bilbao - Con un nombre ligado al momento posterior al coito, el cuarteto Cigarettes after Sex ha entregado este verano un deslumbrante debut homónimo en el que romanticismo y sexo se maridan a ritmo de una música minimal, bella, oscura y perezosa en la que se advierten trazos de slowcore y dreampop. En cuestión de gustos no hay nada escrito, pero el disco de estos neoyorquinos del barrio de Brooklyn se ha convertido en uno de los más excitantes y escuchados por el que suscribe en este atípico verano climatológico, junto al más reciente de Jason Isbell y, en los últimos días, solo superado por el quinto de Arcade Fire.
Greg Gonzalez creó en su Texas natal Cigarettes after Sex en 2008. En principio, como “un proyecto personal” para emular el sonido de la Madonna de los 80, el electro-pop de Erasure y New Order, y, después, la música guitarrera de The Smiths y de los obsesivos y oscuros The Jesus and Mary Chain. Ya arropado por varios músicos, en 2012 editó un EP y después la bonita Affection, junto a una versión del grupo AOR Reo Speedwagon.
Y hasta ahora. Ha sido un lustro en el que el cuarteto, asentado en la Gran Manzana, se lo ha tomado con calma hasta la publicación de su primer largo homónimo, editado por Pias. Como es lógico, no se advierte viraje estilístico alguno en su propuesta, ligada a la música sombría, envolvente y melancólica tras el magnífico rastro dejado por grupos como The XX, Mazzy Star, Red House Painters, Low y Beach House, entre el slowcore y el dream pop.
Gonzalez (cantante, teclista y guitarrista), arropado por Phillip Tubbs (teclados y guitarras), Randall Miller (bajo) y Jacob Tomsky (batería), canta en una canción “creo que como más me gustas eres vestida de negro, de la cabeza a los dedos de los pies”. Y el verso no resulta baladí, dado el aura oscura (y perezosa) de su música. Su repertorio se construye sobre unos cimientos levantados por una voz en primer plano, guitarras distantes, oníricas y envolventes marcadas por un golpeo seco de batería y un bajo palpitante, con esporádicos arreglos de teclados. La autovía emocional la tiende la voz, casi susurrada y de ecos andróginos, de Gonzalez, que reconoció a Interview Magazine la facilidad con la que construye su música (”muy cinemática” debido a su obsesión por el cine “desde los 10 años”) debido a su “facilidad para las melodías”.
Entre ellas, resalta la efectividad pop de los singles K (ambientado en el Lower East Side, sus calles y restaurantes) y Apocalypse, o la de Each time you fall in love, de sonido más panorámico y abierto. Mantienen alto el nivel Sunsetz (en este caso ambientado en un país extranjero) y le sigue a la zaga Flash, con ecos de los añorados Massive Atack, y, sobre todo, Sweet (“es tan dulce saber que me quieres”).
Lo inexplicable es que no hayan incluido su magnífica Nothing´s gonna hurt you baby, una canción deslumbrante editada previamente en la que un joven le susurraba procacidades en el oído a su chica mientras ambos bailaban “aquel estúpido r&blues de los 90” y le juraba que nadie le haría daño mientras permaneciera a su lado. - Andrés Portero