bilbao - Florence Weird fue la reina indie absoluta, la gran diosa de Kobetamendi, en la primera jornada del Bilbao BBK Live 2018, que vivió en su madrugada el primer sold out de esta edición. No quedó ni una entrada para vibrar con el concierto de Florence + The Machine, romántico y épico, con una líder entregada y bailona y con picos entregados, arriba y debajo del escenario, como la reciente Hunger y las ya clásicas Dogs days are over y Shake it out.

“Reina, que eres una reina”, escuchamos en más de una ocasión entre canción y canción perdidos entre 40.000 personas que se agolparon frente al escenario de Florence + The Machine para seguir su trepidante y enérgico concierto, el único que ofrecerá en la península ibérica. No cupo la menor duda. Reinó. Y luego, casi al final, cantó Big God, introducido por esas tétricas teclas de piano. Ella era la diosa absoluta de la velada.

Una reina de la noche que no tenía nada que ver con el personaje homónimo de La flauta mágica, de Mozart, sino más con un pop romántico, buenrollista y épico interpretado por una cantante de voz mayúscula y sobrada, amable, entregada y bailonga en sus múltiples pasos coreográficos, algunos ligados a una casi segura carrera de ballet. Con los pies descalzos y la melena al viento. Y humana y emocionada hasta el lloro ante la respuesta de Bilbao en varios tramos del concierto.

Ataviada con un vestido vaporoso y transparente de color crema, Florence se arrancó con Between two lungs y Queen of peace, como una Patti Smith (!su rostro parece el su hija!) pelirroja, hippie y nívea, a la que luego homenajeó con una Patricia de arranque folk, en un descanso de una primera recta de concierto que resultó imparable, con gran poder de las percusiones, en detrimento de los pianos de sus canciones más recientes, gracias al pop poderoso, de corte épico, de Hunger y Dogs days are over, con la que pidió olvidar los teléfonos móviles y dejarse llevar.

Y vaya si lo hicieron. 40.000 fans botaron como una unidad. Y repitieron en You got the love, entre el descanso de 100 years, algún protagonismo del arpa del grupo y la nueva entrega absoluta con What kind of man, eléctrica y rockera, con la que se fundió en abrazos múltiples con su público antes de entonar con él (”vamos, cantad conmigo”, reclamó) el estribillo de su jitazo Shake it out.

Florence hasta se permitió obviar la reciente y exitosa Sky full of song. A pesar del débito, el cielo de Bilbao se cubrió de canciones que, aludiendo al título de su tercer disco, sonaron grandes y maravillosas... pero no tristes sino alegres (como su recuperada líder tras vencer diversas dependencias) y compartidas. Repletas de amor (en el que dijo creer, en 100 years) y buen rollo. Los indies también pueden parecer hippies.

Espectacular Redactar la nota de Childish Gambino hizo que nos perdiéramos la mitad del concierto de alt-J. Eso sí, lo que pudimos ver se situó entre lo mejor del primer día del festival. El trío y su música compleja, de aliento arty, están bendecidos, tanto en disco como en directo. Sus canciones de estructura y ritmos complejos (un paso en el pop, otro el folk, otro en la psicodelia y alguno en la electrónica) volvieron a arrebatar a Kobetamendi.

¿Qué se puede hacer cuando suena Matilda? Pues entregarse a su hipnótica melodía y volar. Dejarse llevar. Y lo mismo con el ritmo de Dissolve me. Baile obligado. Complejidad formal coronada por melodías imparables. Y un juego de luces tan simple como apabullante que propulsó la exótica Taro antes de un acelerón final ganador con el reciente y certero 3WW que precedió al agur con su ya juvenil Breezeblocks. Un regreso para recordar.