BILBAO. Pocas urbes pueden presumir como Bilbao de contar con cinco premios Pritzker entre las primeras espadas de arquitectura que han transformado la capital vizcaina en una ciudad de vanguardia. Ayer se dio a conocer que el octogenario y prolífico japonés Arata Isozaki es el distinguido este año con el galardón considerado el Nobel de la arquitectura. El jurado tuvo en cuenta que “en su búsqueda por una arquitectura significativa, ha creado obras de gran calidad que hasta el día de hoy desafían la categorización, reflejando su constante evolución y se mantienen contemporáneas en su enfoque”.
Isozaki se une, de esta manera, a la lista de los premios Pritzker cuyas obras configuran el nuevo Bilbao: Frank Gehry, autor del Guggenheim; Norman Foster, del Metro; la angloiraquí Zaha Hadid, responsable del Máster Plan de Zorrotzaurre, y el arquitecto Richard Rogers, que ha diseñado el rascacielos más alto de Garellano. El arquitecto japonés cuenta con un centenar de obras que se reparten por Asia, América, Europa y Australia. Isozaki ha dejado además su impronta en Bilbao con sus dos torres gemelas de 82 metros y veinte plantas, que se levantan en Uribitarte. Ideó un conjunto arquitectónico marcado por la diversidad, en el antiguo depósito franco. Diversidad de materiales, ya que los siete edificios que integran el conjunto arquitectónico combinan la piedra, el ladrillo y el cristal, y diversidad de usos, porque albergan 280 viviendas, además de oficinas y comercios.
Un proyecto que no estuvo exento de polémica con el arquitecto Santiago Calatrava, que presentó una demanda por la reforma de su puente y la eliminación de una barandilla. “Con varias de mis obras he tenido polémicas, a diferentes niveles y con diversos argumentos. Y mi propia experiencia me dice que el resultado final de las obras rodeadas de polémica es siempre mejor que el de las obras que nunca han sido cuestionadas”, confesó Arata Isozaki en una entrevista.
Considerado un visionario por sus colegas, Isozaki siempre se ha enfrentado a su labor como arquitecto con un “profundo compromiso con el arte del espacio” y con una “precisión y destreza” demostradas en “las técnicas de construcción, en la interpretación de la ubicación y el contexto y en la intencionalidad de los detalles”, señala el fallo. “Posee un profundo conocimiento de la teoría y la historia de la arquitectura y abraza la vanguardia. No se limita a replicar el statu quo, sino que su búsqueda del significado de la arquitectura se refleja en sus edificios, que desafían categorizaciones estilísticas, están en constante evolución y tienen siempre frescura en su enfoque”, según el jurado.
Nacido en Oita, en la isla de Kyushu en 1931, empezó a destacar durante la reconstrucción de Japón tras la Segunda Guerra Mundial. Desde sus primeros trabajos, en la década de los 60, se convirtió en el primer arquitecto japonés en forjar una relación profunda y duradera entre Oriente y Occidente.
Con más de cinco décadas de trabajo y un centenar de edificios construidos, la obra de Isozaki ha tenido un gran impacto en el mundo de la arquitectura, al que ha contribuido además con numerosas obras teóricas, exposiciones y conferencias.
La heterogeneidad es una de las características de una obra que va desde la reinterpretación de la tradición a la más alta tecnología, como demostró desde su primeros diseños, como Ciudad en el aire, que proyectó en 1961, con la que pretendía racionalizar el caos de Tokio a través de una ordenación vertical con edificios inspirados en los árboles.
Algunas de sus obras más destacadas son la Biblioteca Central de Kitakyushu (1974) o el Museo de Arte Moderno de Gunma, inaugurado en 1974, una clara estructura cúbica que refleja su fascinación por el vacío y la cuadrícula. En Estados Unidos es conocido por el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles (1986) y la sede de Disney (1991), mientras que en Europa destaca el Palacio Sant Jordi, que diseñó para los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992 y el museo interactivo Domus de La Coruña. En China firmó el Museo de Arte de la Academia Central de Bellas Artes de Pekín, inaugurado en 2008, o el Centro Cultural de Shenzhen, de 2007.
En los últimos años y pese a su avanzada edad ha demostrado “un extraordinario dinamismo” con obras como el Centro de Convenciones de Catar (2011) o la espectacular sala de conciertos inflable Ark Nova, diseñada en 2013 junto al artista indio Anish Kapoor, para regiones de Japón afectadas por el tsunami de 2011.