BILBAO. El Arkeologi Museoa tan solo expone el 2% del total de sus fondos. ¿Qué criterios han seguido para seleccionar un porcentaje tan pequeño?

-El primer criterio es la información que la pieza seleccionada puede proporcionar al visitante que no es especialista en la materia. Hay determinados objetos que tienen mucha información histórica pero que a alguien que no es especialista no le dicen absolutamente nada, porque son sedimentos, trozos de tierra con huesos... Por otro lado, cuando se inauguró el museo, nos planteamos si nuestro objetivo era hacer una exposición que hiciese referencia a la arqueología como método de investigación histórico, o contar la historia de Bizkaia. Optamos por la segunda opción. En función de ese discurso histórico hemos seleccionado unas determinadas piezas para que los visitantes puedan entender nuestra historia.

¿Qué periodo abarca la exposición permanente?

-Las piezas más antiguas son unos bifaces que tienen alrededor de 150.000 años. Sin embargo, en estos últimos años, las colecciones han ido aumentando. Ahora tenemos bastantes más bifaces, sobre todo de la zona de Uribe Kosta. Nuestra exposición de referencia es el escaparate de la arqueología de Bizkaia. Ese escaparate engloba desde los bifaces del Paleolítico Medio, hasta el siglo XIX, con algunas piezas de excavaciones urbanas, fragmentos de cerámica o piezas de la vajilla del Convento del Desierto San José de la Isla, en Sestao.

La exposición abierta al público ocupa tan solo el 30% de sus instalaciones.

-Sí, y esa otra zona desconocida es el corazón del museo y la que le da sentido a esta instalación, porque somos uno de los archivos históricos de Bizkaia, donde se conservan todos los materiales arqueológicos que han ido saliendo en nuestro territorio desde las primeras excavaciones que hizo José Miguel de Barandiarán, hace ya casi un siglo. Todos los materiales se conservan en este museo y pueden ser consultados por cualquier investigador. Nuestro objetivo es conocer Bizkaia a través de los restos arqueológicos y también de la arqueología que se está desarrollando en el territorio.

¿Se han producido muchos avances en la investigación arqueológica los últimos años?

-Ahora hay nuevas tecnologías que no existían cuando Barandiarán descubrió Santimamiñe, por ejemplo. Antes, con un hueso se podía hacer un estudio morfológico del cráneo; ahora se pueden hacer análisis de ADN, isótopos, o de carbono y nitrógeno que nos permiten conocer incluso la dieta de ese individuo. En pocos años se ha dado una evolución muy rápida, y por eso retomamos materiales continuamente para su estudio. Dentro de unas décadas tendremos nuevas técnicas y esos materiales que se extrajeron hace años se podrán volver a estudiar desde otra perspectiva y con otras preguntas históricas y nuevos enfoques.

¿Qué proceso sigue una pieza desde su descubrimiento hasta llegar a los almacenes del museo?

-Para hacer una excavación arqueológica hace falta un permiso del Departamento de Cultura de la Diputación. Una vez extraídos los materiales, los investigadores pueden tener las piezas durante un año bajo su custodia, según la legislación, para hacer los análisis, estudios e inventarios de todo lo que han hallado. Esas piezas pasan por el proceso de limpieza, y después se realiza una precatalogación. Una vez que se ha realizado el inventario, lo revisa el museo y pasan al depósito. Se guardan en cajas con materiales muy estables para que no se alteren, y con su numeración correspondiente, que nos indica el yacimiento y el punto exacto donde ha salido la pieza. Con un estrato y con un contexto arqueológico determinado, esas piezas nos proporcionan información histórica para conocer nuestro pasado.

¿Cuántas piezas tienen guardadas en el almacén?

-Es casi imposible de saber, pero más de 100.000. La pieza fundamental de un inventario es la colección. Entendemos por colección todos los materiales que proceden de una intervención arqueológica determinada autorizada por la Diputación. Tendremos unas 890 colecciones, pero hay algunas que son tan solo de dos piezas, porque son sitios donde ha salido muy poco material. Éstas son bastante significativas, por ejemplo una colección es la pieza del Pecio de Urbieta. Hay otras que tienen muchas piezas, pero en ellas se engloban huesos, lascas de desechos de producción, o incluso los propios sedimentos. También se trae un muestreo significativo de la tierra que sale de las excavaciones, porque nos ayuda a conocer el clima o el paisaje de la época.

¿Cuántas piezas nuevas pueden recibir al año?

-En 2015 fueron 30 colecciones de distintas cuevas y yacimientos al aire libre.

¿Es posible que se descubran nuevas cuevas y yacimientos en Bizkaia?

-Sí, es posible que pronto haya más. En Bizkaia, en los últimos años, han aumentado mucho los descubrimientos. Hasta el año 2000 conocíamos Santimamiñe, Arenaza y Venta Laperra. Desde 2000 hasta la actualidad conocemos siete u ocho más, que están dispersadas por todo el territorio vizcaino. Además, tenemos testimonio de utilización de las cuevas tanto en el paleolítico, como en el neolítico o en época romana, ya no para vivir, pero sí como refugio ante el peligro o para los ganados. Aunque se siguieran ocupando, no han dejado un sedimento muy importante porque han sido ocupaciones esporádicas, como por ejemplo utilizadas como lugar de refugio en las Guerras Carlistas o en la Guerra Civil, incluso en alguna se ha encontrado algún arma del siglo XIX.

¿Hay una mayor valoración de estos objetos hoy en día?

-Sí, realmente se cuida más ahora, pero llevamos así un tiempo. Hay que distinguir una etapa anterior hasta los años 80. En esa época este museo no existía, solamente se encontraba el Museo Histórico Arqueológico y Etnográfico, que es el actual Museo Vasco, donde se recogían materiales, pero los temas de arqueología estaban controlados desde Madrid por la dirección de Bellas Artes. No había un control muy estricto y se valoraba muy poco todo lo que se encontraba. Tenemos que tener en cuenta que fueron años duros, debido a la dictadura y la barbarie que se vivió en aquellos momentos. A partir de entonces, las competencias de cultura fueron transferidas a las comunidades autónomas y se comenzó a revalorizar ese patrimonio pequeño, esos huesos y esas esquirlas que el Museo Arqueológico Nacional no las quería para nada. Además, desde las instituciones se transmitió a la ciudadanía un mensaje positivo conducido a valorar las señas de identidad de nuestro pasado.