cuando Ryan Gosling y Emma Stone se calzaron los zapatos de claqué para la película La La Land, que arrasó a principios de año en las taquillas de todo el mundo, fueron muchos espectadores los que comenzaron a interesarse por este baile estadounidense que tantos musicales de Hollywood ha protagonizado. Uno de los espacios que acoge clases de claqué en Bilbao es la Sala Kontainer. Allí, el profesor Rafa Eizaguirre enseña esta disciplina de danza que, además, permite crear su propia música al bailarín. Ahora, para animar a conocer los entresijos del también llamado tap, ha organizado un curso intensivo de verano que tendrá lugar entre el 10 y el 14 de julio en la sala bilbaina.
Eizaguirre, que desde niño estuvo fascinado por el claqué a través de películas clásicas como Sombrero de copa (1935), en la que el intérprete y coreógrafo Fred Astaire intentaba impresionar al papel encarnado por la actriz Ginger Rogers con sus pasos de baile, se lanzó a aprender claqué siendo un adolescente. Siempre mostró entusiasmo por largometrajes en los que sus protagonistas irrumpían en escena cantando y bailando: “Veía musicales con cierta frecuencia, Mary Poppins, Cantando bajo la lluvia, incluso me gustaba Siete novias para siete hermanos, que aunque no aparece el claqué, es un musical con mucho baile”.
Y así, sin haber probado otra danza antes, se lanzó a aprender esta disciplina. “A los 17 años comencé a dar clases de baile en una escuela de Las Arenas, que se llamaba Estudio Espiral, de la mano de Laura Lángara. Mas tarde me fui a vivir a Barcelona para seguir ampliando mi formación”, recuerda el profesor. En la ciudad condal, “considerada la capital europea del claqué”, estuvo hasta 2012, año en el que decidió regresar a Bilbao e impartir sus propias lecciones en la sala Kontainer: “Sabía que no me iba a quedar allí para siempre, no sé si es porque Bilbao me tira mucho, pero tenia idea de volver y apostar por las clases aquí, era algo que me ilusionaba”.
Desde aquel 2012 su aula no ha parado de crecer, gracias en parte al estreno en 2014 de la obra en el teatro Campos Elíseos Sincopados, un espectáculo creado por el propio Eizaguirre y que fusiona las técnicas del claqué moderno con la percusión tradicional vasca y los ritmos del mejor jazz swing. Después llegó el estreno de La La Land, la famosa película musical en la que los actores Ryan Gosling y Emma Stone se atrevieron con el claqué y los bailes de salón, y desde entonces esta disciplina ha vuelto a ponerse de moda. “Esto es cíclico, de repente ha reaparecido el claqué en el cine y eso despierta la curiosidad de la gente”, agrega Eizaguirre sobre el filme dirigido por Damien Chazelle.
Pero la danza lleva implícito mucho esfuerzo y largas horas de ensayos, aunque tiene una parte “muy gratificante”. “Lo mejor que tiene el claqué es el buen rollo que desprende, es un baile que transmite alegría, y que tiene un encanto y una historia que a la gente le atrae y ahora, además, las películas han contribuido a transmitir esa imagen de magia y encanto”, señala Eizaguirre. Pero tras esos pasos y movimientos hay horas de trabajo y entrenamiento para aprender una técnica que ofrece la posibilidad de bailar y hacer música al mismo tiempo. Según apunta Eizaguirre, el claqué “es más complicado que otras coreografías, porque todo va destinado a que suenen los pies”. Por ello, conseguir provocar sonidos con esas dos chapas colocadas en los zapatos “conlleva mucho tiempo, tiempo para conocer la técnica, ya que aunque que la gente cree que todo el trabajo se concentra en los pies, estos suenan porque el resto del cuerpo se esta moviendo”, aclara Eizaguirre. Los pies, a los que el define como “el último mono, el último de la fila” dependen del resto del cuerpo, “porque todo viene de arriba”. “Estás haciendo música, porque todo lo que hagas con los pies tiene una traducción musical a nivel de notas y percusión, y eso requiere una técnica que, por ejemplo, no tienen los bailes de salón”, concreta el profesor.
Entre el 10 y el 14 de julio, Eizaguirre, que terminó conquistado por completo por el baile después del estreno de Billy Elliot, organiza un curso intensivo en la sala Kontainer para acercar el claqué a los más curiosos, para que prueben una afición con “muchos beneficios”. “Yo empecé por afición, y lo que no imaginaba era que este baile terminaría siendo mi trabajo, pero la vida me ha traído hasta aquí”, concluye satisfecho.