escribió Joxean Artze en los últimos versos de su poema Gure bazterrak que es cuando la penetrante niebla nos impide mirar a nuestro alrededor cuando comenzamos a vislumbrar lo invisible, los fascinantes rincones ocultos que se camuflan en nuestro interior. “Zer izkutatzen duen ez didanean ikusten uzten, orduan hasten bainaiz izkutukoa, nere baitan pizten diren bazter miresgarriak ikusten”, cantaba su amigo Mikel Laboa, adornando los pensamientos de Artze con su guitarra y su voz, y transformándolos en una de sus canciones más emblemáticas.
Estos pequeños recovecos a los que Laboa cantaba son los que abundan en su propia música, tan rica en aromas, tan desbordante de matices. En diciembre se cumplirán ocho años desde que su voz se apagara, pero su brillante figura llenará esta noche, a partir de las 20.00 horas, el escenario del Teatro Campos Elíseos de Bilbao.
En el ecuador de su segunda edición, el festival Loraldia con el que colabora DEIA recordará a uno de los grandes de la música vasca con un concierto muy especial a cargo de Iñaki Salvador. Él fue su acompañante al piano durante los últimos veinticinco años y juntos acercaron sus pasos hacia el jazz, el género que centrará la actuación en la que Ainara Ortega y María Berasarte pondrán voz a sus canciones. La guitarra, así como otros instrumentos de cuerda y de percusión sonarán en las manos del creador Anjel Unzu, cuarto integrante de este quinteto.
El quinto miembro será, sin duda, el público, que se acercará a Laboa como si de “una reunión de amigos” se tratase. Así lo explica Salvador, que estos días ha estado perfilando los últimos detalles en los ensayos previos junto a sus compañeros. “Nos gustaría generar un ambiente cercano, íntimo y sencillo, como si estuviesen asistiendo a una sesión privada, mirando por el ojo de una cerradura; quizá como si fuera el último ensayo antes del estreno y no el propio estreno”, apunta.
Espacios de improvisación Para la ocasión, el pianista ha confeccionado un repertorio de cerca de dos horas con canciones de Laboa que transportan a “espacios distintos para la improvisación” que van desde la tradición afroamericana al jazz europeo o al free jazz. A partir de esos temas ha ido creando arreglos originales que disponen de una estructura semejante a la de los estándares del jazz. Es decir, que ha puesto ritmo, melodías y armonías al servicio de la improvisación.
Una de las principales líneas de trabajo que desarrolló Laboa fueron sus vanguardistas y arriesgados Lekeitios, por lo que no faltarán las populares Txoria Txori, Haize Hegoa e Izarren hautsa. Esta reunión musical dará pie, no obstante, a disfrutar también de algunos temas menos conocidos como Sorterriko Koplak o Nao es tu, facultade de sentir. A través de ellos, el grupo tratará de enseñar a los oyentes uno de esos rincones interiores favoritos de Laboa, el de su amor por el jazz. “Bach fue otra de sus pasiones -desvela Salvador-, quien también tiene mucho en común con el jazz, y la música de vanguardia fue otra de sus referencias esenciales; quizás haya una cara del planeta Laboa aún demasiado oculta y eclipsada por sus canciones más emblemáticas”.
Alejado de sus éxitos más populares, a muchos podría resultarles curiosa la relación que une al que fuera uno de los fundadores de Ez dok Amairu con el género musical surgido a finales del siglo XIX en Estados Unidos. No obstante, en ambos es común una enriquecedora fusión de estilos. La música del donostiarra, “rica en matices y evocaciones”, abre la puerta a la inspiración y emana “aromas de muchos espacios y tiempos diferentes”, explica Salvador. En lo temporal viaja desde los sonidos más ancestrales a la vanguardia musical, mientras que en lo espacial adereza sus canciones con expresiones de la música popular de numerosos lugares del mundo.
A ello hay que añadir una continua capacidad de reinventarse y la curiosidad por la experimentación musical que lo convirtieron en todo un referente para las generaciones más jóvenes, con las que mantuvo una estrecha relación y que han trasladado su música hasta géneros tan dispares como el rock o la música electrónica. “Mikel supo ubicar sus raíces en una base de muy amplio diámetro: amó y cultivó la tradición sin renunciar a buscar salidas y propuestas creativas desde las herramientas y estéticas de su propio tiempo”, opina el pianista, lo que le llevó a “conectar” con los más jóvenes. En ese sentido, lo define como “un joven sin urgencia por serlo”, pero al mismo tiempo como “un venerable anciano sin el abandono o conformismo al que se podría vincular la longevidad artística”.
Un regalo musical Este encargo de Loraldia sigue la estela del homenaje que en 2010 hizo el propio Iñaki Salvador en el álbum Lilurarik ez - Mikel Laboarekin solasean, en el que interpretaba las canciones de Laboa en clave de jazz, junto al batería Hasier Oleaga y al contrabajista Javier Mayor de la Iglesia. “El proyecto no es una continuación de aquel Lilurarik ez, pero sí tiene muchos aspectos en común”, aclara. Se refiere a la diferencia en cuanto al tipo de formación, que en aquella ocasión era un trío clásico de jazz, sustituido ahora por una formación “más inhabitual”. En ambos casos, eso sí, la improvisación y los arreglos jazzísticos son el hilo conductor.
Por el momento no tienen ningún plan preconcebido, pero esperan que esta noche sea “el comienzo de una hermosa gira” con la que puedan llevar su Laboa jazz a los teatros y salas de toda Euskal Herria. “Formar parte de Loraldia es el último regalo que me ha hecho Mikel, no para de hacérmelos”, desvela un ilusionado Iñaki Salvador. Sin duda, un original presente que compartirán sobre el escenario con el público.