en salas. El estreno de Varados en los cines será el 4 de octubre. Tras el mismo, la directora de la película, Helena Taberna, pretende volver a Atenas y Lesbos a mostrar en los campos de refugiados el resultado de su trabajo.

Nuevos proyectos. Aunque no puede adelantar nada, Helena Taberna ya se encuentra con un nuevo proyecto entre manos que espera que pronto se dé a conocer.