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“El erotismo también es resistencia”

Edorta Jimenez participará en las jornadas literarias de Gutun Zuria, donde se hablará de erotismo en la literatura

“El erotismo también es resistencia”

mundaka - Traductor, guionista, periodista, profesor, escritor... Edorta Jimenez (Mundaka, 1953) abraza la vida como si se acabara al doblar la esquina. Sus ojos, impregnados de salitre y achicados por una curiosidad casi enfermiza, danzan al son de sus propias palabras, que nunca señalan un solo camino. Jimenez es uno de los referentes más claros de la literatura erótica en euskera, y ha firmado libros tan provocativos como la autoficción Stock 13 (Txalaparta, 2009) o poemarios descarnados como Haragizko amoreak (Susa, 2010). Además, coordina la única colección de literatura erótica en euskera que existe en Euskal Herria, Literotura (Editorial Txalaparta), que reúne trabajos dispares, casi todos ligados a las tres últimas décadas de la literatura euskaldun. Antes de eso, Eros apenas asomaba en nuestra literatura, tal y como reconoce el escritor vizcaino. “El erotismo ha estado prohibido en casi toda Europa, siempre ha habido barreras que poco a poco se han ido superando, luchando contra las distintas censuras. En ese sentido, la literatura erótica ha sido también resistencia. Aquí, el franquismo hizo un daño terrible a nuestra literatura, y antes fue la Iglesia la que vigiló ese tipo de comportamientos. Aún así, encontramos sobradas dosis de erotismo en las baladas tradicionales y en los bertso-paperak, tal y como advirtió Josu Landa en su momento. El erotismo se filtraba a través de los símbolos, que siempre guardaban un doble sentido. En los últimos años ha sido Josune Muñoz la que ha profundizado en esa tesis, publicando Desira desordenatuak, donde se plantea incluso la presencia lejana del lesbianismo”.

Los sucesos de mayo del 68, en París, tampoco insuflaron nuevos bríos al género. Para Edorta, aquí hubo “un ansia por mostrar el cuerpo, por corporizar las sensaciones, pero poco más”. Con la salvedad de Haur besoetakoa, de Jon Mirande, novela que sacudió fuerte a la sociedad vasca, conservadora y católica en su mayoría. Pero, en general, el escritor de Mundaka no detecta ningún boom erótico en nuestra literatura: “Hubo revistas como Igela, primero, y Ostiela!, después, que se preocuparon del género; también el concurso de relatos eróticos Euskarabila, de Basauri. Incluso el primer texto en euskera subido a Internet es un cuento erótico de Luistxo Fernandez. Pero poco más. La única guerrilla que se ha constituido en torno a la literatura erótica es la colección Literotura, de la editorial Txalaparta”.

Pero a pesar del vacío existente, el escritor hace hincapié en una detalle importante: “En los años 80 y 90 la presencia de la mujer en la poesía es menor que la del hombre, pero aún así, trabajan el erotismo desde una perspectiva mucho más honda, acentuando la importancia de los sentidos”. A su juicio, no es el único cambio que las mujeres escritoras han traído a la literatura en euskera: “Por un lado está la corporeización, y ahí mencionaría a Arantxa Urretabizkaia, a Amaia Lasa... Y la fuerte presencia del yo femenino, que aflora con poderío en los poemas de Miren Agur Meabe. Pero también traen un notable cambio estilístico, otras formas gramaticales, otro modo de ensamblar las frases que casa con un imaginario distinto, quizá alocado. Es, sin duda, otra forma de ver el mundo, y esa corriente -yo diría que también es reivindicativa- se ha extendido en los últimos dos o tres años, con autoras como Danele Sarriugarte o Alaine Agirre. Ellas llevan hasta el extremo esa corporeización, cosa que no hemos hecho los hombres”.

A pesar de todas estos cambios, la inserción de lo erótico en la literatura sigue planteando retos importantes. “Aquí hemos tenido que inventar un diccionario erótico, a veces partiendo de la tradición, en otras tirando de simbología. De cualquier modo, ha sido un reto fascinante, porque trabajar con el idioma también resulta erótico. Ahora que tenemos las palabras para designar las cosas, los retos son distintos: ¿cómo decir lo que ya está dicho para que suene a nuevo? Hilando fino, quizá con ironía, quizá reinventando la simbología, midiendo las palabras... Y pongo como ejemplo la novela Orpoz orpo, de Ernesto Prat Urzainki, donde a modo de road movie presenta a alguien que huye de la policía pero que está obsesionado por el sexo, y lo hace de una forma curiosa, de escena en escena, como si fuera de habitación en habitación”.

Para competir con Internet, Jimenez asegura que “la literatura ha de refinarse”. Además, subraya que “por fortuna la sociedad vasca ya ha aceptado al homosexual, a la lesbiana, acepta ciertas prácticas sexuales... Y eso mismo, a su vez, la ha liberado”. Y se explica de un modo curioso: “Igual que ha pasado con Iñaki Williams en San Mamés. Contra el Madrid los aficionados coreaban su nombre. Ese Iñaki, Iñaki que se escuchó no fue más que un perdona, perdona, y gracias, gracias por habernos quitado ese peso de encima, porque ya tenemos un negro en el Athletic, y es bueno. Tenía que llegar y podría haber sido traumático, pero todo esto indica que hemos cambiado”.

La literatura erótica también ha tenido que solventar tabúes y prohibiciones. El propio Edorta Jimenez rompió con un gran tabú de la literatura vasca en su poemario Haragizko amoreak, mentando el sexo de la madre. “Aunque pensemos lo contrario, siempre hay tabúes que superar y siempre hay alguien que los afronta”, señala el de Mundaka.

Respecto a la trilogía que ha vuelto a poner el erotismo (o el sadomasoquismo) de moda, 50 sombras de Grey, Jimenez opina que “es un paso más allá de la literatura de Corin Tellado. Los juegos que se proponen han sido tabú hasta hace poco pero van atrasados si los comparamos con Internet. Se lee fácil, es un tebeo. Además, el libro entra dentro del porno puritano, algo que se hace desde hace tiempo en los EE.UU; allí la Iglesia dice cómo hay que hacer sexo sucio con cierto decoro. Es el estilo Hollywood, que nos dice que hasta la mierda es limpia. Por tanto, no hay grandes transgresiones en el sadomasoquismo puritano que nos ofrece este libro”. En euskera no tenemos una trilogía así, pero Jimenez lo tiene claro: “Llegarán los libros de sexo con poca o ninguna pretensión literaria”.