Más perseguido (y censurado) que Berlanga y Bardem. El cine español despidió ayer a su director más libre y más “rojo”. Basilio Martín Patino (Lumbrales, Salamanca, 1930), fallecido en Madrid a los 86 años, fue un pionero, un realizador valiente y valioso a quien la industria no valoró apropiadamente.
Quizá, explica su amigo Javier Tolentino, director del programa de Radio 3 El séptimo vicio, faltó ese reconocimiento por sus obsesiones: “No aceptar nunca un premio de una institución -se negó en redondo a presentar sus cintas a la Academia del Cine, por ejemplo-, y que sus películas no las comprase nunca Enrique Cerezo”.
El carácter rebelde y decidido de este intelectual nacido en medio de una familia tradicional -sus hermanos se hicieron religiosos, de hecho, José María (1925-2015), fue secretario del cardenal Tarancón-, se puso de manifiesto enseguida, ya desde sus años de estudiante de Filosofía y Letras en Salamanca, donde nació. Allí fundó, en los años 50, el cine club universitario, germen de la importante revista Cinema Universitario y foro de las primeras Conversaciones Cinematográficas de Salamanca.
La Guerra Civil y Salamanca, su ciudad, fueron siempre su leitmotiv. Realizó las cintas más censuradas del cine español, desde Canciones para después de una guerra (1971) a Queridísimos verdugos (1977). En Caudillo (1974), según rememora Tolentino, “le dijo al dictador que era un asesino, y se lo dijo en vida del general, con la elegancia de su cine y la contundencia y austeridad de su inteligencia”.
“Sólo Carrero Blanco entendió lo que decía su cine y vetó ambas películas con cárcel para quien las difundiera. Fue más censurado que Berlanga, más incluso que Bardem. De hecho, Televisión Española hoy no emite esas cintas”, asegura Tolentino.
Callado, elegante y tímido, plasmaba su determinación en sus obras, no solo cinematográficas, sino en sus libros, sus montajes audiovisuales o sus trabajos para la televisión convencional; si bien su carácter inquieto le llevó en 1984 a poner en marcha su propia cadena clandestina, El Búho, dirigida por Pablo Martín Pascual.
Una de sus aficiones era coleccionar objetos antiguos relacionados con la imagen. Su colección se exhibe de forma permanente en la Filmoteca Regional de Salamanca bajo el título Artilugios para fascinar.