donostia- En el corazón de Memorias desvergonzadas (Editorial Almuzara) está Elena, su compañera de vida, a la que quería “por encima de todas las cosas” y que se fue hace tres años y medio. La recuerda todos los días; se despide por la noche y se levanta por las mañanas besando sus fotos. “Para mí es la quintaesencia del amor, del amor real”, dice el filósofo portugalujo. El amor, la amistad, como bien supremo, son cuestiones que Sábada aborda en su libro. “Lo que más puede escocer es que hable de personajes que están siempre apoyados en el establishment y que son unos mediocres, que defienda la autodeterminación de los pueblos, primero de Euskadi porque soy vasco, y luego en general y al mismo tiempo, critique la Transición o la incultura creciente en este país y que tiene sus responsables en las universidades e Instituciones”
¿Memorias propias? ¿Siendo tan joven? ¿ O qué?
-Se llaman memorias porque no son confesiones, que sería una cuestión religiosa; memorias porque somos memoria y desvergonzadas no porque sea una cuestión sexual, sensual, si no porque lo que voy a decir, lo digo en alto y sobre todo escribo lo que muchas veces decimos en voz baja. Y lo cuento con nombres, es decir, que no me quedo en lo que puede ser una charla, si no en decir lo que pienso de este país, de mí en cuanto que soy el hilo conductor, pero al mismo tiempo de esos problemas que interesan de verdad que pueden ir desde el juicio de la Transición hasta qué entendemos por nacionalismo.
Se lo pregunto porque una cosa es sin vergüenza y otra sinvergüenza. ¿No son lo mismo verdad?
-Sinvergüenzas no son porque trato a todos con respeto; no falto a nadie. Creo que además la educación es el primer paso para ser moral. Pero son desvergonzadas porque digo cosas que son políticamente incorrectas, que probablemente nadie, o casi nadie dice; doy nombres propios.
¿Por ejemplo?
-Que Lledó es un filósofo mediocre o que los Gabilondo son pura vaciedad y lo digo pensando en que pueden ser y son buenas personas y elegantes. He puesto dos ejemplos y podría poner muchos más. No son sinvergüenzas, no falto a nadie, pero son desvergonzadas porque no me corto al decir lo que pienso.
¿Nuestra memoria es flaca o más bien selectiva con nuestras propias memorias?
-Sí. La memoria además se ha estudiado desde el punto de vista de las neurociencias, nos engaña muchas veces, pero eso no quiere decir que todo lo que sea recuerdo sea falso. Hay algunas cosas que están tan grabadas que uno puede decir que en realidad son verdades.
Dicen que dicen los expertos que nuestro cerebro expurga los recuerdos y solo quiere recordar lo bueno, lo no vergonzante. ¿Es cierto?
-Sí. Aunque no todos los cerebros son iguales; en mi caso, yo todos los recuerdos que tengo de mi queridísima mujer, que es como el motor de este libro, son buenos porque elimino aquellos aspectos negativos y me quedo con los positivos. ¿Eso falsea las cosas? Probablemente sí, pero es una cuestión para sobrevivir.
¿Ha tenido que seleccionar mucho para traer a primera línea de sus memorias los recuerdos políticos?
-Primero soy de buena memoria; lo que quería hacer es una cosa muy sintética, más bien rápida, no enrollarme mucho y lo tenía bastante pensado y sobre todo hablado con muchos amigos que han sido los que me han animado a hacer este libro. Me ha salido de una manera muy fluida sin tener que hacer mucho descansillo.
Dígame alguna memoria política desvergonzada de este país.
-De este país, desvergonzada, desvergonzada no conozco ninguna. Quizás sea tal vez la de Aranguren que empieza diciendo que él es una persona por carácter infiel, lo cual ya es decir mucho. Pero por lo demás, no creo que haya habido memorias que hayan salpicado tanto como para hacer que la gente se sobresalte.
¿Y alguna memoria desvergonzada social?
-Las memorias, en principio, deberían ser sociales, pero puesto que aunque son de uno, tienen una parte personal o subjetiva o expresiva y deben hablar también de lo que sucede, de los objetos. Voy a ser un poco pedante y referirme a unas memorias que escribí hace poco que son memorias comillenses donde hablo de los jesuitas con cierto cariño, pero me parto de risa con ellos.
De la posición del derecho pro autodeterminación de los pueblos y del “gora askatuta” de Felipe González en 1977, ¿hay memoria, desvergüenza, memoria desvergonzada, mero interés, madurez, maquiavelismo? ¿Que hay?
-Yo lo que he notado es mucha falsedad, mucha hipocresía y un apetito desmedido de poder. Se ha ido falseando todo lo que tenía olor a una izquierda más real, a los pueblos en sus deseos que tengan el derecho a decidir su destino democráticamente. Todo eso, además, yo creo que tiene sus fuentes en la Transición; creo que es una mezcla del dinero alemán, norteamericano del Pentágono y de una izquierda débil que se entregó inmediatamente.
De la ‘OTAN no’, a ‘OTAN, de entrada no’, al sí en el referéndum. ¿El tránsito es tan desvergonzado que mejor olvidar?
-Olvidar no hay que olvidar; no hay que olvidar todo lo que es relevante. y esa fue una jugada o mentira importante por lo tanto no hay que olvidarla. Yo me recorrí toda España pidiendo el no, sin embargo al final salió la entrega que, a veces, hacemos la gente por miedo a lo que diga el poder, y lo que después todos hemos sabido que ha venido. Pero no solo eso, si no después podríamos decir otra serie de cambios, de travestismo, de decir sí y hacer no; de decir no y hacer sí. No solo lo es lo de la OTAN, si no que podemos decirlo hasta estos días.
¿Si los políticos profesionales escribieran memorias serían todas vergonzosas, vergonzantes, honestas, creíbles, espúreas?
-En principio diría que serían increíbles y segundo que se las haría “un negro”, el mal llamado negro, retiro la palabra porque es políticamente incorrecta. Alguno de esos asesores que da la impresión que lo que hacen es ganar dinero pero asesorar, nada o mal. Primero yo no sé para qué hace falta más de uno o dos asesores, y en segundo lugar, uno no sabe qué méritos tiene exceptuando que saben alabar al jefe.
En plena vorágine futbolera antes en las dictaduras se decía que era el opio del pueblo. ¿Estamos en una dictadura o el opio nos gusta mucho, o nos dan el opio adecuado para creer que estamos en una democracia? ¿O qué’
-Voy a ser breve y así un poco tripartito. Primero, a mí me gusta el fútbol y sufro muchísimo con el Athletic. Yo a una isla desierta me llevaría, a parte de un libro de filosofía, una insignia del Athletic. Segundo, lo que rodea al fútbol es cierto que tiene mucho de opio, es negocio. Es entretenimiento muchas veces excesivo, vano y que te quita ratos para lo que tenía que ser la gasolina de la cultura que es la lectura. Eso es verdad; lo que ocurre es que a los que nos gusta tanto el fútbol nos debatimos entre defender al fútbol en cuanto al fútbol y criticar lo que es el exceso de dinero, tanto dinero, que en algún momento puede decir uno que son los señores del fútbol o aquellos que mandan en este país y en otros países.
Sean sus memorias o memorias colectivas repasando las declaraciones de personajes públicos en activo sobre el divorcio, el aborto, el matrimonio homosexual, la eutanasia. ¿Cómo podemos clasificar estas memorias confrontándolas con la opinión actual?
-Estas memorias, por lo que estoy viendo, y lo digo sinceramente, están produciendo una mezcla de entusiasmo y de escándalo. Algunos están muy contentos de que alguien diga lo que ellos piensan y no se atreven a decir. Otros, los más puritanos, pueden escandalizarse. Hago una defensa cerrada de la eutanasia. En los otros aspectos me parece que lo que hay que hacer es recibir con agrado al matrimonio homosexual; el titular del cuerpo es uno. Así que con tal de no hacer mal a terceros todo está bien.
Hace poco entrevisté a los científicos Cordeiro y a Davis sobre ‘La muerte de la muerte’. ¿Qué opina de ser posible de ‘La no muerte’?
-El libro me parece muy bueno y en muchos aspectos estoy de acuerdo. Sobre la posibilidad de vivir más creo que es real y la ciencia ha avanzado lo suficiente para que podamos vivir más y mejor. Ahora bien, siempre diré que más importante que nosotros, los de la burbuja que nos permite vivir bien, tengamos en cuenta que hay millones de personas que no llegan a final de mes; que algunos podríamos tener una cierta inmortalidad y otros se mueren casi antes de nacer. Pienso que los humanos, que somos distintos dependiendo de la cultura, tenemos algo común y es que no creo que queramos ser inmortales, si no, no mortales. Dicho de otro modo que seamos nosotros los que demos al chip cuando queremos morir. No una huida eterna que no sabemos ni siquiera lo que es.