bilbao - El Cerro Rico de Potosí (Bolivia) se come a los mineros. Si no te aplasta un derrumbamiento a causa de las detonaciones para conseguir vetas de plata, lo hará el mal de mina, la silicosis, enfermedad que padecen los que se aventuran a entrar en las profundidades del diablo. El polvo se mete en los pulmones, las partículas de sílice dañan órganos -hígado, riñones-, producen dolores de cabeza, mareos? la mayoría no llega a los 35 años.

El Cerro Rico está envenenado y es peligroso. Por ello, los mineros dejan en manos del Tío, un espíritu diabólico que vaga por las galerías, -representado por una escultura con cuernos y un pene erecto, a la que dejan hojas de coca y encienden cigarros a modo de ofrenda- la suerte de conseguir mineral y, sobre todo, de ver la luz un día más. “Empecé el texto con esa sensación de angustia de entrar allí, pero en ese momento solo pensaba en que la persona que iba conmigo estaba condenada a entrar ahí todos los días del año, y era capaz de soportarlo”, explica Ander Izagirre, autor del libro Potosí.

En la mina trabajan niños y niñas, porque las familias están en la miseria. La pobreza es algo que los habitantes de Potosí no terminan de quitarse por más que se sacudan, como el polvo que va posándose en ellos, llegando a crear una costra que cada vez pesa más. “Es el problema de fondo que viene de siglos atrás. Creo que hay que señalar qué decisiones políticas se han tomado en la historia para llegar a este punto. No creo que sea neutral ni un fenómeno atmosférico que haya gente obligada a vivir así, y lo que intento explicar es por qué una niña entra allí”, aclara.

Alicia Quispe tiene 14 años y es la protagonista de Potosí. Vive en una caseta ubicada en la canchamina, a 4.400 metros de altitud, “donde nadie debería estar”. Allí el viento corre como si llegara tarde y abofetea la cara de las familias como si el castigo que les ha tocado vivir fuera insuficiente. Ella trabaja en la mina empujando carros por las noches, para poder estudiar por las mañanas. Izagirre destaca su fuerza y sobre todo, su lucidez: “Sabe que tiene que estudiar para salir de ahí, sabe que no puede esperar nada ni del Gobierno, ni de una ONG? sabe que todo va a depender de su lucha”.

Alicia tiene el riñón izquierdo inutilizado por el polvo tóxico que respira. “Es una enfermedad muy real y que sirve como metáfora porque hace referencia a cómo los años en la mina te van matando; es una vida condenada, una muerte temprana y dolorosa”, aclara el periodista, al mismo tiempo que manifiesta la razón por la que esta chica es el eje del texto: “Hay un rasgo muy único que no vi en nadie más: es la única persona del Cerro Rico que se imagina una vida distinta, que cree que puede cambiarla y que ve la manera de hacerlo”.

La familia de la protagonista -doña Rosa, su madre, y su hermana Evelyn- (sobre)vive pero en muy malas condiciones. “Me parece una imagen muy potente que el Cerro Rico de Potosí sea icono de la riqueza extraordinaria de todos los tiempos, y que sea al mismo tiempo el lugar de la pobreza y la peor explotación. El agua “fea” que toman, el frío, el polvo que respiran... eso ocurre en el sitio que dio las riquezas más famosas de la historia”, explica el periodista.

Esa curiosa contradicción fue suficiente para que el escritor ahondara más en este problema: “Esto demuestra que hay decisiones políticas y maneras de organizar un país que tienen efecto. Si hubiera habido un sistema de redistribución de riqueza o de protección de los habitantes o de crear una vida más digna, hoy en día no estarían viviendo esto. Pero toda la historia en Bolivia ha consistido en explotar la materia prima, aprovechándose al máximo de los obreros. Hay una frase que resume todo esto: La riqueza de Potosí no era la plata, la riqueza de Potosí era el indio”.

un mundo que se oculta Al igual que la pobreza, la violencia extrema es otro de los problemas inherentes al entorno minero de Potosí. Más allá de las condiciones de los trabajadores, de su precariedad y de los riesgos que corren, hay un mundo oculto, según Izagirre: “Leía los periódicos de allí y no veía nada sobre la violencia en el Cerro Rico, de las violaciones a niñas que nunca habían sido juzgadas, palizas en juergas bestiales... De eso me di cuenta en mi segundo viaje a Bolivia”, explica.

Las creencias juegan un papel fundamental ya que perpetúan la violencia que sufren las mujeres. “La primera aproximación a la figura del Tío es interesante, pero luego ves que hay otro mundo oscuro”, asegura. Este símbolo, según apunta el periodista, justifica un tipo de organización social. “La primera frase del libro es: ‘Las mujeres no pueden entrar en la mina’, y hay toda una justificación simbólica detrás: ‘es que la Pachamama se pone celosa, es que el Tío nos posee cuando bebemos y claro, atacamos y violamos a las mujeres entonces mejor que no entren’”, cuenta, y continúa diciendo que “toda esa justificación del alcoholismo y de la violencia a través de una figura cultural, que nos parece muy exótica e interesante, también esconde una cierta visión del mundo bastante sospechosa”.

Asimismo, comenta que estas leyendas van perpetuando una manera de entender el mundo que beneficia a los hombres: “Ellos pueden entrar a la mina, las mujeres teóricamente también pero luego hay una presión social y cultural tan fuerte que no lo hacen”.

Por ello, en el libro de Izagirre las mujeres tienen un papel principal. “Le he dado más relieve porque hay una gran parte que ha quedado despreciada. Eran grupos de mujeres que luchaban en el Cerro Rico contra esas violaciones, esos ataques. Ellas tenían miedo de lo que les podía pasar pero peleaban para cambiar esto. Creo que es una parte de ese mundo minero boliviano que no estaba contada”, concluye.

El periodista ahonda en el sistema que impera en este territorio y explica que el que está en el penúltimo escalón desplaza al que está en el último. “Los mineros son personajes muy icónicos en Bolivia: la lucha política obrera siempre ha estado encabezada por ellos, han luchado por los derechos humanos y por las condiciones laborales, es gente que se juega la vida, que tiene una especie de leyenda muy de “última frontera”, muy heroica. Luego ves que muchos de esos, en sus casas, reproducen el infierno. En el último escalón siempre suele haber una mujer o unos niños que padecen la violencia, el alcoholismo y el maltrato sexual...”.

Potosí es tóxico. Es peligro, es esclavitud, es explotación. Potosí es riqueza. Pero también es violencia contra las mujeres, y un mundo oscuro y subterráneo donde la miseria ahoga más que el polvo.

‘potosí’

EditorialLibros del K.O

Año de edición2017

Páginas 208

Materia Periodismo literario

Precio 15,90€