Muere Pilar Belzunce, viuda del escultor Eduardo Chillida
Enferma desde hace años, su vida fue una historia de amor y apoyo a su marido
bilbao- “Soy una persona con suerte”, decía una y otra vez el escultor donostiarra Eduardo Chillida. Y una de esas razones, según él mismo confesaba, era por haberse casado con Pilar Belzunce, la mujer y compañera que le acompañó durante toda su vida. Ayer, Pilar, a la que conoció cuando esta tenía solo 13 años, se reunía con el artista. Tenía 89 años y murió rodeada de su amplísima familia después de una larga enfermedad. Pilar nunca se recuperó totalmente de la muerte de su marido.
Nacida en Filipinas en 1932 (su padre tenía negocios allí), “Pili” fue la compañera inseparable de Eduardo Chillida (1924-2000) durante 60 años, 52 de matrimonio, en los que tuvieron ocho hijos.
Al inicio de su carrera le siguió ciegamente a París. Allí, permanecieron unos años, hasta que, ya casados, volvieron en 1952 al País Vasco, donde una tía de Eduardo les dejó una casa en Hernani. La fascinante obra de Eduardo Chillida, que en 1999 recibió el Premio Eusko Ikaskuntza-Caja Laboral de Humanidades, Cultura, Artes y Ciencias Sociales, no sería tal sin Pilar. “Fuimos una sola persona”, solía decir emocionada.
Su vida fue una historia de amor y apoyo total al que siempre fue su compañero. Ella emprendió la tarea de encargarse de los asuntos prácticos mientras él se volcaba en la creación. Belzunce rompió el tópico que dice que “detrás de todo hombre siempre hay una gran mujer”, porque en este caso la esposa del artista siempre estuvo por delante, o codo con codo, nunca detrás.
El equipo de Chillida-Belzunce estuvo unido en todo, al 50 por ciento, tanto en el fondo como en las formas. “Pili ha sido clave en mi vida y mi obra. Si no llega a estar ella, yo llegaría a estar ahora bajo un puente de París. Pili, en el año 50, cuando estaba en París perdido entre el ya y el todavía no, cuando pensaba que estaba acabado y me quería volver a casa, me dijo: “¿Cómo vas a estar acabado si todavía no has empezado?”, confesaba Eduardo Chillida.
Belzunce le siguió en todo, incluso se embarcó junto a su marido en un proyecto singular, Chillida-Leku. El museo abrió 25 años después de que ella y su marido decidieran buscar un lugar en su tierra para guardar y disfrutar por un tiempo de las esculturas que hasta ese momento habían pasado directamente a manos de la galería parisina Maeght, que tenía la exclusiva de todas las obras del artista donostiarra. El museo abrió sus puertas en septiembre de 2000, pero la crisis se llevó el sueño de la familia. El museo se encuentra ahora cerrado, aunque el Gobierno vasco y la familia de Eduardo Chillida están en conversaciones para su reapertura. - DEIA