bilbao - Daniel Oyarzabal (Gasteiz, 1972) interpretará hoy y mañana, a las 19.30 horas, en el Euskalduna la Sinfonía nº 3 en Do menor, op. 78, ‘Órgano’, del compositor C. Saint Saëns. Lo hará bajo la dirección de Erik Nielsen, y con la BOS y el violonchelista Truls Mørk, en el concierto de apertura The Basque-French Connection.

¿Cómo recibió la propuesta para este recital con la BOS?

-Toqué por primera vez con la BOS cuando tenía 19 años, que se dice pronto. Ahora tengo 45. Hace 26 años ni siquiera estaba el órgano que hay ahora. Por aquel entonces vivía en Gasteiz, y hubo una época en la que colaboré mucho con la BOS. Siempre que había un órgano clave, tocaba yo. Después me fui a estudiar a Viena, y continuaron llamándome, pero habitualmente no podía. La verdad es que siempre me han tratado con mucho cariño y me han propuesto cosas muy bonitas. Los últimos años también me han sugerido proyectos, pero ha sido complicado, porque con las orquestas hay que estar varios días ensayando. En esta ocasión me avisaron con tiempo, y me plantearon interpretar una Sinfonía de Saint Saëns, que es una gozada. Lo cierto es que llegar aquí y tocar es un placer inconmensurable. Creo que el aprecio que le tengo a la BOS es mutuo, y me gustaría venir muchas más veces, pero no puedo.

¿Cree que la vida de un concertista es sacrificada con esa agenda?

-Creo que como cualquier otra, no creo que la de un psiquiatra, por ejemplo, lo sea menos. Hay que viajar, y a veces con un desplazamiento muy largo, como el que realicé para dar un concierto en Manila -muchas horas para un solo recital- te da tiempo a reflexionar, y te das cuenta de que tiene un punto absurdo. En mi caso, a diferencia de otros instrumentos, cada vez que voy a un sitio me encuentro un órgano diferente. Hoy tengo la oportunidad de tocar el órgano del Euskalduna otra vez -hace un año y medio que no paso por aquí-, de disfrutarlo y conocerlo. Es una suerte descubrir nuevos instrumentos, aunque también tiene el inconveniente de que tienes menos control que el de un músico que toca siempre el mismo.

Dijo en una ocasión que eligió el órgano escuchando a Bach.

-¡Y no es nada original decir eso! Hay mucha gente que toca el órgano por Bach, ya que tiene una fuerza enorme. Concretamente fue escuchando su Passacaglia y fuga en do menor. Era un sonido nuevo para mí, puesto que en Gasteiz no lo había oído, solo a un señor que tocaba el órgano electrónico donde iba a misa con mis padres. Pero eso no tiene nada que ver, no te atrae, y por desgracia esa es la imagen que tiene la gente, y es falsa: el órgano no es oscuro, tiene una paleta de colores increíble, y hasta puede ser divertido y moderno.

Asegura que ha cambiado la interpretación de la música antigua, y lo atribuye al director de orquesta y musicólogo Jordi Savall.

-Sí, la música antigua, desde hace 20 o 30 años, ha cambiado mucho, ahora tiene otro aire. Hoy en día se llenan los auditorios, a la gente le encanta. Todo ha sido cuestión de enseñarla y conocerla, y Jordi Savall le dio mucha frescura a todo esto. La interpretación de las melodías es flexible, y por eso son necesarios los directores. La situación ha cambiado porque actualmente la música antigua es más cercana a la gente, e incluso podría decirse que lleva unos años de moda.

¿Es verdad que en Euskadi hay mayor apreciación del órgano que en otras regiones?

-Sí, aunque es difícil saber el motivo. En Gipuzkoa, sobre todo, hay tantos órganos de calidad por metro cuadrado como en pocos sitios en el mundo. Quizá una de las razones por las que hay más organistas que en otros puntos es por los coros. También ha sido destacada la figura de Esteban Elizondo, quien ha hecho que muchísima gente ame el órgano, ha tenido muchos alumnos y se ha volcado en esta labor. En Euskadi hay un amor hacia el órgano, y esto posiblemente esté relacionado con el número de coros que existen aquí.

Ha participado en Musika-Música, ¿qué opinión le merecen estos festivales como medio de captación de nuevos aficionados?

-Hay gente que lo critica, pero a mí me parece una manera alucinante de buscar melómanos, porque hay gente que va por primera vez, le gusta y vuelve. Además son conciertos cortos, y quiero subrayar esto porque creo que es como deben ser. Musika-Musica me parece un evento perfecto, he tocado en cuatro o cinco ediciones, y siempre tengo buenas sensaciones.

Habitualmente los organistas no tocan en el escenario, ¿estar ante el público le aporta otras sensaciones?

-El organista está en la parte de arriba, siempre allí perdido. A veces toco con la Orquesta Nacional, pero no me ven. En el Euskalduna voy a estar en el escenario. Junto con la orquesta estás más a la vista, el público pone más atención al órgano y lo ven como algo cercano, es una forma de aproximarlo a la gente.

¿Qué planes tiene después de estos conciertos en Bilbao?

-El martes me voy a Módena, a Italia, a un concierto, y a mi vuelta tocaré con la Orquesta Nacional. Los recitales de este instrumento no se hacen continuamente, se hacen pocos, y además en las orquestas solo hay un organista, por eso es un mundo difícil. Soy alguien muy paciente, cuesta incluso encontrar sitios en los que estudiar el órgano, y hacerte un hueco es complicado, pero hay que tener perseverancia.