Bilbao - Kobetamendi fue la noche del jueves, en la primera jornada del XI Bilbao BBK Live, un remedo tangible de esa imaginaria Arcadia donde reina la felicidad, el disfrute y el buen rollo. En este caso, a causa del pop, principalmente el de los veteranos New Order, un grupo ya mítico que deslumbró con su combinación de guitarras y electrónica en un concierto que se hizo corto y convenció también en su puesta en escena. Por el contrario, los canadienses Arcade Fire, que partían como cabezas de cartel, solo engancharon a la audiencia con sus primeros éxitos.

Un total de 34.151 personas disfrutaron de la primera jornada del Bilbao BBK Live 2016, según la organización. Las actuaciones de Chvurches, M83 y Years & Years caldearon el ambiente durante la tarde hasta la llegada de los dos grandes nombres de la velada, con Arcade Fire al frente del cartel y del pop de estadio del último lustro. La orquesta canadiense, multitudinaria y fiel a esa adorable anarquía que provocan sus miembros con constantes cambios de instrumentos, visualizó su momento actual con un concierto que representó, fielmente, su falta de prejuicios.

Quienes vieron en directo a los Arcade Fire de su impactante debut, Funeral, no daban crédito el jueves en Kobetamendi. Los canadienses ya no son los mismos porque, como suele decir su líder, guitarrista y cantante, Win Butler, “cada disco es un proyecto en sí mismo y estamos dispuestos a tocar la música que queramos”. En esa voracidad estilística y riesgo puede estar la respuesta a cierta desconexión -apatía sería excesivo- observada en un concierto que el grupo estructuró en base a cada uno de sus discos.

Empezaron haciendo un repaso a The suburbs, con Ready to start y el ralentizado título homónimo, donde se pudo ver a Butler vestido de blanco y alternando micrófono con Régine Chassagne, su pareja, vestida y con ademanes de majorette. Después llegó el rescate de su controvertido último disco, con Reflektor a la cabeza y una pulsión rítmica que, como después demostró Normal person, tiene más de una deuda con Talking Heads. Como la de la magnífica Afterlife con New Order y We exist con Los Bravos en su línea de bajo.

El sonido funcionaba, ellos estaban enchufados y el escenario era todo actividad pero el público no despertó mayoritariamente hasta que Arcade Fire se acercó a sus inicios, a su traje más folk, el de los violines, acordeón, guitarras acústicas y zanfona. Al toque de corneta de Keep the car running el narcotizado público despertó, gritó, botó y agitó los brazos, demostrando que estaba vivo.

Tras Intervention y la oscura My body is a cage, en la que ofrecieron su rostro más camerístico y pidieron “unión” ante las decisiones de los políticos, aceleraron con No cars go y ofrecieron una recta final de concierto de nota, alternando varios éxitos primerizos como Rebellion (lies), Neighborhodd 1 (Tunnels) y Wake up con la verbena, confeti, bailes, cabezudos y ecos caribeños de la festiva Here comes the night time.

Baile humano Antes, New Order se lo puso difícil a los canadienses con un concierto casi sin mácula, concentrado (por no decir corto), con un sonido destacable y una puesta en escena impresionante en su colisión de luces y proyecciones. A pesar del ya lejano abandono del bajista original, Peter Hook, la sangre nueva, su sustituto Tom Chapman y el guitarrista Phil Cunningham, se acoplaron sin roce alguno al trío original, al que ha regresado la teclista Gillian Gilbert.

Históricos de los 80, New Order son como los buenos progenitores, que no saben si quieren más al niño o a la niña; en su caso, al rock o a la música de baile y electrónica. Y lo demostraron en Kobetamendi en un concierto que alternó la fiereza guitarrera con los ritmos sintetizados en un maridaje espectacular. El inicio sonó rugoso y eléctrico, con Bernard Sumner, algo justo de voz y grueso en volumen corporal, luciéndose con Singularity, un tema de su magnífico último disco, y el rescate de Ceremony, canción con 35 años en sus versos y oscuridad afterpunk.

El tramo bailable arrancó con el italo-disco de la divertida Tutti fruti, que sonó menor ante el brillo ya mítico de Bizarre love triangle, The perfect kiss y True faith, al que se acercó la reciente Plastic. Con el público entregado, un sonido compacto y las proyecciones coordinadas, el grupo ofreció un tramo final inolvidable (de lo mejor de todas las ediciones del festival) al encadenar la reconocible Blue Monday con Temptation, con los ritmos electrónicos marcando terreno y las guitarras jugando en clímax interminables. Máquinas y emoción en un maridaje perfecto. Y emocionante fue despedirse con Love will tear us apart, rescatando sus cenizas juveniles con fotos (primer plano del malogrado Ian Curtis), portadas de discos y la leyenda “Joy Division forever”. Ellos, New Order, también vivirán siempre.

Durante la celebración del festival, los asistentes podrán anticiparse y adquirir ya el bono de la próxima edición de 2017, que tendrá lugar los días 6, 7 y 8 de julio, a un precio especial de 70€ más gastos. Esta oferta de Blind ticket, permanecerá vigente solo hasta el día de hoy en el stand de Enjoy Fest., situado en el recinto de Kobetamendi. A partir del lunes, el bono incrementará su precio a 80 € más gastos de distribución.