EL Bellas Artes de Bilbao posee la más importante colección pública de artistas vascos y es también, en ese aspecto, la institución de máxima referencia por sus fondos documentales, su tradición investigadora y su cercanía a los propios artistas. “Por ello, hemos decidido poner en marcha los domingos a la mañana unos recorridos para que el público pueda conocer algunas de las obras más representativas de nuestra colección”, explica el director del museo, Javier Viar.
Con motivo de su centenario, la pinacoteca publicó en 2008 una Guía de Artistas vascos, en la que se analiza la trayectoria de 118 creadores, cuya obra forma parte de los fondos de la pinacoteca, empezando por los creadores de la segunda mitad del siglo XIX hasta los autores surgidos en la década de los ochenta y los noventa. “Lógicamente, sería imposible realizar un recorrido por todo el arte vasco; sería larguísimo. Por ello, hemos realizado una selección de 12 obras representativas y favoritas del público”, asegura Viar.
El recorrido comienza por Bufones jugando al cochonnet (1868), del bilbaino Eduardo Zamacois, una obra en cuyos colores se basó el director del Arriaga, Emilio Sagi, para su producción del drama de Giuseppe Verdi, Rigoletto, que abrió el ciclo Tutto Verdi de la ABAO. Los visitantes harán otro alto en el camino para conocer una de las obras representativas de Darío de Regoyos: El baño en Rentería (1900). Coincidiendo con el cambio de siglo, Regoyos se vinculó al grupo de artistas vascos formado por Manuel Losada, Adolfo Guiard, Francisco Iturrino, Pablo Uranga e Ignacio Zuloaga, que desde Bilbao intentaba renovar el contexto artístico local. Este óleo pertenece a su aventura impresionista, de su última etapa.
La aldeanita del clavel rojo ( 1903) de Guiard, es uno de los cuadros de arte vasco que más expectación levanta entre el público del Bellas Artes. “En este trabajo, Guiard desarrolló el paisaje y la escena costumbrista sobre la burguesía y las clases populares del Bilbao del cambio de siglo. La figura del óleo es una lechera, que tendría que recorrer muchos kilómetros para vender la leche desde el caserío a la ciudad. Un caserío, que según se puede intuir por la ría que se ve al fondo, se debería ubicar en Deusto o Ibarrekolanda”.
El retrato de la condesa de Noailles es también uno de los cuadros favoritos de muchos visitantes. “Lo regaló Ramón Sota a la pinacoteca y es muy significativo porque muchas de las imágenes más conocidas de Zuloaga pertenecen a la España negra, de pueblos castellanos muy aferrados a las tradiciones antiguas... En cambio, este óleo pertenece a la vertiente más cosmopolita de Zuloaga. Representa a una aristócrata parisina y reconocida poetisa en su época. Ana de Brancovan, una de las mujeres más interesantes del París de principios de siglo”.
El público se parará posteriormente frente a Campesinas vascas con frutas y hortalizas, (1913-1915), de Aurelio Arteta, los Desnudos (Mujeres jugando al corro, (1916-18), de Iturrino y los Bertsolaris, (1916), de Valentín de Zubiaure. “Concretamente, este último es otro de los cuadros favoritos del público porque es una concentración de motivos autóctonos vascos: los que cantan, las aldeanas, los bodegones... Una típica escena rural vasca”, explica Viar.
La colección del museo tiene una amplia representación de dos de los escultores vascos más internacionales, Chillida y Oteiza. En esta visita se ha incluido, Hierros del temblor II, (1956), de Chillida, por la que la pinacoteca pagó en 2003 casi 580.000 euros. Los Hierros de temblor integran el conjunto escultórico que aupó al artista vasco al protagonismo en el arte internacional desde mediados del siglo XX. De Oteiza se ha incluido Macla disyuntiva para vacíos divergentes, ( 1973) y de Balerdi, su colorista Venecia, (1964-72),
“Por supuesto, hay obras importantes de otros muchos creadores vascos: Sistiaga, Larrea, Mendiburu, Ortiz de Elgea... pero no las hemos podido introducir en esta selección. Iremos rotando algunas piezas durante estas visitas para que el público pueda conocer otras obras”, explica Javier Viar. Este recorrido finaliza con obras de dos artistas contemporáneos, Sin título (1985), de Cristina Iglesias y Double Trouble, de Badiola.
Entre los objetivos que se marcó Viar cuando llegó a la dirección del Bellas Artes en 2002 fue preocuparse de que la colección de arte vasco siguiera incrementándose. “Creo que se ha cumplido: entre lo que se ha comprado y lo que se ha donado nuestra colección ha crecido en cantidad y calidad. Por ejemplo, me propuse incrementar la presencia de Chillida en el museo y hemos podido comprar una escultura de hierro magnífica”.
Viar destaca también las importantes donaciones que la pinacoteca ha recibido en los últimos años: “Tan solo en 2014, nos entregaron obras valoradas en unos 639.000 euros, y en los primeros seis meses de este año las donaciones han alcanzado los 820.000 euros, de autores como Federico de Madrazo, además de los artistas vascos Ricardo Baroja y Gonzalo Chillida, entre otros. Con donaciones hemos completado la obra de Larrea y Ortiz de Elguea. Y la nómina de adquisiciones es amplísima: trabajos de Zubiaurre, Mendiburu, de Mari Puri Herrero, de Ameztoy, de Basterretxea, Tamayo, Talayero, Badiola, Pello Irazu, Ángel Vados, Diez Alaba... Se ha comprado obra de Durrio, muy poco representado en el museo... Podemos decir orgullosos que tenemos la mejor colección de arte vasco”. Las visitas se celebran los domingos a las 12 horas y el precio es de 5 euros (no incluidos en la entrada). Imprescindible realizar reserva.