En el libro de candidatura, el que brindó la victoria a Donostia 2016, la nao San Juan estaba llamada a ser “el buque insignia” da la capitalidad cultural, su embajada móvil. Sin embargo, la construcción de la réplica del ballenero guipuzcoano hundido en aguas canadienses en el siglo XVI no finalizará en el plazo previsto: el galeón no podrá partir en mayo del próximo año por un “cúmulo” de factores técnicos, organizativos y financieros. Alguien malicioso podría pensar que la nave ha encallado antes de zarpar, pero los responsables de la capitalidad, incluidas las instituciones, han restado importancia a este “contratiempo”. Ahora trabajan en otras alternativas, aunque lo cierto es que gran parte de las ideas de esta aventura marítima ya no saldrán a flote o serán sometidas a un drástico golpe de timón.

El plan original Según el proyecto aprobado por Europa, la nave debería salir de Pasaia el 20 de enero de 2016, y tras ser despedida en La Concha por los miles de niños de la Tamborrada Infantil, habría emprendido la primera de tres singladuras. Hasta mayo, llegaría “hasta los confines más lejanos del norte de Europa”, en el Báltico, con una parada especial para celebrar el encuentro con Polonia. El segundo viaje, de mayo a agosto, iba a servir para celebrar la capitalidad en Donostia y en varios puertos españoles, y la última ruta, de septiembre a diciembre, llevaría el mensaje de 2016 por el Atlántico Sur hasta Bojador, en el Sahara.

Hace tiempo que los rigores presupuestarios redujeron esos tres viajes a uno, y que se retrasó la botadura a mayo de 2016 para realizar una sola travesía por distintos países europeos con lenguas minorizadas como el euskera. En junio del pasado año, los responsables del proyecto anunciaron en la inauguración de la factoría Albaola, encargada de materializar la réplica, que ésta visitaría puertos de Bretaña, Irlanda, Gales, Escocia y Frisia, entre otros. Finalmente, y según ha anunciado Donostia 2016, tampoco podrá realizarse ese viaje.

Los motivos del retraso El presupuesto de la nao San Juan está cifrado en casi 4 millones de euros, la mitad de los cuales los aportaría la Fundación 2016, que ya ha entregado 1,3 en 2013 y 2014. Los otros dos millones debería conseguirlos Albaola de dos maneras: mediante los patrocinios privados y el micromecenazgo, a los que ya se han sumado empresas como Orona o personalidades como el cocinero Juan Mari Arzak, que han apadrinado piezas del barco, y mediante la venta de entradas al astillero pasaitarra y al museo donde la réplica se construye frente a los ojos de los visitantes. Sin embargo, por esa vía no se ha cubierto “una mínima parte de los gastos estructurales”, lo que ha impedido, por ejemplo, contar con más carpinteros de los 14 contratados. Fuentes de la capitalidad indicaron a este diario que en 2014 Albaola esperaba ingresar 480.000 euros pero solo alcanzó un 20% de esa cifra.

El director general de Donostia 2016, Pablo Berástegui, achaca esas dificultades financieras “al contexto económico actual, que no es el más adecuado”, y también a que la captación de patrocinios, tarea que en el caso de la réplica debe desarrollar en exclusiva Albaola, “requiere de tiempo”. Preguntado por si la Fundación no debería haber destinado más recursos humanos a esa labor, Berástegui recuerda que Albaola cuenta con un equipo para conseguir apoyos privados desde antes que la propia Oficina de 2016, que hasta noviembre pasado no logró armar su equipo de patrocinios, meses después de ver cómo quedaba desierto un concurso público convocado a tal efecto. “Si hubiéramos tenido configurado el equipo, igual podríamos haberles ayudado más”, asegura.

En cualquier caso, el máximo responsable de la capitalidad agrega que “no ha sido solo un problema económico”, sino también de tiempo, organización y dificultades técnicas. Por ejemplo, alude a los retrasos que sufrió la construcción y apertura del astillero de Albaola, en Pasai San Pedro, donde se está levantando el barco, y considera que la planificación de todo el proyecto “fue demasiado voluntarista y no tuvo en cuenta las complicaciones que podían distorsionar la cadena de tiempos”. “No se midió el proyecto con la cabeza fría y hubo un exceso de ilusión”, lamenta.

Berástegui añade que la Fundación 2016 no se ha planteado en ningún momento realizar una aportación extra para terminar la construcción a tiempo. “Habría que poner más de un millón de euros adicionales, una inversión desmedida si se tiene en cuenta que tampoco garantizaba cumplir los plazos”, asegura antes de destacar que no ve la situación como un fracaso, sino como un “contratiempo”. Son conscientes de que “era uno de los proyectos más significativos” de la capitalidad y “Europa había valorado mucho la idea de las embajadas móviles”, que debían servir para “generar audiencias europeas y trascender la geografía mediante un contenido cultural”.

Alternativas El director de Donostia 2016 cree que el papel original de las embajadas móviles -la candidatura contemplaba también una ruta en ferrocarril que fue descartada hace tiempo- se podrá “satisfacer” por otras vías, y añade que el “reto” actual es “buscar alternativas” en un contexto que ofrece nuevas oportunidades. Los organizadores de 2016 prefieren esperan a febrero para desvelar qué tipo de embajadas plantearán y cómo se redimensionará el proyecto de la nao San Juan. La Fundación tendrá que decidir también cómo invertir los 600.000 euros que aún debe aportar al barco, pues ante la imposibilidad de terminarlo en el plazo previsto, quizá no se destinen a la construcción, sino a otras necesidades.

Por eso, viven la situación “con preocupación”, pero estiman que “fracaso habría sido invertir más dinero, construir el barco a toda prisa y que se hundiera”, porque la premura impide realizar las pruebas pertinentes. “Lo importante ha sido darnos cuenta de que no se llegaba a tiempo y que hay otros valores a explorar. Que la nao no zarpe en 2016 es importante, pero no podemos quedarnos atascados. Podemos obtener un rendimiento económico y turístico, darle valor al proyecto en términos de visibilidad con acciones de notoriedad para que la capitalidad tenga eco en toda Europa”, dice.

Asimismo, Berástegui recalca que la iniciativa “no perderá” en ningún caso el proyecto cultural asociado a la nao, en cuya tripulación debían viajar artistas que en cada puerto contactarían con colegas de otras latitudes europeas. El galeón también debería haber incluido un espacio expositivo a bordo relacionado con las lenguas minorizadas. Todas estas actividades, prometen, se mantendrán, aunque convenientemente “reformuladas” y con un menor coste.

Según apunta Pablo Berástegui, “lo que antes era un medio (el barco) para conseguir un fin (las embajadas móviles) se ha convertido en un proyecto en sí mismo”. Así, subraya que la construcción de la nao San Juan está sirviendo para dinamizar una zona necesitada de impulso, Pasaialdea, y la factoría se ha convertido en un reclamo turístico, pues ha recibido más de 12.000 visitantes desde que abrió sus puertas, en julio.

“Lo importante es que alrededor de la nao sucedan cosas relacionadas con la capitalidad. Este proyecto encarna muy bien la idea del proceso: lo importante no es solo el producto final, sino lo que se consigue mientras dura la actividad”, afirma con relación a las “redes” que Albaola ha establecido, entre otros, con los territorios y comarcas cercanas, que están proporcionando los materiales -madera, cáñamo, pez,...- para construir la réplica de manera tradicional, igual que en el siglo XVI.

zarpará “No me cabe ninguna duda de que la nave zarpará”, responde Berástegui ante la posibilidad de que la obra quede inacabada una vez terminada la capitalidad. No en vano, Albaola planeaba navegar en 2017 a Red Bay, donde el ballenero se hundió hace cinco siglos, y participar en los festejos del 150º aniversario de la fundación de Canadá. El director de Donostia 2016 confía en que “antes o después se satisfará” ese compromiso que Albaola adquirió con Parks Canada, la entidad que cedió los planos para hacer la réplica. “Si el barco se construye correctamente y es una realidad, tendrá una vida muy activa y no solo viajará a Canadá, sino a muchos otros lugares”. “Después de la capitalidad”, añade, se convertirá en un “legado” que tendrá un “sentido en clave de empleabilidad, turismo y relaciones con el exterior”.