madrid - Decía Pierre-Auguste Renoir que la pintura feliz no tiene buena reputación y la exposición que sobre él ha organizado el Museo Thyssen-Bornemisza, la primera retrospectiva en el Estado sobre el impresionista francés, demuestra la empatía y la intimidad de su pintura “como un antídoto contra la tragedia”. Así define la obra de este pintor Guillermo Solana, director artístico del museo que ha comisariado la exposición Renoir: intimidad, en la que a partir de mañana se exhibirán 78 obras del artista francés que descubrirán cómo Renoir se servía de las sugerencias táctiles de volumen, materia o texturas como vehículo para plasmar la intimidad en sus diversas formas. A partir de febrero, la exposición estará en el Bellas Artes de Bilbao.
Con préstamos de museos y colecciones privadas de todo el mundo, la exposición del Thyssen recorre toda la carrera de Renoir, los diferentes géneros y épocas del pintor con un argumento: la intimidad, ya sea amistosa, familiar o erótica. Este hilo conductor sirve para demostrar cómo en toda la obra de Renoir hay un énfasis en la cercanía y proximidad entre las figuras y entre ellas y el espectador, según asegura Guillermo Solana.
“El cineasta Jean Renoir, hijo del pintor, decía que lo que caracterizaba la pintura de su padre era la empatía que establecía con lo que pintaba, ya fuera un niño o una rosa”, indica el comisario que recuerda que mientras pintores como Degas o Manet cultivaban la distancia con el espectador, él siempre muestra contacto físico y la atmósfera de intimidad. “Renoir cultiva la empatía con sus personajes y en cada una de sus pinturas parece que invita al espectador a entrar en ellas”, señala.
sensaciones Según recuerda el comisario, el impresionismo se suele asociar a algo “puramente visual y óptico”, pero mientras que Monet era “un ojo”, Renoir trataba de evocar las sensaciones táctiles en las texturas, en las muselinas de los vestidos, los cabellos o las plumas de los sombreros de las mujeres.
A pesar de que en su vida personal hubo también mucho sacrificio y heroísmo, ya que sufrió la pobreza en los primeros años del impresionismo y luego una artritis reumatoide que deformó sus miembros, “nada de ese sufrimiento queda en su pintura”.
La primera parte de la exposición recoge cómo a partir del verano de 1869, la Grenouillère, en una curva del Sena, se convierte “en la pista de despegue” del impresionismo. Aunque el nombre de Renoir se relaciona con escenas de diversión al aire libre, la mayor parte de su obra se concentra en detalles más íntimos de este escenario, como si se acercara a él con un “zoom” , como ocurre en Confidencias, de 1874 o El paseo (1870). El trío galante que aparece en Después del almuerzo, del Städel Museum de Fráncfort am Main, supone un canto al disfrute de los sentidos, un icono de su carrera al igual que Almuerzo en el restaurante Fournaise, del Art Institute de Chicago.
técnica Pero Renoir tenía una técnica muy variable de un cuadro a otro e incluso, dentro de una misma obra variaba su técnica. De esta etapa impresionista, la exposición incluye retratos femeninos en interiores como el que realizó de la mujer de su colega Monet.
Cabelleras con las que juegan y se enredan las manos, perros en brazos de figuras femeninas, paños o toallas que cubren pechos son algunos de los detalles que aluden a sensaciones palpables en estos retratos. A partir de 1988, Renoir se distancia de los impresionistas porque cree que le perjudican y buscará el éxito en los retratos de encargo, principalmente de señoras y niños acomodados de París.
A diferencia de la mayoría de los impresionistas, Renoir fue pintor de figuras humanas y los paisajes representaban para él un descanso que hacía en formato pequeño y de los que se puede ver una muestra de escenarios de Normandía, la Provenza o la Costa Azul.