Donostia - Tratado de Paz ha sido definida por sus responsables como la “principal propuesta” de la capitalidad. En 2013, este proyecto que indaga en las representaciones de la paz en el arte, la cultura y el derecho ofreció su primera entrega coincidiendo con el bicentenario de la destrucción de la ciudad, y desde mayo de este año se han puesto en marcha en distintos centros de Euskal Herria varios de los siete casos de estudio o muestras de pequeño formato vinculadas con hitos y episodios históricos locales.

Pero el día D del proyecto -y también uno de los más importantes de toda la capitalidad- es hoy, 17 de junio de 2016, fecha en la que abrirá sus puertas la exposición central, 1516-2016. Tratados de Paz. Reparte sus contenidos en dos sedes, San Telmo Museoa y Koldo Mitxelena Kulturunea, que hasta el 2 de octubre exhibirán 600 piezas de autores tan insignes como Goya, Rubens, Murillo, Ribera, Picasso, Kokoschka, Leger, Le Corbusier, Arteta, Sokurov, Jorge Oteiza, Maruja Mallo y Elena Asins, entre muchos otros. Sus trabajos han sido prestados a Donostia por museos internacionales de la talla del Louvre, el Pompidou, el Prado y el Reina Sofía, así como por numerosos centros vascos y españoles.

Aunque el ciudadano de a pie no podrá visitar la muestra hasta mañana, hoy tendrá lugar la inauguración oficial a cargo de los reyes de España, que no solo serán recibidos por las autoridades vascas y donostiarras, sino también por un grupo de ciudadanos que a las 11.00 horas ha organizado una concentración en el exterior del museo bajo el lema Monarkia kanpora!

En alguna ocasión, el comisario de la exposición, Pedro G. Romero, ha recomendado acudir sin prisas a disfrutar de esta propuesta. La visita guiada que ayer tarde ofreció la organización no se realizó en las mejores condiciones por lo intempestivo del horario y la gran cantidad de personas invitadas -los periodistas eran franca minoría-. Sin embargo, un rápido vistazo general a sus contenidos permiten vislumbrar una oferta tan interesante como abigarrada, que quizá precise de varias visitas para disfrutarla y entenderla en su totalidad. El recorrido comienza en San Telmo, donde el visitante es recibido por varias banderas que representan la paz: la de la ONU, la de la Cruz Roja, la multicolor, la de gays y lesbianas o la bandera blanca.

A modo de prólogo, hay material alusivo a Francisco de Vitoria, personaje que en el siglo XVI fundó la Escuela de Salamanca, hoy conocida como la Escuela Ibérica de la Paz y considerada como la primera escuela de derecho internacional. Su figura vertebra la exposición, que está subdividida en los mismos temas que dicha escuela incluía en cualquier tratado de paz: territorios, historia, emblemas, milicia, muertos, población, economía, armas y tratados.

Así, en la primera sala se exhibe documentación y obras relacionadas con el nuevo marco surgido en el siglo XVI, época caracterizada por las guerras contra los herejes, la expulsión de moriscos y judíos y la colonización de América, de la que dan cuenta unas tallas peruanas y una escultura de Oteiza de inspiración indígena. También se da cuenta de la publicación de Utopía, el libro que Tomás Moro publicó en 1516 y que fue “el primer momento en el que se planteó políticamente la idea de la paz”, y se muestran los libros de Fray Bartolomé de las Casas, “primeras obras de denuncia de la violencia extrema” contra los indígenas. En este primer apartado también cobran importancia los denominados Libros Plúmbeos, una falsificación histórica creada por los moriscos tras la derrota de las Alpujarras para intentar conciliar el cristianismo con el Islam. Algunos llegaron a considerarlo una especie de quinto evangelio y durante un siglo se debatió su autenticidad.

Una de las partes más atractivas de Tratados de Paz es que su recorrido está “salpicado” de estancias o pequeños espacios que funcionan como sucursales de distintos museos del mundo que de un modo u otro abordan la cuestión de la paz. Es el caso del centro dedicado a Tata Vasco o Vasco de Quiroga, el primer obispo de Michoacán (México), que impulsó la creación de escuelas, o el Salón de Reinos del Casón del Buen Retiro que Velázquez diseñó para Felipe IV en 1630 para conmemorar las denominadas Pax Austriae. En San Telmo se ha recreado, por primera vez en su “disposición original”, uno de los muros de ese salón dominado por cuadros de Francisco de Zurbaran.

Gracias a los préstamos del Louvre, se ha representado la Galería de los Espejos de Versalles, espacio que representa la paz de los Borbones y que después fue escenario de hitos como el matrimonio de María Antonieta, la proclamación del Imperio Alemán en 1871 o la firma del Tratado de Versalles que puso fin a la I Guerra Mundial en 1919.

También destacan en San Telmo Bufón Barbarroja, el grabado que Goya realizó a partir del conocido retrato de Velázquez, y Felipe II a caballo, un lienzo del prado pintado por Rubens, quien según recordó el comisario, además de pintor “fue diplomático y participó en diversos acuerdos de paz”. Otra de las joyas de la exposición es Muchachos jugando a soldados, considerado por el Prado como “uno de los más altos logros en la representación de la infancia de toda la obra de Goya”. Asimismo, La conversión de San Pablo de Murillo está enfrentada a otra caída del caballo que lleva la firma de Maíno, y Ribera está representado por un cuadro brutal, Combate de mujeres, que Romero considera un “emblema feminista”.

Hay un apartado consagrado a las catástrofes de la historia en el que sobresale La caída de Barcelona, una pintura de Le Corbusier, más conocido por su trabajo en el campo de la arquitectura, o una versión del Guernica realizada por un colectivo artístico de los años 70. Precisamente, de Picasso se exponen Cabeza llorando (VI) y Cabeza de mujer llorando con pañuelo (I), ambas realizadas tras concluir el cuadro del bombardeo. De la misma época es Pomozte baskickym detem! (¡Ayuda a los niños vascos!), cartel diseñado por Kokoschka en 1937 para anunciar una campaña de acogida a los menores que habían sobrevivido a Gernika.

Koldo Mitxelena Tratados de paz continúa en el Koldo Mitxelena con una estancia dedicada al Memorial del Holocausto, cuyo centro ha prestado piezas originales de Auswitch y distintas obras como las pinturas “optimistas” que el “héroe del alpinismo” Bronislaw Czech realizó en el campo de concentración o las conocidas fotografías clandestinas captadas por los sonderkommandos. También hay “dibujos grotescos” sobre la muerte cuya autora es Maryan.

Pedro G. Romero llamó la atención sobre el que considera su cuadro favorito, Las ciencias y las artes, de Adriaen Van Stalbent, y también elogió la belleza de La urraca sobre el cadalso, un lienzo de Pieter Brueghel que resume la esencia de este proyecto de Donostia 2016 en cuanto que representa las formas complejas que ha atravesado la paz. La versión que descansa en el Koldo MItxelena, sin embargo, no es la original, sino una copia “probablemente hecha por uno de sus hijos”, donada temporalmente por una galería suiza.