Imágenes sobre la muerte
aUSTERLITZ, de Sergei Loznitsa, es el minimalismo documental en su máxima expresión. La película está compuesta por una serie de largas escenas en blanco y negro, grabadas desde un ángulo fijo. La obra comienza en la entrada de un campo de exterminio -que hoy en día se mantiene como un monumento- y se adentra progresivamente hacia las profundidades más oscuras de la historia que acarrea el centro. La película puede ser interpretada como una crítica a la manera en la que se muestran los hechos que tuvieron lugar en este tipo campos, pero hay mucho más que extrapolar de lo que Loznitsa presenta al espectador.
Amébicas muchedumbres protagonizan la película, consumiendo la memoria traumática del horrible sitio. A medida que entran en el campo, se hace difícil distinguir este público de uno que entra en Disneyworld; en el mismo sitio donde una vez, numerosos grupos de gente entraron para enfrentarse a una muerte segura, ahora los emocionados consumidores vagan alrededor con sus cámaras y teléfonos móviles, mientras se hacen unos selfis en la entrada. Loznitsa posiciona la cámara para enmarcar el paisaje, en lugar del público. De esta manera, las personas que aparecen en el plano, adquieren un papel de intruso en lugar del de protagonista. La longitud de cada escena y la reiteración de ciertas acciones por parte de los turistas, son reflejo de una gran incoherencia: los terribles acontecimientos que tuvieron lugar en este campo, completamente banalizados por una foto para Instagram, acciones por el artista. Al darse cuenta de lo que sucedió en este campo de exterminio hace 80 años, uno de los hombres que pasea con un palo-selfi parece quedarse totalmente fuera de lugar.
Sin embargo, Loznitsa aborda su tema de manera muy democrática. Suceden tantas cosas a lo largo de cada escena que el espectador puede elegir con qué quedarse y qué conclusiones sacar de ella. No señala al espectador a quién o a dónde debería dirigir su atención. Se puede decir, de alguna manera, que es una película antipropaganda. Simplemente le concede al espectador una oportunidad de analizar cómo la gente consume observa y analiza imágenes sobre la muerte. De esta manera, cualquiera podría ser la trama de la película, dependiendo de quién la está viendo.
La película comienza en la entrada del campo de exterminio y va adentrando lentamente en el mismo, hasta llegar a las cámaras de gas y los crematorios. Tanto la película como los visitantes cambian de tono una vez llegan a estos sitios donde hubo tanta muerte. Los últimos planos de la película muestran a los visitantes que van abandonando el campo -con una cara de gran alivio- inmediatamente después de ver cuál fue el punto de no retorno para tantos y tantos. De esta manera, Loznitsa plantea la cuestión a la que nos ha dirigido durante todo el largometraje: ¿Es posible entender lo que pasó una vez allí?