BILBAO - A Itziar Atienza la semanita se le desbordó en el calendario y aquellas tres temporadas en ETB le sirvieron de trampolín para el resto: teatro, TV movie, más televisión (Irrikitown!, Ai ama!, Sukaldari...) y cine. Abogada de un diablo hermoso, la bruja del espejo le devuelve su sonrisa holgada y fresca, jarabe para los sentidos. Euskaldun y fededun a su manera (sigue apostando por el amor), su frente dibuja un arco de cejas negras, a juego con sus ojos, que traducen la vida a su manera, descifrando los atrezzos del mundo, mitad verdad, mitad mentira. Como ocurre en la ficción.

¿Ha visto usted alguna ‘txarriboda’?

-No he presenciado el momento en el que matan al cerdo, creo que me impresionaría mucho, pero tengo que reconocer que la liturgia posterior a la matanza me gusta. Además, esa rudeza es parte de la realidad, de lo que ha sido la vida en el caserío.

En la película de Javier Rebollo y Alvar Gordejuela usted interpreta a una criminalista dura que esconde ciertos traumas. ¿Qué es lo que más le ha costado a la hora de dar vida a la inspectora Clara?

-Me ha costado contenerme. En el cine se ve todo, hasta el último gesto, y hay que tener cuidado. Es una técnica diferente a lo que se hace en un programa cómico de televisión, como puede ser Vaya Semanita, o la que usas en el teatro. Tienes que adaptarte y yo estoy aprendiendo. En cuanto al personaje, me gusta que tenga más de una cara. Los personajes planos son más sosos. En Txarriboda se ve desde el principio que Clara tiene un dolor interior, conflictos abiertos que la atormentan.

¿Esta es la primera vez que coprotagoniza un filme?

-En el cine sí, aunque en 2013 Patxo Telleria y yo hicimos Umezurtzak, de Ernesto del Río; pero era una TV movie. Ahí interpretaba a una jueza a la que le habían matado el padre cuando era niña. Patxo interpretaba al asesino, un exetarra.

Y le siguen asignando personajes oscuros.

-No sé porqué. A mí me gustaría interpretar un personaje más dulce, o una mala muy mala.

¿Qué tiene de usted el personaje de Clara, la inspectora?

-Al principio el personaje es muy duro, ahora quizá lo hubiera hecho de otra forma, quizá la interpretaría un poco más relajada, no tan tensa. Pero de mí el personaje tiene poco. Somos distintas. Por ejemplo, para mí el amor es muy importante y Clara no lo tiene entre sus prioridades.

La primera vez que vio la película, ¿qué sensaciones le produjo?

-La primera vez que ves la película siempre es un shock, pero ésta la he visto a gusto. Estaba bastante relajada y el comienzo me ha enganchado porque crea una atmósfera especial. Por lo general suelo ser superdestructiva con mi trabajo, creo que lo somos la mayoría de los actores y actrices, pero la película tiene una buena factura, buena fotografía, buena música y excelente dirección artística. Creo que en esta película no hay trampa ni cartón, es un thriller clásico, redonda en ese sentido.

Es un thriller que cumple con muchos de los tópicos del género...

-Sí. Tiene algo de la serie True Detective, de La Isla Mínima... Esa atmósfera de tensión, de misterio. Las distintas caras de las personas, la fragilidad de la juventud,... esos elementos están en Txarriboda. Y creo que el retrato de los personajes está logrado. Se cuenta una historia interesante y se mantiene la tensión. Tenemos que reivindicarlo como un euskal thriller, porque no hay muchos de esa traza o al menos yo no recuerdo ninguno. Creo que es interesante también para el euskera, para que nuestro idioma vaya conquistando nuevos horizontes.

¿Ha aprendido mucho?

-Tengo siempre la sensación de que estoy aprendiendo. Pero aprender es maravilloso, aprender de tu oficio, de la vida... La vida es un proceso de crecimiento.

La película está rodada en euskera y la mayoría de los personajes hablan en vizcaino. ¿Otro reto?

-Sí, ha sido una apuesta por la naturalidad. Yo hablo en batua, pero hay personajes que se han tenido que esforzar, como la actriz Aitziber Garmendia, que es de Zaldibia.

Después de verla en ‘Vaya Semanita’, alguien se extrañaría viéndola hablar en euskera en ‘Irrikitown!’ o ahora en ‘Txarriboda’, ¿no?

-Sí, a mucha gente le parece raro, quizá se extrañan porque me ven como una vasca medio gitana (risas).

La situación de las artes escénicas es calamitosa, aunque parece que el teatro vasco empieza a remontar. A usted parece irle bien.

-Estoy trabajando y no es poco. Yo me he establecido en Madrid para abrir mis horizontes y ahora estoy con la Compañía Teatro de la Danza, con la obra El lenguaje de tus ojos, de Pierre de Marivaux, pero es verdad que hay mucha precariedad en nuestro oficio: los actores adecuamos nuestro caché al presupuesto de los proyectos.

Parece que los últimos datos de la red de teatros públicos vascos, Sarea, anuncian una recuperación de las artes escénicas...

El teatro se ha amoldado a las circunstancias. En Madrid, por ejemplo, hay un montón de Off-s, es decir, locales que están fuera del circuito habitual de teatros. Eso ha cambiado el propio panorama del teatro y de los actores y actrices, claro.

Estudió abogacía y luego ejerció de traductora y también de técnico de euskera. ¿Cuándo y cómo descubrió que lo suyo era la interpretación?

-La curiosidad me venía desde pequeña, mi fantasía era la de ser actriz. Un monitor de un campamento me animó, pero no le hice caso. Era algo secreto, una inquietud que me perseguía y me tentaba. Dentro de mí algo me decía que no iba por el camino correcto, hasta que decidí apostar por la interpretación. Mi primera clase de teatro a los 29 años fue una auténtica revelación. Ahí vi que era eso lo que quería hacer en la vida.

¿Se arrepiente de no haber elegido antes ese camino?

-No me arrepiento de haber hecho la carrera de Derecho ni de haber trabajado como técnico de euskera. Todo eso me vino bien para darme cuenta de que lo mío era otra cosa.

Cine, teatro, televisión, ¿con cuál se queda?

-El cine te enseña a calcular tus emociones, a definirlas. En la televisión tienes que solucionar todo rápido y eso te da capacidad de reacción. Y popularidad, claro. Pero para mí el teatro es la disciplina más exigente, es el momento, un aprendizaje automático. Es lo más arriesgado, pero me atrae. Y luego está el enfrentarse al público, ver sus miradas, que se están aburriendo, las butacas vacías...

¿Te ha pasado?

-Claro. Y en esos casos me crezco, porque al que ha pagado la entrada tienes que ofrecerle todo. No puedes venirte abajo. A todos y a todas nos gusta el estruendo de los aplausos, pero hay que estar a las duras y a las maduras. Es una comunión entre tú y el espectador, una comunión que hay que cuidar.

¿Le gusta la popularidad?

-Me gusta ser un poco popular, en la medida en que eso puede abrirte más puertas en tu trabajo. Y sentir el aprecio del público, claro. Ser superfamoso me parece una pesadilla; no les envidio.

¿Echa de menos ‘Vaya Semanita’ o ‘Irrikitown!’?

Estuvo bien pero ahora quiero nuevos desafíos, aunque cada vez que vuelvo a ETB es como regresar a casa.

¿Y qué es lo que le queda por hacer?

-Tengo ganas de hacer otra película o una serie de televisión. Porque una serie de ese tipo te da opción a que el personaje crezca, a ir moldeándolo poco a poco.

¿Le gusta alguna especialmente?

-El Ministerio del Tiempo. Creo que es la mejor serie que se ha hecho en España en los últimos años.