VIVIMOS una época donde el maquillaje y lo accesorio importan más que la emoción directa, la honestidad y una imagen real. Y no solo en el mundo de la música. Por ello, tras el último disco “desnudo” de Neil Young, otro histórico estadounidense, Bob Dylan, se aplica el cuento y rescata todas las sesiones de grabación que en 1967 realizó junto a The Band y que dieron como resultado The Basament Tapes, un CD extraño que se editó casi una década después. Y lo hace en crudo, sin retocar. Aquellas perseguidas cintas del sótano proponen una zambullida en el folk, rock, soul, rock y r&b resumida en 138 canciones y 6 CDs. También existe un recopilatorio de dos CDs.

Tanto las sesiones completas, The Basament Tapes Complete, como las resumidas en 38 temas en The Basament Tapes Raw, editadas por Columbia/Legacy, forman parte de esa colección de discos piratas y rarezas obligada para los devotos de Dylan denominada The Bootleg Series, que alcanza su volumen 11 con este lanzamiento. Dylan atravesaba un periodo de cambio en 1966 y decidió - tras una gira mundial, su polémico tránsito del folk acústico a la electricidad y sufrir un accidente de moto- recluirse en una pequeña casa, que llamó Big Pink, en West Saugerties (Nueva York), junto a sus músicos de entonces, los futuros The Band.

Aquel Dylan convertido en hombre de familia y hastiado del éxito y de la psicodelia de la época, se zambulló sin prejuicios en un viaje por la arqueología musical de su país. Y lo hizo en un ambiente de camaradería con Robbie Robertson, Rick Danko, Richard Manuel, Garth Hudson y, más tarde, Levon Helm, en sesiones registradas no solo en el sótano, sino en varios emplazamientos de la casa (modelo que copiaron los Stones para Exile on main street, en Francia), con medios materiales escasos.

“La manera en que tocamos en el sótano no tenía nada que ver con como lo hacíamos en directo con Bob ni con nuestro nombre. Era diferente, había un espíritu de otro tiempo”, recuerda el guitarrista y líder de The Band, Robbie Robertson, que destaca “el proceso artesanal” de las sesiones, en contraposición al aspecto industrial del estudio de grabación. Aquellas canciones, que dieron lugar a múltiples discos piratas y fueron éxitos interpretadas por Baez, Manfred Mann o Peter, Paul and Mary, no se editaron hasta 1975 de manera oficial. Y fueron solo 16 del total.

Ahora llega la crónica definitiva de aquellas sesiones tras la recuperación de cintas perdidas en cajones, un festín para los devotos de Dylan, que disfrutarán, glotones, con un repertorio estilísticamente inabarcable y que agrupa ensayos, tomas alternativas de clásicos y un sinfín de versiones de temas tradicionales o escritos por los héroes de Zimmerman como Johnny Cash, Clarence Williams, Pete Seeger, Curtis Mayfield o Hank Williams.

También funciona el formato de doble CD, que incluye 38 temas presididos por versiones restauradas de I shall be released, alternativas de Million dollar bash o inéditas de One too many mornings. También incluye rocks crudos como Odds and ends; como poderosos r&b como Open the door, homer; temas inacabados como el rockabilly Dress it up, better have it all; una adaptación de Folsom Prison blues; la inédita y soul Baby, won’t you be my baby; una funk All you have to do is dream; una fantástica versión en clave gospel de Blowin´ in the wind; y otra alternativa de Lo and behold! entre risas que demuestra el ambiente de aquellas veladas.

fans de bob Coincidiendo en el tiempo, se edita The new Basament Tapes. Lost on the river (Universal), CD que rescata letras inéditas de Dylan de la época de las cintas del sótano, vestidas e interpretadas por un grupo de músicos devotos de Bob liderados por Elvis Costello. Completan la formación y alternan micrófono e instrumentos Jim James (My Morning Jacket, grupo a reivindicar siempre); Marcus Mumford (Munford & Sons); Taylor Goldsmith (Dawes) y Rhiannon Giddens (de los desconocidos pero interesantes Carolina Chocolate Drops).

El responsable máximo del sonido -una mezcla de rock, r&b, country, gospel y folk clasicista, pero traída al presente- es nada menos que T-Bone Burnett. Y se nota. Entre letras desechadas por Dylan que van de la ironía -“nunca me enamoro de una extraña/pero no puedo evitar que ella se enamore de mí”- y la redención -“me perdí en el río, pero no me deprimí ni ahogué/me perdí, pero me encontré”, Costello y James aportan sus cuotas respectivas de clase, Giddens destaca en el uso del violín y del banjo, y se acerca al folk celta en sus interpretaciones mientras que Goldsmith aporta la dulzura de su piano y Mumford, con apoyos de Johnny Deep a la guitarra, convierte a Dylan en radiable y comercial.