El legendario Van Morrison está de vuelta a sus 71 años. Cuatro años después de su disco anterior, edita Keep me singing, 13 canciones más negras y cercanas al soul, el r&blues y el jazz que al folk verde de su tierra natal. Y más luminosas y plácidas que nunca. El amor, la espiritualidad y los recuerdos de ya casi toda una vida recorren las canciones de un hombre que ahora pasa de multinacionales y parece en paz consigo mismo, menos crispado y hasta risueño.
“Fue uno de mis mayores héroes y una enorme fuente de inspiración. Él fue quien insufló el soul blanco en los primeros discos con la E Street Band. Sin Van no habría New York City serenade ni Kitty´s back”. Así tilda Bruce Springsteen a Morrison en sus recientes memorias, Born to run, al asistir a un concierto del irlandés.
Ahí sigue Van, ese pequeño irlandés malencarado y huraño que de niño quería ser Leadbelly, el armonicista Sonny Terry, Mahalia Jackson o Ray Charles. Todos a la vez. Y John Lee Hooker, The Chieftains y Chet Baker. En su disco anterior, Born to sing: no plan b, de 2012, cantaba “la pasión lo es todo cuando naciste para cantar? cuando el grupo empieza a tocar, lo comprendes todo”. Quedaba claro que cantar es su profesión y no hay plan b. Y ahí seguirá, dando zarpazos y gruñendo hasta que muera.
Lo confirma Keep me singing, su 36º disco de estudio, que cuenta con la colaboración de Don Black en una letra, la aportación de algunos músicos de su banda de directo y la producción del propio Van, que, como curiosidad, ha dado la espalda a las multinacionales Warner, Sony y Universal, con las que solía editar, para confiar en el sello independiente Caroline Records. Dice estar satisfecho por “tener el control” sobre su obra, aunque reconoce que “tengo que luchar por él” y que “desde el momento en que te relajas, te cogen ventaja” porque “así funciona el mundo”.
Soul suave Morrison, que ha regresado a Belfast, su ciudad natal, tras vivir en EE.UU e Inglaterra, parece más calmado y risueño que nunca. Incluso ha concedido alguna entrevista en las últimas semanas. En ellas, reconocía que “no he encontrado un vocalista mejor que Sam Cooke”. Quizás, por ello, rescata la música más sensual y romántica del cantante de color en un disco en el que gana, por goleada, su gusto por la música negra.
Un disco que salta de los medios tiempos soul como Let it rhyme al jazz suave de Everytime I see a river, con ecos blues en The pen is mightier than the sword y Going down to Bangor, que solo hieren en la segunda con su armónica acerada. Música que fluye suave y plácida, para acompañar atardeceres frente a una chimenea con la banda sonora de baladas como Out in the cold again, con cuerdas y un piano glorioso que se alarga siete minutos, o Holy guardian angel, con guitarra acústica y coros excelsos. Y con los aires folk y del otoño irlandés en Memory Lane.
Van nunca será ese Señor Amabilidad al que se refiere en una de sus últimas canciones, pero sí parece más calmado que nunca. Al contrario que en su disco anterior, en el que clamaba contra el sistema capitalista, el materialismo, las elites dominantes, las escalas sociales, la propaganda y los programas basura de televisión, en su disco actual vuelve a centrarse en los pivotes capitales de su obra clásica.
Ahí destacan el amor (“estoy esperando a la intemperie de nuevo” tras viajar y darse cuenta de lo que importa realmente), el paso del tiempo (recuerda a la Generación Beat y Frisco en In Tiburón, versiona el clásico blues Share your love with me y viaja a su infancia en Going Down To Bangor y el instrumental Caledonia swing) y la espiritualidad de siempre, que se palpa en temas como Holy guardian angel. Y todo ello, entre solos de piano, trompeta, saxo?
Morrison ha confirmado que saldrá a la carretera a defender estas canciones este mes, para ofrecer siete conciertos en Gran Bretaña, y también ha adelantado que tiene “muchísima música sin publicar, de todos los periodos” a la que necesita “dar salida”. Ha confirmado que proseguirá con la independencia actual y sin rechazar Internet.