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La (pen)última mutación de Arcade Fire

Los canadienses editan ‘Everything now’, un disco ecléctico y comercial de letras críticas y desoladoras

La (pen)última mutación de Arcade FireFoto: DEIA

EVERYTHING now (Columbia) supone un viraje -otro más- para Arcade Fire, la troupe canadiense que ha grabado varias de las canciones más destacables del siglo XXI. Este quinto disco, el primero con una multinacional, pivota sobre la crítica al capitalismo y a la sociedad de consumo, sin olvidar referencias al suicidio o la soledad, aunque utiliza un repertorio ecléctico en lo musical y más comercial que nunca.

Tras un Grammy y aparecer en las listas de éxitos, Everything now es el primer disco con una multinacional de Arcade Fire, banda liderada por el matrimonio formado por Win Butler y Régine Chassagne, y que ha dejado ya para la historia discos como Funeral (2004) o el oscuro y barroco Neon bible (2007); además de canciones épicas marcadas por coros efervescentes como Rebellion (lies), No cars go o Afterlife.

The suburbs y Reflektor, sus dos últimos CDs, ya provocaron cierta incredulidad en sus seguidores. La situación se repite con Everything now, con colaboraciones en la producción de los prestigiosos Thomas Bangalter (Daft Punk) y Steve Mackey (bajista de Pulp), y grabado en estudios de Nueva Orleans, Montreal y París.

Las críticas adversas (algunas feroces) no parecen preocupar a Win Butler, que defiende que trabajan para sí mismos, sin atender los criterios del público. Es algo que aprendieron de David Bowie, quien colaboró en Reflektor, y no les extraña que les acusen de haber perdido el rumbo porque es algo que soportan desde que pasaron de los instrumentos acústicos a los eléctricos.

Eclecticismo Sus detractores carecen de argumentos sólidos porque cada uno de sus discos es radicalmente diferente al anterior. Es cierto que parecen buscar un público más amplio; curiosamente, con su repertorio más contenido instrumentalmente, aunque rico en estilos.

Los concisos 45 minutos de Everything now, agrupan sonidos y ritmos dispares y expansivos, más accesibles y, en bastantes casos, unidos por una pulsión bailable ya expresada en sus canciones recientes, especialmente las más sintéticas y cercanas al carnaval tropical. Por el contrario, sus letras indagan en la cruda realidad de la sociedad, con alusiones el capitalismo, la angustia existencial juvenil, el suicidio, el vacío o el consumismo.

El disco pivota sobre la canción que lo titula, con sendas intros que lo abren y cierran. Suena tan pop como cualquier éxito de ABBA y roza lo excelso con su ritmo machacón, una línea melódica de teclado y los coros grandiosos (al final, parece un himno de estadio) y la épica habitual. En ella, reflejan “lo absurdo” de la pulsión consumista con versos como “lo quiero todo ahora, no puedo vivir sin todo ya” y “cada habitación de mi casa está repleta de mierda sin la que no puedo vivir”.

Tan irresistibles suenan Creature comfort (fusión arrebatadora de pop y electrónica); el repetitivo Electric blue que canta Régine, con su falsete compitiendo con los sintetizadores; y la lírica y emocionante We don’t deserve love, un tempo contenido y creciente con guitarra slide. El resto baja el nivel, con disparos al repertorio internacionalista de The Clash en Peter Pan; al disco rap de Blondie con Signs of life; a un remedo de punk y folk en los dos pasajes de Infinite content; o al art-funk de The Talking Heads en Put your money on me.

La desolación cobra vida en versos como “el amor es duro, el sexo fácil”, para una juventud que busca infructuosamente signos de vida, que se plantea el suicidio y le pide a un Dios ¿irreal? que si no puede concederle sus sueños de fama, “al menos que no sienta dolor”. También indagan en temas sobre mitos imposibles (Peter Pan); la “enfermedad” y “la realidad del sueño americano”; el desamparo emocional (“no nos merecemos el amor”) y la posesión enfermiza (“nunca te dejaré marchar, aunque sé que tienes que ser libre”).