Bilbao - Las gaitas y flautas de Carlos Núñez recalan hoy en la Sala BBK de Bilbao, en el marco de la gira de presentación del primer libro del músico gallego, La hermandad de los celtas (Espasa). Mañana repetirá en Etxalar, en la iglesia Andra Mari, y la gira solo se interrumpirá para celebrar el Año Nuevo en Edimburgo y en Irlanda, en el castillo de Dublín. “No debemos dejar desaparecer la tradición”, explica en esta entrevista un músico que ha tocado con The Who, Bob Dylan, Sting y Rolling Stones.
Ahora se ha vuelto escritor...
-¡Y vamos ya por la cuarta edición! Quería hacer el libro porque la gente tiene una visión muy superficial de la música celta. ¡Y no digamos de los celtas, en general! Que si mucha magia, bruma, fantasía, misterio...
Estereotipos, quizás.
-Total. La visión que tenemos es la de los años 90, la de festivales al aire libre, cerveza y bailes.
Y relacionada con la new age.
-Exacto, fue el punto icónico y una moda, pero el trayecto es muy largo, de miles de años, en los que se reinventa día a día. Martín Almagro, catedrático de Arqueología de la Complutense, me decía que se vieron celtas, en los tiempos romanos, en España, Italia o Francia pero, curiosamente, no en Gran Bretaña. Allí eran los de las leyendas, Merlín, Tristán o el Rey Arturo aunque McPherson descubrió en el siglo XVII los poemas del poeta celta Ossian. Se puso de moda lo celta, en el XVIII Beethoven compuso música celta... Ha habido muchos picos.
El libro plantea un análisis multidisciplinar de lo celta, ¿no?
-Claro, por eso los arqueólogos han sido mis maestros en los últimos años. La musicología es una ciencia pero siempre tira hacia el mundo alemán e inglés, que cortaron con sus tradiciones. Los musicólogos defienden que lo que no está escrito no existe. Por el contrario, al arqueólogo le vale tanto la pieza encontrada como la leyenda referida a ese lugar. La oralidad, esa memoria oral, es un dato científico. Los arqueólogos son los Sherlock Holmes de la historia.
El propio título del libro habla de una hermandad celta. En el Estado español se centra en la zona norte, Euskadi incluida. ¿Existe esa clara división?
-Así es. Nos dijeron en la escuela que los celtas llegaron de Europa con cuernos de vikingo e iban hacia el Oeste. Arqueólogos y lingüistas del British Museum los resitúan en el Atlántico. No eran ni una raza ni una cultura única, solo un sistema de intercambio y comunicación. Las primeras lenguas celtas se encuentran escritas en piedras en la Península Ibérica. Se cree que la energía indoeuropea llegó aquí y se convirtió en punto de energía (Europa tenía cinco, uno por cada mar) entre el Mediterráneo y el Atlántico; el punto de unión. Y ahí se produjo la síntesis, algo nuevo, y se dirigió hacia el norte. Se le llama el Corredor Atlántico.
Pero ¿hubo celtas en Euskadi?
-Sí, claro, y en toda la península. Lo que no quita que el euskera permaneciera y se fuera moviendo durante miles de años. Euskadi perteneció a ese mundo de intercambio atlántico. Y con los celtas viajaron hacia arriba instrumentos como la gaita, hasta Escocia. Allí tenéis la alboka, por ejemplo. Instrumentos de más de mil años que se unieron a las trompas célticas y han acabado sonando, como la mía, a más de 100 decibelios.
Eso es mucho volumen. Como el de los grupos heavy.
-¡Es una animalada, sí! Tocamos en un festival después de AC/DC hace unos meses en Suiza y el volumen máximo por ley era de 102 decibelios. Pues mi gaita sonó más fuerte que AC/DC. Lo celta y la gaita fueron el rock de la Edad Media. De hecho, en el rock anglosajón se han localizado ya sistemas musicales activos en las músicas de las liras y arpas celtas. Las de Astérix y Obélix (risas).
Vamos, que está todo inventado, ¿verdad?
-Claro. Vivimos en un lugar privilegiado que mantiene vivas las tradiciones orales, pero no dejemos dejar que desaparezcan.
¿Se cuida y mima la música tradicional como debiera?
-Acabo de llegar de Latinoamérica, donde he trabajado con Gustavo Santaolalla en un concierto de rock y pop hasta las cinco de la madrugada y donde se usaron instrumentos folclóricos. Y había una orquesta y 300 niños. ¿Qué tocaban? Su música tradicional, de la que se enorgullecen. Aquí escondemos nuestras raíces, a excepción de la comida.
En Euskadi creo que se apoya más el folk que en otros puntos del Estado.
-Sí existe un proteccionismo oficial, es cierto. Lo he vivido en Galicia, pero hay que tener cuidado. Lo importante es que la gente desee pagar una entrada, y que se exija excelencia a la tradición y a sus artistas, como sucede en los grandes festivales folk mundiales. No es algo que deba quedar para la Xunta o el lehendakari. Está vigente la dictadura de la música pagada con dinero público.
Pero fue mayor en los años 80.
-Vigo, por ejemplo, pagó medio millón de euros a Maná recientemente. El dinero público no debe pagar pop, rock y música mainstream. Y la música celta, ¿qué? ¿A pura taquilla?
Un capítulo del libro se pregunta si existe la música celta. ¿Cómo la identificamos?
-Son tan diferentes como los países de donde proceden. La de Bretaña, por ejemplo, se asemeja más a la de Euskadi; y la gallega se parece más a la irlandesa. Al final, más que una cultura y una música, es una voluntad de conectarse. En origen, una conexión por mar. Fue como el inglés de la época.
Hablemos del fenómeno Rosalía. Sin conocer la tradición, el flamenco, no sería posible. ¿Cómo ve la dualidad tradición y modernidad?
-El de Rosalía es un fenómeno fascinante que demuestra que está cambiando la sensibilidad. Sucede con Salvador Sobral o Amaia, de OT, a quien he visto cantar villancicos con una pandereta de su abuela. Las nuevas generaciones tienen la sensibilidad de conectar con las raíces. Antes, la modernidad fue mal entendida, se copiaba lo anglosajón.
Pero lo anglosajón también venía de la mezcla y de África, en origen.
-Claro, de la música de los esclavos fusionada con la de Estados Unidos y la de los emigrantes pobres de Gran Bretaña. Inglaterra, como España, se desconectó de las tradiciones y apostó por la música italiana y francesa. El componente celta regresó con The Beatles, modernizado. Aquí no pasó eso, se siguió copiando. El artista joven debe descubrir la raíz y aportar desde todos los estilos, incluida la electrónica.
Viene a Euskadi con acompañamientos de lujo.
-Con el txistulari Garikoitz Mendizabal y la joven trikitilari Itxaso Elizagoien que ha dado la vuelta al mundo con nosotros, sigue creciendo y ha enseñado a los públicos de muchos países cómo suena la triki. Buceamos en los contenidos del libro con el bailarín y violinista de The Chieftains, Jon Pilatzke, y el gaitero principal de la Pipe Band de Nueva York. Estrenaremos una pieza que toqué con The Chieftains y The Who, Baba O’Riley, que conecta lo celta y el rock.
Hace tiempo que no edita un disco.
-No he tenido tiempo porque el libro me ha llevado tres años. En 2017, toqué con Jordi Savall y grabamos el concierto en el Pórtico de la Gloria. ¿Quién sabe si de ahí saldrá un disco?