madonna es una estrella mundial y, por tanto, su nuevo disco, Madame X (Interscope. Universal), el décimo cuarto de estudio, vuelve a desatar la habitual controversia: ¿es una obra maestra o un truño? El tiempo lo dirá aunque resulta innegable que supone otra reinvención para la estadounidense de origen italiano, que a punto de cumplir 61 años sigue al frente del trono del pop mundial lanzando mensajes reivindicativos, políticos y feministas ahora a ritmo de pop, electrónica, reggetón y aires nuevos procedentes de Portugal y Brasil.

A Madonna le ha sentado bien su residencia en Portugal durante dos años. Al parecer no se limitó a permanecer en su palacio lisboeta como una diva excéntrica, alejada del pueblo y la cultura local, sino que fueron constantes sus salidas y contactos con diferentes músicos. Y eso le ha puesto las pilas en su nuevo disco, para el que ha vuelto a contar con la producción (siempre atrevida y repleta de contundentes y variados matices) de Mirwais, entre otros colaboradores.

Madonna sobrevive a todas las últimas estrellas pop (¿alguien recuerda que fue de Britney Spears?) y solo Beyoncé puede ponerse a su altura en 2019 tras el retiro parcial de Lady Gaga. Así lo prueban las cifras de su última gira en directo, Rebel Heart Tour, que recaudó más de 161 millones de euros tras ser vista por más de un millón de fans. Además, la Ciccone posee el récord de mayores ingresos de una gira de un artista femenina en solitario con Sticky & Sweet Tour (2008-2009) y una recaudación de 408 millones de dólares.

Aires nuevos Otra cosa son sus últimos discos: Hard candy, MDNA y Rebel heart. Ninguno de ellos se acercaba, ni de lejos a pesar de sus buenos momentos puntuales, a Confessions on a dance floor, Ray of light o Music, cada uno en su estilo. Madame X sí lo hace, sin complejos, con una valentía que raya la trasgresión y un eclecticismo musical que hace que Madonna haga propios diversos estilos, en lugar de seguir la moda del momento, como se ha advertido en ocasiones en su carrera.

El disco, con una portada en la que Madonna parece Frida Khalo, lleva el título grabado en sus labios, como si su boca estuviese cosida. Un título, Madame X, que ella explica que alude a como la definió su profesora de danza, Martha Graham, ya que cada día la veía distinta, todo un misterio ante tanto cambio de identidad. Y la italiano-estadounidense se reivindica “agente secreto, bailarina, profesora, jefa de Estado, ama de casa, jinete, prisionera, estudiante, madre, niña, profesora, monja, cantante, santa, prostituta, la espía en la casa del amor”.

Idiomas y estilos Madame X, con textos en portugués, español e inglés, es un torbellino de sonidos y ritmos. Suena atrevido y libérrimo, sin prejuicio alguno, como prueba la canción más loca que ha grabado últimamente, Dark ballet. Inspirada en Juana de Arco (”la gente me dice que me calle para poder quemarme”), ofrece un puente de piano émulo de Tchaikovsky y otro saturado de autotune. Y no le va a la zaga en atrevimiento God control, otra impensable fusión de coro infantil épico con una sección orquestal y música disco con samplers de disparos.

Además de proponer viajes a Colombia con la ayuda del chulesco Maluma, tanto en Medellín, con aires de reggetón sexual y húmedo, como en Bitch I’m loca, que se acerca al sonido de Shakira, el disco propone el dancehall caribeño de Future, con Quavo rapeando; batukadas brasileñas en Batuka y un Faz gostoso, junto a Anitta, perfecto para el Carnaval de Río; guitarras portuguesas que acercan al fado electrónico a Killers who are partying; aires morunos en Extreme occidental; y un I don’t search I find electrónico y sinfónico que remite al disco Erotica y a club elegante.

Y si el viaje plantea una aventura musical gozosa y dispersa, en sus textos se divide entre el disfrute de la vida con reiterados mensajes lúbricos, como el de Medellín, en el que Maluma dice tener “un trono si te gusta cabalgar”, y la reivindicación feminista y política. En God control aboga por el control de armas, entre sonidos de disparos y rimando Dios, democracia y pornografía; en Future critica que “no todo el mundo se dirige al futuro, no todos aprenden del pasado”; y en Killers who are partying se pone al lado de los colectivos desfavorecidos: niños, gays, africanos...

Y los mensajes de empoderamiento y fuerza feminista son constantes, como en Crazy (”va a ser la última noche que te espere despierta, soy fuerte, no me voy a dejar doblar”) o la balada I rise, en la que canta “no puedo derrumbarme ahora, me levanto” tras un sampler del discurso de la adolescente Emma Gonzalez, superviviente bisexual de una matanza en un instituto de su país. “La compuse para dar voz a las personas marginadas que sienten que no tienen oportunidad de expresarse”, asegura Madonna, aludiendo al 50º aniversario del Orgullo. En reinvención constante.